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Después de la sentencia

Autor:

Juventud Rebelde
Una ola de preguntas se levanta aquí y allá, después de la sentencia dictada el pasado 4 de junio por los tres jueces que resolvieran el recurso planteado por los abogados de los Cinco ante el Onceno Circuito de Apelación en Atlanta. En el aula, en el trabajo, en la calle, en el agro, o en la reunión donde menos uno se lo espera, surge la interrogante que tiene su origen en la preocupación de nuestro pueblo por el destino de los cinco patriotas injustamente presos en cárceles norteamericanas.

¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué significa la sentencia? ¿Que viene después? ¿Por qué hay que volver de nuevo a la misma jueza en Miami? Son las preguntas más recurrentes. Trataré brevemente de contestar algunas.

La anulación de las condenas impuestas a Ramón, Tony y Fernando, significa, jurídicamente hablando, que el proceso para ellos tres se retrotrae al momento de la infracción cometida por la jueza en Miami, que es causa de la nulidad apreciada por los jueces de Atlanta; por eso la sentencia es revocada y debe dictarse una nueva. Han quedado sin condenas impuestas, y como quiera que fueron declarados «culpables» por aquel jurado prejuiciado constituido en Miami (único lugar de Estados Unidos, más bien del mundo, donde el juicio nunca debió celebrarse) pues es necesario volver a «sentenciarlos», y para ello la causa debe volver a la misma jueza (Joan Lenard) que conociera del caso.

De ella no es de esperar benevolencia, ni siquiera justicia. «Por sus hechos los conoceréis»..., nos recuerda el Evangelio, y ya la conocemos. Pero no puede volver a imponer las mismas condenas, no puede volver a incurrir en otra violación. Deberá atenerse a la Ley y a la guía de sentencias, que hizo trizas en su anterior sentencia. Se expone no solo a una llamada de atención por autoridades judiciales en caso de una nueva apelación por los posibles errores reiterados en que vuelva a incurrir, sino también a la «rechifla», al repudio y la denuncia de todos los que siguen atentos el desarrollo de este injusto e inusual proceso judicial lastrado por el odio e intereses políticos.

También, jurídicamente hablando la sentencia dictada tiene dos vías de apelación. Una, ante el Pleno del Onceno Circuito de Atlanta. El «recurso» conocido como «En Ban» en el sistema judicial norteamericano, pues debe su nombre a «sentar en la banca» a todos los jueces que integran el Circuito (doce) para conocer y resolver sobre los puntos cuestionados en el recurso. Fue la vía utilizada por la Fiscalía para impugnar aquella sentencia del 9 de agosto de 2005 que dispusiera la nulidad del proceso por falta de un jurado imparcial.

La otra, es reclamar un «mandato de certiorari» de la Corte Suprema de Estados Unidos. La ley autoriza el uso de la orden de certiorari (o cert, del latín «ser informado»), por la cual la Corte Suprema instruye a una Corte inferior que certifique y transmita para su revisión el historial de un caso determinado, cuando así lo considere luego de examinar la solicitud de cualquier parte en un litigio o causa criminal que se sienta agraviada por la decisión final de una Corte inferior, bien sea un Circuito de Apelaciones en los casos federales (como este), o una Corte Suprema de un Estado, en los casos de la justicia estadual.

Los abogados estudian detenidamente estas vías, sus «pro» y sus «contra» y sabrán seguir el camino más conveniente, de acuerdo con la vasta experiencia que acumula el equipo de la defensa de los Cinco.

Mientras tanto, la vía más fuerte, la más segura, la que no puede decaer ni un minuto es la de la solidaridad, la del rechazo a la injusticia e ilegalidad, a la venganza política, esa que también como una ola gigantesca se levanta por doquier. Todos los días nos llegan noticias de las protestas y críticas no solo de los grupos de solidaridad con Cuba y los Cinco, sino de organizaciones de abogados, intelectuales, artistas, estudiantes universitarios, trabajadores, y todos aquellos que levantan su voz contra la injusticia en cualquier parte del mundo. Esta es tarea de todos y es la que puede llegar hasta las entrañas del pueblo norteamericano y abrir los ojos a los hombres justo de esa nación.

Los Cinco no están presos por cometer delitos comunes o políticos. Los Cinco están presos por defender a su pueblo de la agresión terrorista, y con ello defienden también la causa de la humanidad. Cualquier cubano puede deberle la vida a los Cinco, o la de un ser querido. Igual puede decirse incluso del pueblo de Estados Unidos, que no tiene esa conciencia, pues no tiene la información necesaria, que bloquean los poderosos medios de comunicación, y no conocen siquiera que su propio país ha sido, después de Cuba, el país más afectado por esas acciones terroristas fraguadas y financiadas desde Estados Unidos.

Por eso en este junio del natalicio de Maceo y del Che, de Gerardo y de Ramón, vienen muy bien las palabras de ese «quijote» argentino que nos describe Stella Calloni en su carta a Fidel publicada en el día de ayer, cuando dice: «Un hombre solo necesita ser justo para estar en todas las peleas por la justicia».

Ese hombre justo ha de unirse a esta lucha, dondequiera que esté, y habremos de llevarla hasta la victoria final.

Hoy es Día de los Padres, llegue nuestra felicitación a todos los justos, y, en especial, con los mejores votos por su salud, al más justo entre los justos, al «Padre de la Patria Nueva», la que ha sabido forjar en la lucha, la que se esfuerza en formar valores, la que ha podido engendrar hijos justos como los médicos internacionalistas que regresaron de Sichuan o los que siguen en cualquier lugar apartado del mundo, o como los maestros que llevan el pan de la enseñanza más allá de las fronteras. Esa Patria que se esfuerza, en medio de un mundo globalizado y cada vez más inhumano, en mantener los valores que dignifican al hombre. La que tiene hijos como los Cinco.

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