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Una tormenta solar que hizo historia

La fulguración solar de 1859 fue registrada como la más potente de la historia. Durante el pico de intensidad provocó fallos telegráficos en toda Europa y Estados Unidos

Autor:

Mayte María Jiménez

En el año 1859 hubo una gran fulguración solar, registrada como la más potente de la historia. El pico de intensidad fue los dos primeros días de septiembre, y provocó el fallo de los sistemas de telégrafo en toda Europa y América del Norte.

Los primeros indicios de este incidente se detectaron a partir del 28 de agosto de 1859, cuando por toda Norteamérica se observaron auroras boreales.

Se vieron intensas cortinas de luz, desde Maine hasta Florida. Incluso en Cuba los capitanes de barco registraron en los cuadernos de bitácora la aparición de luces cobrizas.

En aquella época los cables del telégrafo —que había empezado a funcionar en 1843 en Estados Unidos— sufrieron alteraciones y cortocircuitos que provocaron numerosos incendios, tanto en Europa como en Norteamérica. Se observaron auroras en zonas de baja latitud, como Roma, Madrid, La Habana y las islas Hawai, entre otras.

El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, donde provocaron las extensas auroras boreales.

La gran tormenta de 1859 fue precedida por la aparición, en el Sol, de un grupo numeroso de manchas solares cercanas al ecuador solar, casi en el momento de máxima actividad del ciclo solar, de una magnitud tan grande que se podían ver a simple vista, con una protección adecuada.

En el momento de la eyección de masa coronal el grupo de manchas estaba frente a la Tierra, aunque no parece que sea necesaria tanta «puntería», porque cuando la materia coronal llega a la órbita terrestre abarca una extensión de 50 millones de kilómetros, miles de veces la dimensión de la Tierra.

La intensa fulguración de 1859 liberó dos eyecciones de materia coronal. La primera tardó entre 40 y 60 horas para llegar a la Tierra, mientras la segunda, liberada por el Sol antes de que se llenase el vacío dejado por la primera, solamente tardó unas 17 horas.

La primera eyección iba acompañada de un intenso campo magnético, según datos de los magnetómetros de la época. Esta etapa quedó registrada en los magnetómetros de superficie como un inicio brusco de actividad, pero no tuvo otros efectos.

Al principio apuntaba al Norte, pero después de 15 horas en lugar de reforzar el campo terrestre se oponía al mismo.

Esta oposición liberó gran cantidad de energía, que comenzó a interrumpir las comunicaciones telegráficas y formar auroras boreales, hasta pasados uno o dos días, en que, una vez que el plasma pasó más allá de la Tierra, dejó que el campo magnético de nuestro planeta volviese a la normalidad.

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