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Ir a la universidad, ¿una opción más?

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

A solo horas de vivir uno de los momentos más importantes en muchas familias cubanas, el sueño queda relegado a fin de volver una y otra vez sobre los contenidos que pudieran medir si se está apto o no para obtener la carrera universitaria soñada, o como mínimo solicitada.

El proceso de ingreso a la Educación Superior entró en la fase que más nervios provoca cuando este martes, 6 de mayo, se realizó el examen de Matemática.

Y utilicé el término de muchas familias por temor a caer en uno de los pecados del periodismo: no ser objetiva y concisa. Basta con revisar en retrospectiva las cifras de estudiantes que apuestan por ingresar mediante la realización de pruebas de ingreso para confirmar que
decrecen los aspirantes de un año a otro.

Sancti Spíritus no es excepción. En este 2024, alrededor de 700 estudiantes están inscriptos para presentarse a las tres pruebas obligatorias. En 2022, fueron más de 900 y, en 2023, cerca de 800. Basta también recorrer los preuniversitarios y lanzar dos o tres preguntas para chocar de frente con las causas por las que predomina el signo de menos y no el de más.

La inestabilidad de profesores en los grados que anteceden al duodécimo, en los que se imparte más del 90 por ciento del contenido a evaluar en los referidos exámenes; la poca divulgación de otras vías de ingreso; la escasa motivación, porque se conoce que hay más plazas que demandantes, y el no asumir como modelo a seguir a quienes cursan estudios universitarios figuran entre las principales razones de quienes prefieren cerrar la etapa del pre y conquistar otros horizontes, donde encuentran una mejor y más rápida remuneración económica.

Sean cuales sean los argumentos, preocupan, sobre todo, cuando Cuba envejece, aceleradamente, y la mano de obra de su futuro no puede dar la espalda a la superación, la ciencia, los aprendizajes que solo se encuentran en las aulas de la Educación Superior.

Tampoco flexibilizar los modos de ingresar a las casas de altos estudios resulta la mejor solución. Exigir que ingresen quienes realmente demuestren estar preparados ha de continuar como prioridad.

Claro que esa necesidad no niega la máxima impulsada por el propio Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, de «garantizar que toda la población pueda acceder a la universidad». Por ello la opción de la municipalidad, siempre y cuando no se comprometa la calidad en la formación, puede ser una vía tentadora.

Y mucho más en tiempos tan complejos, en los que no todas las familias pueden sostener estudios universitarios contra precios estratosféricos en alimentación, transporte y otras dificultades.

De igual forma, se pudiera atraer talento a las aulas de la Educación Superior si crecen muchas más carreras en el Curso por Encuentros y A Distancia, a fin de que puedan solventar sus propias necesidades.

Son muchas las asignaturas pendientes en este tema, que incluso se extienden a implementar políticas concentradas en los profesionales del sector educativo para que no emigren y se sientan más motivados a protagonizar la formación integral de sus estudiantes, así como urge avivar con metodologías más efectivas a los talentos que hoy coexisten en todos los niveles educativos.

Que ir a la universidad sea una oportunidad y no «una opción más» también implica lograr la continuidad y terminación de quienes sí aceptan dar el paso hacia una institución que, más que saberes científicos, ofrece conocimientos para enfrentar mucho mejor la vida. Pero ese tema queda en agenda para otros análisis.

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