Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sin el bendito olor a tinta fresca

Autor:

Julio Martínez Molina

Como las caderas de Shakira, los números no mienten. Caminan en rojo, hace ya rato, en las cuentas de ingreso de los grupos editoriales o consorcios de todo género que dominan el negocio de la prensa impresa en el mundo anglosajón; sobre todo dentro de los Estados Unidos.

Ante la desaceleración económica, los anunciantes (fuente medular de entradas) ponen pies en polvorosa, entonces los ceros a la derecha se evaporan. Y está comprobado que las ganancias por publicidad en las versiones digitales resultan bastante menores; al menos por ahora.

Si a eso se agrega que la tonelada de papel de impresión alcanza un precio de escándalo, no hay mucho más que decir.

Resultado: primero, patitas en la calle para los periodistas de segunda o relleno; luego intentan aguantar dejando en filas solo a los estelares, con menos salario, claro; y después, si tampoco funciona así la cosa, el cierre del medio. Fin de la historia.

Del tema ya hablamos en un comentario anterior (La crisis también se ceba en la prensa, 9 de diciembre), mas el texto que ahora lee trata de ponerlos al corriente de los últimos acontecimientos del primer trimestre del año.

Pues sí, oler la tinta fresca de los matutinos, una de las bendiciones terrenales más placenteras que existen, resulta cada día menos común a las narices de los norteamericanos.

Esto, dicho así de golpe, quizá no se asimile de momento, pero tomar la prensa junto con el botellón de leche mañanero constituyó ícono de la cultura estadounidense. Creo que ese fotograma está en dos, de cada dos, películas de la era dorada de Hollywood.

Cambia, todo cambia; es cierto que esta es la era de «la telaraña», de YouTube (que superó los cien millones de usuarios en EE.UU. durante enero pasado), de Facebook, MySpace —hasta los suicidios de mañana se anticipan hoy en uno u otro— y hasta de una generación que le hace ascos al papel y solo saborea lo digital; pero también son tiempos de debacle económica.

No obstante, la tendencia al declive en el sector viene produciéndose, aunque lenta, continuadamente a lo largo de los últimos seis años, con impacto mayor, eso sí, a lo largo de 2008, incluso antes de la irrupción de la crisis.

Luego de 150 años de salida ininterrumpida, el periódico Rocky Mountain News, de Denver, publicó el 27 de febrero su última edición, luego de que su empresa matriz, E.W. Scripps, no hallara comprador.

Casi de forma simultánea, el propietario del San Francisco Chronicle dijo que venderá o cerrará el periódico si no logra recortar los costos drásticamente. Hearst Corporation aseguró que el Chronicle —el mayor periódico del norte de California— tendrá que efectuar despidos significativos para seguir a flote, indica el sitio Democracy Now.

Sin dudas, ya no es la época de El ciudadano Kane. El famoso rosebud (capullo de rosa) del viejo león del amarillismo no le sabría ahora igual entre tantas sacudidas.

Las «evaporaciones» del San Francisco Chronicle —perdió 50 millones de dólares en 2008— y el Rocky Mountain News, a las cuales debe unirse la del Seattle Post-Intelligencer y, probablemente, también la del Tucson Citizen, entran dentro de lo más fresquito del panorama en Estados Unidos.

Hace muy pocos días otras dos cadenas de periódicos (Philadelphia Newspapers y Journal Register Company), se acogieron al Capítulo 11 de la Ley de Bancarrota. La primera es dueña del Philadelphia Inquirer y el Philadelphia Daily News. La segunda posee 20 diarios, entre ellos el New Haven Register, de Connecticut.

Casi pegado a este anuncio se emitió otro: la empresa editorial McClatchy, propietaria del The Miami Herald, entre otras publicaciones, despidió este 9 de marzo a 1 600 empleados: el 15 por ciento de su fuerza laboral.

Dicha empresa, editora además del Sacramento Bee, el Fort Worth Star-Telegram, El Nuevo Herald y otros 26 cotidianos, transita hacia un proyecto híbrido de medios impresos y por internet, noticias y publicidad, al decir de su presidente, Gary Pruitt.

Más allá del Atlántico, tampoco está nada bien el sector, pero de ello hablaremos en próximo comentario.

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