Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las costas del pirata son infinitas

No importa qué sea o dónde sea, Washington ha decidido que la culpa de todo la tiene China… Bueno, también Rusia  

Autor:

Juana Carrasco Martín

Vean, lo inaudito puede juntarse con el cinismo si de las proyecciones e intereses de Estados Unidos se trata.

La almirante Linda Fagan, comandante de la Guardia Costera de Estados Unidos, dijo en una entrevista con Nikkei Asia: «El Indo-Pacífico es claramente una región importante para el futuro de Estados Unidos. La estrategia del Indo-Pacífico de Estados Unidos identifica un papel más amplio para la Guardia Costera como una de las principales prioridades de la Administración, ya que buscamos garantizar una región que sea libre y abierta».

Concretando, la jefa de la Guardia Costera de EE. UU. dijo que impugnará los reclamos territoriales de China, aumentando las actividades de sus barcos con otras naciones de la región en el Indo-Pacífico. Es que algunos países de la zona no miran con ojos aprobatorios la persistencia y cada vez mayor presencia de los navíos de la armada estadounidense y los ejercicios militares en la región; de manera que Washington considera que esas naciones sí se asociarían a la que supuestamente no tiene propósitos belicistas.

De acuerdo con funciones y límites de actuación de ese cuerpo —NO adscrito al Pentágono, a no ser cuando hay una guerra declarada por el Congreso—, la Guardia Costera asume las tareas de protección de los puertos, las fronteras marítimas, aguas interiores y el mar territorial.

Sus responsabilidades van desde evitar la inmigración ilegal y el tráfico de armas, tanto como velar por los recursos naturales marítimos, hasta garantizar la seguridad de la navegación y actividades náuticas como la pesca, el turismo y la explotación petrolera, pasando por las operaciones de búsqueda y rescate y servicios de apoyo a la investigación y divulgación hidrográfica polar y climatológica.

Pero ahora resulta que esa rama de la seguridad nacional estadounidense, cuyo tamaño la sitúa como la decimosegunda fuerza naval más grande del mundo por el número de sus miembros (dato de 2018), está incrementando su capacidad y esfuerzos a miles de kilómetros de sus costas con el despliegue de recursos en el Sudeste de Asia y Oceanía, como reconoce la almirante Fagan, y las enmascara con «cooperación de seguridad y humanitaria».

¿Qué dice usted, que en el Pacífico está Hawaii, el 50 estado de la Unión? Pues hurgue en la geografía y verá que ese territorio estadounidense, archipiélago adquirido mediante anexión el 7 de julio de 1898, tras la guerra hispano-americana, se encuentra a 9 441 kilómetros de las costas de China, y tanto o más de los dos grandes socios estadounidenses en la zona: Seúl y Tokio.

Y llega la verdad verdadera de lo dicho por la almirante Fagan, la Guardia Costera confrontará los navíos chinos, incluidos los barcos civiles y los de pesca en aguas internacionales o territoriales de China, estas últimas no reconocidas por Estados Unidos y algunos otros.

El problema, que va agravándose a diario, lo desencadena Washington con un incremento de las tensiones y su polarización con el gigante asiático, lo que pone en peligro toda el área, pues pretende con presiones constantes que cada uno de los Estados de la región tome partido en uno de los bandos.

La retórica antichina ocupa tanto espacio en las declaraciones de políticos estadounidenses y en sus medios como la dedicada a arremeter, denigrar y aislar a Rusia. En ambos casos, aviesos objetivos de un mundo unipolar bajo el mando de Washington.

Llega a tal punto la obsesión por China, nación a la que mencionan como «la mayor amenaza a Estados Unidos» que la actual 118 legislatura del Congreso de EE. UU. ha aprobado al menos 275 leyes o medidas para enfrentar a Beijing y creó el «Comité Selecto sobre la Competencia Estratégica entre Estados Unidos y el Partido Comunista Chino».

Kurt Campbell, principal asesor del presidente Joseph Biden para el tema China, escribió un libro en 2016 donde valoró el futuro de la política estadounidense para Asia y escribió: «Un enfoque fallido bien podría conducir a una nueva carrera armamentista con China, un conflicto regional, una competencia estratégica, una ruptura de la gobernanza mundial e incluso una guerra». Palabras mayores y amenazantes que se quedan cortas ante los postulados de la Estrategia de Defensa Nacional.

Por supuesto, no es creación de la actual administración, pero en febrero de 2022, Joseph Biden dispuso una versión corregida y aumentada de lo diseñado desde época de Obama y fortalecido por Trump. El mandatario demócrata, que no ha sido remiso en tener su propia guerra en territorio europeo, diseñó la Estrategia de Estados Unidos para el Indo-Pacífico, y considerando a China como el competidor más peligroso.

Téngase en cuenta que China es el pivote de una región cuyo potencial económico se traduce en un tercio del PIB mundial y cuenta con el 60 por ciento de la población terrícola.

Agregue a la respuesta que prácticamente todas y cada una de las agencias y departamentos del Gobierno estadounidense han justificado incrementos de presupuesto con el argumento de la «amenaza china».

En el caso que nos ocupa, nuevamente el absurdo y el impudor se dan de la mano cuando Estados Unidos quiere hacer avanzar a cualquier precio y de cualquier manera sus intereses hegemónicos. Las costas de EE. UU. no tienen límites, tampoco los mares para sus pretensiones, que imponen como desalmados piratas de la modernidad, lo que hace juego con lo que llaman su Destino Manifiesto. Y luego no les gusta que les llamen ambiciosos, despiadados, inhumanos y brutales imperialistas.

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