Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Foto de tres

Autor:

Luis Luque Álvarez

«¿Quién me puso delante a esa mujer tan fanática?», preguntó un irritado Gordon Brown a sus asesores, luego de ser interrogado por una electora sobre si los laboristas, de ganar los comicios legislativos del próximo 6 de mayo, detendrían a «esa manada de inmigrantes del este». Para infortunio del Primer Ministro británico, el micrófono estaba abierto, ¡y todo el mundo lo escuchó después en el noticiero!

Las disculpas no han valido de mucho. Su imagen cae en picada, y las encuestas lo ubican muy por detrás de sus rivales, el conservador David Cameron, y el líder de los liberales-demócratas, Nick Clegg, quien se ha echado en el bolsillo la simpatía de millones de británicos tras su buen desempeño en los tres debates preelectorales televisados.

Ahora bien, ¿cuál es el punto curioso? Que, aun en tercer lugar en los sondeos, el Partido Laborista puede acabar reteniendo a Brown en Downing Street número 10 (residencia del Primer Ministro). ¿Por qué? Por lo singular del sistema electoral. Recordemos que, mientras desde el Palacio de Buckingham la Reina solo «reina», el gobierno del país lo ejerce el partido político que más asientos gana en el Parlamento, y es de sus filas que sale el gobernante.

Para las elecciones, en cada distrito existen cuotas de votos. Una vez que uno de los candidatos obtiene los necesarios, el resto no se cuenta. Así, por ejemplo, puede que tres laboristas capten, en sus respectivos distritos, 20 votos imprescindibles cada uno, y diez votos de más, mientras un liberal-demócrata obtiene los 20 en el suyo, más otros 80, ¡que no le serán contados después al partido!, para decepción de sus votantes.

Al final, si todo se sumara correctamente, habría 100 votos liberal-demócratas y 90 laboristas, pero no es lo que sucede, así que estos tendrán tres diputados, y aquellos solo uno.

Es tal sistema el que Nick Clegg desea cambiar por uno proporcional: el partido que más sufragios coseche en general, más escaños gana. Y es una cruzada a la que Brown se suma ahora, prometiendo, si gana, un referéndum sobre el asunto.

Claro, los liberal-demócratas, que no toman sopa con tenedor, saben que es un guiño a ellos, pues los necesitaría en una eventual coalición de gobierno, y se preguntan por qué, en 13 años al mando, los laboristas no han movido un dedo al respecto. (Respuesta: porque de salir adelante esa reforma, la tradicional rotación del poder entre conservadores y laboristas pudiera quebrarse).

Pero dejémoslo aquí, pues lo más importante sigue siendo la crisis económica, y ahí todos tienen su receta. Según datos económicos de la BBC, Gran Bretaña llegará este año a un déficit de 178 000 millones de libras esterlinas (casi 272 000 millones de dólares) y ya exhibe una cifra de 2,5 millones de desempleados. Reducir el déficit es la prioridad esencial de los competidores, y mientras uno (Cameron) propone pasarle drástica cuchilla al presupuesto, otros (Clegg y Brown) dicen poder manejarlo con recortes del gasto y subidas de impuestos, sin afectar la salud pública ni la educación.

Otros puntos en los programas son la inmigración (Cameron establecería cuotas anuales de admisión para no ciudadanos de la Unión Europea, y Brown les aplicaría un régimen de puntos, así como un riguroso examen de inglés), la presencia militar en Afganistán (apoyada por ambos, pero criticada por Clegg) y la renovación del sistema de armas nucleares Trident (algo que los dos primeros desean, y que el liberal-demócrata ve como un gasto inútil).

Ya con las urnas a la vista, una cosa está clara: pese al esquema electoral vigente, los liberal-demócratas se han colado en la foto entre laboristas y conservadores, y se cree poco probable que alguna de esas dos fuerzas pueda gobernar sin ellos, por lo que evitan dispararles a bocajarro a quienes quizá convertirán en socios. Solo queda por ver si lo que brota de la tierra es una alianza Clegg-Cameron o una Brown-Clegg. Lo que sí parece seguro es que la hierba no será de un solo color.

Ni serán tan puramente aplicadas las aspiraciones electorales, ni tan sólido el próximo gobierno...

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