La escultura No violencia o El arma anudada, del artista sueco Karl Fredrik Reutersward, se encuentra en la entrada de la sede de la ONU en Nueva York. Ella representa ese mundo de paz necesario al que todavía aspiramos y no logramos sostener.
Cada 2 de octubre, cuando celebramos el Día Internacional de la No Violencia, en homenaje al líder pacifista Mahatma Gandhi, nos invita a la reflexión más profunda de que vale la pena desmontar las escenas dantescas de metralla y plomo para no habitar, al fin, en un mundo desalmado. La paz siempre será el camino, la razón y el impulso que nos guie.
El ejemplo de Gandhi y su resistencia pacífica transformó la historia y sigue inspirando a movimientos sociales de todas partes. Se trata de un ser emblemático que, más allá de su simbolismo universal, sembró para siempre la conciencia del respeto y las utopías posibles.
El concepto de la no violencia, tal como lo definió Gandhi, va más allá de la simple ausencia de violencia física, e implica diálogo, justicia social, empatía y el compromiso consciente de evitar cualquier daño, incluso en el pensamiento y en las acciones cotidianas.
Llamó a esta práctica «fuerza de la verdad», una estrategia basada en el amor y el respeto hacia todos los seres humanos, que busca generar cualquier tipo de cambios mediante la resistencia pacífica y el diálogo.
La instauración del Día Internacional de la No Violencia busca subrayar la importancia de incorporar, adoptar y difundir estrategias para construir sociedades inclusivas y respetuosas, en las que los derechos humanos sean efectivamente protegidos, para así evitar los complejos escenarios que persisten hoy día: conflictos armados, violencia de género, homofobia, racismo y otras formas de discriminación.
Es importante recordar y entender que la no violencia es un instrumento de transformación social, política y cultural, que también nos pone frente a la necesidad de actuar con responsabilidad personal y colectiva.
Adoptar la no violencia es elegir la fuerza que no destruye, sino que une y transforma, y es una responsabilidad colectiva hacia un futuro en que la justicia y la paz sean la base de convivencia humana.
Tal vez lo más complejo, en un mundo atravesado hoy por un genocidio como el que lleva adelante Israel contra el pueblo palestino, sea justamente alcanzar una paz completa y justa. Pero a eso debemos aspirar inexorablemente todos los seres humanos de bien. Que la no violencia, en todos los ámbitos, no se convierta en quimera, sino en realidad tangible y práctica.