Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Aclaración en el nuevo año

Autor:

Luis Sexto

Un lector ha puesto a mi nota del pasado Coloquiando —El rigor, ahora— un reparo que merece analizarse. Para ello, digo de paso, sirve el intercambio entre periodista y lector. Suele uno mejorar, profundizar a estímulo del diálogo. Y reconozco que tiene razón: el cincel y el martillo no son instrumentos válidos… porque válido no es resolver a golpes los problemas de Cuba.

Lamento no haber sido lo suficientemente claro. Mi intención no fue convocar una cacería de actitudes dañinas mediante la severidad de los castigos. Precisamente antes de recomendar el uso del cincel y el martillo, dije en el tercer párrafo de mi enunciado que cuando invocaba el rigor no incluía el aumento de las sanciones contra los culpables de omisión y acción negativa. Y aclaraba que ese concepto no correspondía a un enfoque político, y para mí está implícito que cualquier enfoque político, si lo es de verdad, no apela a las soluciones extremas. A la dureza como línea general acuden los enfoques impolíticos.

Pero como de política hablábamos permítanme, pues, insistir en mi pensamiento. Estamos de acuerdo en que determinada estructura social condiciona actitudes, conductas, modos de juzgar. Por tanto, si nos quejamos de los equívocos y torpezas de la mentalidad burocrática promovida por el abuso del ordeno y mando, de la verticalidad autocrática, es lógico que el tinglado ideológico y ético que la sustenta vaya reduciéndose según el modelo económico se actualice, es decir, vaya también horizontalizándose según se extienda y perfeccione el control popular sobre la gestión de la sociedad. Y cuando hablamos de readecuaciones conceptuales parece que nos referimos, pues, a anular la rigidez y la exclusividad de las decisiones provenientes de una «escalera de mando» burocratizada.

Pero mi intención, el pasado viernes, no se dirigía a denunciar las violaciones u omisiones que cierta mentalidad pasiva e indiferente cometía al descuidar sus obligaciones con los ciudadanos, sujetos y objetos a la vez de las acciones del gobierno socialista. Quise sugerir que el país no debe esperar a la actualización —palabra muy apropiada— de los fundamentos de la sociedad cubana, para empezar a ejercer el rigor, esto es, a exigir que las instituciones cumplan ceñidamente su papel. ¿No prevemos que si esperáramos a que la estrategia actualizadora se aplique en su totalidad, tal vez la mala hierba tupa todo el espacio? ¿No queremos orden, tranquilidad? ¿No necesitamos que el derecho se ejerza sin torceduras? ¿Acaso nos place el maltrato? ¿Apoyamos la impunidad? ¿El distanciamiento de algunos de cuantos, por ley y doctrina, han de estar junto a la gente?

Por tanto, el rigor —la exigente voluntad que proscribe la rutina, que descalifica a quien no merece calificar, que pide cuentas al que, estando obligado a rendirla, intenta escabullirse—; el rigor, que por esencia exige escribir a máquina con diez dedos y no con dos, necesita imponerse desde ahora, con el propósito de que no sea demasiado tardía la corrección. Es ese el rigor a que me refería en la nota pasada. Rigor que mida y priorice la inteligencia y la virtud. Rigor que no le conceda al mérito vigencia perpetua, sino le exija renovarse, actualizarse con hechos. Rigor, para que los mejores no tengan que abdicar del espacio y sea asumido por los menos aptos.

A ello me refería: a dejar de convivir con los problemas, para que no se repitan en la monotonía acuciante de lo que no debe pasar y sin embargo pasa, de modo que aludí a la metáfora del cincel y el martillo como instrumentos de creación y renovación. El martillo opera, además de para sacar clavos inútiles, para impulsar el cincel que desbasta, modela y rehace. De raíz.

Concluyendo, que el nuevo año nos abra el espacio para emplear cincel y martillo como armas principales de reconstrucción. Y gracias a mis lectores. Espero seguir manteniendo este diálogo en que el corazón se pone del lado de la patria y los valores que ella enarbola y necesita…

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