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Ecuador, todavía con incógnitas

Recibe Daniel Noboa, este miércoles, las cartas credenciales como presidente electo. Ya inició el traspaso para la toma de posesión, el próximo 23 de noviembre

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La decisión del presidente electo, Daniel Noboa, de reducir a la mitad el presupuesto previsto para los actos de su toma de posesión, el próximo día 23, da indicios del deseo de un gobierno austero en correspondencia con la difícil situación económica de la nación.

Pero ello no basta para asegurar cuál será el norte de un mandatario que ha prometido medidas sociales justas —especialmente educación y empleo— y enfrentamiento a la inseguridad —el mal que más preocupa al país—, pero tiene como carta de presentación su procedencia oligárquica y, en cualquier caso, la supuesta cercanía —no probada en lo relativo a su ejecutoria— de los «ideales» de su padre, Álvaro Noboa, uno de los hombres más ricos de Ecuador, y quien en sus cinco veces como aspirante presidencial no electo, blandió programas francamente derechistas.  

Noboa padre es el presidente del Grupo que lleva su apellido, y según develaron organizaciones sociales durante la campaña de Daniel, lo integran más de 20 empresas que controlan no solamente la producción de banano pues incluye, entre otras actividades, el procesamiento de alimentos, la producción de insumos asociados a sus cadenas, la importación de fertilizantes, su propia empresa de fumigación y una compañía privada de servicios con su propia flota de transporte y seguridad. El mandatario electo ha tratado de distanciar su imagen de esa ascendencia.

Otro factor que alimentaría la aparente —o real— dicotomía entre su procedencia y el programa anunciado estriba en la agrupación política que lo apoya: una alianza de movimientos y partidos creado para su postulación bajo el nombre de Acción Democrática Nacional (ADN) que algunos observadores tildan de «centroizquierda», pero que en las descripciones que aparecen en Internet es identificada como de ideología neoliberal, conservadora y de liberalismo económico, entre otras tendencias.

La falta de mayoría absoluta de la ADN en la Asamblea Nacional se vislumbra, además, como un factor que lo obligará a buscar alianzas y, en cualquier caso, contar con el izquierdista movimiento Revolución Ciudadana, la agrupación que más curules tiene y que ha ofrecido un respaldo crítico al futuro ejecutivo: RC está dispuesto a trabajar por la unidad, pero ha dicho que no permitirá medidas privatizadoras que profundicen la senda del neoliberalismo.

Como no se ha anunciado el total de los miembros de su gabinete, del que ha nombrado hasta ahora la mitad de los titulares y donde aparecen lo mismo nombres ligados al sector empresarial que otros ajenos a ese mundo, tampoco hay allí indicios muy claros; todos hasta ahora pertenecen al sector profesional, y algunos desempeñaron cargos durante los mandatos de Rafael Correa.

Para prejuzgar cuál será la proyección de su mandato en contante y sonante se cuenta mejor, hasta el momento, con la gira que realizó, recién electo, por Europa y Estados Unidos, sin algún acuerdo visible, aunque sí con reportes de reuniones «interesantes» en Washington con autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial (BM) y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otros contactos.

Durante esos encuentros, el joven Noboa afirmó que, para evitar el default o cesación de pagos en unos dos años, Ecuador necesita lo que llamó un préstamo «puente» de nueve meses, y dio a conocer el propósito declarado de impulsar la inversión en infraestructura y programas sociales, especialmente para los más vulnerables, reportó la prensa.

Cierto que sin respaldo será difícil avanzar, pero, ¿acaso nuevos créditos no atarían más al país? La deuda externa ecuatoriana ascendía hasta febrero pasado a más de 48 mil millones de dólares, lo que la ubica en segundo lugar de acuerdo a su cuantía detrás de Argentina y, según ha revelado el sitio web Primicias, los organismos multilaterales de crédito —precisamente los tres visitados— son sus acreedores principales.

Quizá lo que mejor grafique lo que serán los próximos 17 meses hasta las elecciones generales pautadas para 2025 —él solo deberá concluir el mandato interrumpido por la «muerte cruzada» que dictó el saliente Guillermo Lasso— sea su propósito reiterado ante los organismos financieros internacionales de reelegirse en esa fecha. Ello, apuntó Daniel Noboa no sin razón, es fundamental para «hacer sostenible» su proyecto. 

La transición, que ya se ha iniciado, ha tenido como primer punto de sus despachos con Lasso, el tema de la seguridad, como corresponde en un país asolado por la violencia y el auge delincuencial, y a un mandatario que necesita mostrar pronto algunos resultados.  

Pero todo apunta, en lo estratégico, a un esfuerzo enfilado hacia 2025. Quizá deba esperarse hasta entonces, si Daniel Noboa fuera reelecto, para que quede más clara su proyección real a largo plazo.

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