Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Repasar o re-pasar?

Autor:

Diego de Jesús Alamino

Efectivamente, después de la primera acepción de repasar que es: volver a pasar por un mismo sitio o lugar, viene la de volver a explicar la lección. ¿Qué está pasando que se ha tornado tan frecuente lo de volver a explicar la lección, digo, repasar?

Es natural que en un grupo de estudiantes existan particularidades individuales y diferentes reacciones ante el proceso de asimilación de los conocimientos que se les imparten. Para ello están prevenidos (preparados) los maestros, quienes tienen que dar atención a esas diferencias, ya sea para poner a los que presenten dificultades con el aprendizaje al nivel de las exigencias del grado, o para facilitar mayores avances a los que mejor aprenden.

Todo esto se debe hacer desde el aula y a través del estudio independiente, orientando tareas para la casa que deben ser chequeadas por los docentes para, de ese modo, evaluar y dar seguimiento al desempeño del estudiante. Esta dinámica de trabajo, que parece que funcionaba en otros tiempos, se ve últimamente alterada, pues ahora muchos niños, adolescentes y jóvenes de cualquier nivel de enseñanza «necesitan» que se les repase.

En las condiciones actuales del desarrollo científico técnico se vive lo que se ha llamado «explosión de la información». ¿Será que hay tantas cosas que explicar que el tiempo escolar no alcanza y entonces es estrictamente necesario contar con el ejército de repasadores que ya hoy está alistado?

Hay personas que se hacen esta interrogante y se responden en forma afirmativa. Otros dicen que antes con lo que se impartía en la escuela y con el estudio individual y colectivo (los equipos) les era suficiente a los estudiantes, amén de algunos «repasos» que siempre se programaban en la escuela antes de las pruebas. En este punto, es menester que acote que no tengo seguridad de que en las categorías que emplea la pedagogía esté conceptualizado lo que es un repaso, sino sistematización, consulta, consolidación, como es anunciado el sentido que tienen las clases de la TV para la preparación con miras a ingresar en la Educación Superior.

Siempre hubo «repasadores»; desde cuando la educación no era universal y gratuita se observaba en quienes podían gastarse el lujo de asignarle a su hijo una institutriz o alguien que le «machacara» los conocimientos al muchacho para hacérselos digeribles, lo que también entrañaba una especie de ostentación de la condición social.

Un hecho es evidente: no solo se produce hoy más información y se enriquecen continuamente las diversas ramas del saber, sino que los estudiantes están expuestos a nuevos y crecientes canales de llegada de datos, en una etapa en que tienen muchas interrogantes y comienzan a pulir sus herramientas para comprender el mundo en que viven. Así, proporcionar una atención individualizada a la asimilación de conocimientos y hacerlo sin dar la espalda al desarrollo integral del joven se convierte en un desafío incluso para los educadores más avezados.

Lo anterior nos llevaría a preguntarnos si será que la escuela no puede garantizar completamente el aprendizaje de los estudiantes y resulta imprescindible el repasador.

Cada joven y familia darán a esta incógnita su respuesta, pero solo una adecuada selección de los futuros docentes, la formación de mejores maestros y el consiguiente fortalecimiento de los claustros, así como la continuada apuesta por la calidad —entre otros factores— permitirá dejar atrás las insuficiencias que por años ha padecido nuestro sistema de enseñanza y colocarlo en condiciones de cubrir mejor cualquier expectativa.

*Profesor de la Universidad Pedagógica de Matanzas

 

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