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Argentina: elecciones en tiempos difíciles

La nación escoge presidente en un contexto marcado por las presiones económicas y financieras que se ciernen sobre el país

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Con la crisis como telón de fondo, Argentina vive hoy elecciones en tiempos duros cuyo resultado final es difícil predecir.

Aunque sabemos que las encuestas no siempre tienen toda la verdad, la mayoría de las consultoras ha previsto una segunda vuelta entre el candidato peronista Sergio Massa y Javier Milei, que en estos comicios es la cara nueva y, por tanto, para muchos, el outsider, como él mismo se presenta: una figura «de moda» en América Latina por cierto rechazo prevaleciente en algunas capas poblacionales a la política conocida, que no es exactamente lo que hemos llamado hasta hoy política tradicional. Digamos que es un aspirante considerado «antisistema». 

La tercera mejor ubicada y, por tanto, según los estudios, fuera del balotaje, es la derechista Patricia Bullrich, quien se alista en el mismo bando del expresidente Mauricio Macri (Juntos por el Cambio) y arrastra las desgracias económicas y sociales que acarreó al país su predecesor, gestor del endeudamiento con el FMI.

La lista en las boletas la completan Juan Schiaretti, de Hacemos por Nuestro País, y Miriam Bregman, del Frente de Izquierda, a quienes no se les atribuyen posibilidades.

Eso dicen los sondeos habida cuenta de que según la ley electoral argentina, para ser proclamado vencedor en primera vuelta debe obtenerse más del 45 por ciento de los sufragios, o 40 por ciento con diez puntos de diferencia sobre el más cercano rival. Y según los estudios, ninguno de los aspirantes rebasa esas cifras, aunque los que más se acercan son Milei y Massa, con escasos puntos a favor del primero.

El terreno está lleno de cristales para el gubernamental Frente de Todos —ahora Unión por la Patria (UpP)—, que ha pagado los platos rotos del acuerdo con el Fondo firmado por el ejecutivo anterior, aunque los vidrios fragmentados de la vajilla los esté deglutiendo también la ciudadanía, a pesar de las medidas paliativas de la Casa Rosada para suavizar el mal bocado del recetario fondomonetarista, que sigue indicando recortes sociales para achicar el déficit fiscal.

El peso de los condicionamientos con que se reprogramó el pago de la deuda gigantesca adquirida por Macri —54 000 millones de los cuales Argentina recibió 44 000 millones de dólares— ha signado todo el mandato por terminar y constreñido las aspiraciones con que el ejecutivo de Alberto Fernández llegó al poder hace cuatro años, para hacerse cargo de un país lastrado ya por el quehacer neoliberal de su predecesor.

Ello sin desconocer, desde luego, el peso adicional ocasionado por el azote de la COVID 19 —que ha golpeado a todo el mundo— y una sequía reciente que afectó fuertemente la economía nacional.

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) ha reconocido que el 23 por ciento de los hogares de los conglomerados urbanos, donde vive el 40 por ciento de los ciudadanos, estaban al cierre del primer trimestre de este año bajo la línea de pobreza, un índice que los analistas atribuyen, sobre todo, a la inflación.

Según el Indec, la tabla de precios al consumidor se incrementó un 12,7 por ciento en septiembre con respecto al mes anterior, y el crecimiento interanual acumulaba entonces 103 por ciento, a lo que se añade la devaluación del peso argentino.    

Todo ello ha tenido impacto sobre el electorado, como se pudo comprobar en las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) celebradas en agosto, que constituyeron el primer balón de ensayo y aviso de lo que hoy podría pasar. El aspirante más votado fue Milei (29,8 por ciento), seguido de cerca por Bullrich (28) y Massa (27,2), resultado que muchos en el país atribuyeron a lo que llaman «el voto bronca», es decir, el también denominado voto de castigo al candidato del Gobierno —Massa—, ante las dificultades de la economía y las finanzas.

Comparado con Bolsonaro y Trump, provisto de un discurso altisonante y a veces pareciera que disparatado durante el cual ha considerado la justicia social como «aberrante», el candidato de La Libertad Avanza —Milei— es un economista considerado ultraliberal aunque sus posiciones merecieran ubicarlo como ultraconservador. Se ha pronunciado contra la ley que en 2021 aprobó el aborto, y anunció que si gana, convocará a un plebiscito para su derogación.

En opiniones vertidas durante un encuentro empresarial estimó que los problemas de Argentina se resuelven «con propiedad privada y sin intervención del Estado» y ha amenazado con privatizar hasta los trenes, después de hacer lo mismo con los sistemas de salud y educación.

La propuesta fue satirizada por el diario Página 12 con una composición fotográfica que muestra al candidato frente a un espejo que no reproduce su imagen, sino la del expresidente Carlos Menem, impulsor del modelo neoliberal que hundió al país en el hueco negro de la crisis de los años 1990-2000.

Pero, ojo, porque Milei se ha apropiado de la consigna con que, en 2001, la ciudadanía protagonizó una sublevación popular que depuso al último presidente de aquella etapa nefasta, Fernando de la Rúa.

«Que se vayan todos», dijo el candidato en su cierre de campaña, mimetizando a quienes entonces echaron del Gobierno a los sostenes del sistema que él, precisamente, aspira a devolver.

¿Advertidos?

Quizá lo que más expectación genere este domingo sea comprobar si la difusión del retroceso que significarían estos propósitos, ha calado en el electorado durante el lapso que media de agosto a hoy.

¿Acaso pudiera ocurrir como en España? Allí el ultraderechista Vox no logró repetir en las elecciones generales de julio los buenos resultados que había obtenido en las municipales de mayo; tal vez porque una parte del electorado lo pensó mejor…

Relativamente cerca de las posiciones de Milei y anunciando  un desempeño que sería reedición del macrismo que representa, Patricia Bullrich es una Doctora en Ciencias Políticas que proviene de la Juventud Peronista y estuvo exiliada durante la dictadura militar, aunque ahora se le señala como negacionista. Fue ministra de Seguridad en el gobierno de Juntos por el Cambio, apuesta por el liberalismo económico y ha puesto la lucha contra la delincuencia y la corrupción en el centro de su discurso, comentan los analistas que siguieron su campaña. 

En la balanza opuesta a ambos, Sergio Massa, el candidato de la gubernamental UpP, se ha mostrado activo y sagaz en el difícil cargo de ministro de Economía que ostenta desde hace poco más de un año, y que asumió luego de una reprogramación de pagos con el Fondo Monetario encabezada por Martín Guzmán, que no fue aplaudida de modo homogéneo en el ejecutivo; tampoco por la ciudadanía. El disgusto se saldó con su sustitución por Silvina Batakis, que estuvo en el cargo un mes hasta el nombramiento en la cartera de quien es también ahora, candidato presidencial.

De la mano de Massa y, desde luego, bajo el liderazgo de Alberto Fernández, el país se ha incorporado al grupo Brics, entrada que se oficializará en enero, y se han profundizado los nexos económicos y financieros con China. Argentina ha sido uno de los primeros países latinoamericanos en adherirse a las iniciativas de la Franja y la Ruta de la Seda, y ha pactado con Beijing una franja de intercambio de monedas (swap) que se amplió hace apenas unos días a 130 000 millones de yuanes.

Ello le ha permitido a Buenos Aires proteger e incrementar sus golpeadas reservas y contribuir a pagar, usando la moneda nacional china, recientes vencimientos de los plazos adeudados al FMI. Todo ello debe contar a la hora de emitir el voto.

Cierto que la candidata «natural» de UpP era la vicepresidenta y exmandataria Cristina Fernández, cuya candidatura fue aclamada por los sectores kirchneristas.

Pero ella rehusó. Objeto de un intento de magnicidio como resultado de los discursos de odio, condenada a ocho años de prisión e inhabilitación para ocupar cargos públicos en un proceso no concluido, Cristina sigue perseguida judicialmente al punto de que han sido reabiertas en estos días varias causas injustas que fueron sobreseídas por falta de pruebas.

Massa fue un candidato escogido a la brevedad y no era precisamente un líder cuando asumió esa responsabilidad; pero quienes están en disputa por la presidencia no son exactamente individualidades, sino modelos… Aunque no siempre el electorado lo comprenda.

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