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Cibercondriacos por la web (I)

Utilizar Internet y otros medios digitales para autodiagnosticarse e incluso automedicamentarse se ha convertido en un problema de salud de dimensión mundial

 

Autor:

Amaury E. del Valle

Los médicos cubanos poco a poco comienzan a enfrentarse a las manifestaciones de un viejo fenómeno, el autodiagnóstico, que ahora se ve estimulado por el acceso creciente de muchas personas a Internet y otros recursos de las nuevas tecnologías, como las enciclopedias digitales.

Cada vez es más frecuente, según muchos especialistas, que lleguen personas a las consultas con un cartapacio de páginas web impresas, donde se describen decenas de enfermedades, reales o no, que dicen sufrir los pacientes.

El fenómeno pudiera considerarse que no es totalmente negativo, si se toma en cuenta que los galenos obtienen mediante esta vía alguna información actualizada sobre síntomas, manifestaciones o tratamientos. Sin embargo, en no pocas ocasiones obstaculiza su trabajo e incluso actúa como una presión adicional para que se indiquen pruebas a veces innecesarias.

Hay una cara más negativa todavía, y es cuando el supuesto enfermo, sin consultar a ningún doctor, decide automedicarse, y en no pocos casos agrava su estado o se provoca realmente una dolencia.

Desde el año 2000 en el mundo muchos doctores, sicólogos y psiquiatras se han interesado en esta problemática, e incluso se ha designado con el nombre de «cibercondría», aludiendo a una nueva manifestación de la hipocondría, esta vez agravada por el abuso de Internet y las nuevas tecnologías.

Ascultarse con el mouse

Un estudio internacional realizado por Sanitas, una empresa transnacional de seguros médicos, analizó el uso de Internet con fines de salud entre más de 12 000 personas de España, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, México, Rusia, China, Brasil, Estados Unidos, Australia e India.

La investigación reveló que entre un 70 y un 80 por ciento de las personas en estos países usa la red de redes para buscar información médica, desde síntomas, padecimientos, tratamientos, hasta centros asistenciales e incluso medicamentos.

Entre los españoles, por ejemplo, el 72 por ciento lo hizo de forma ocasional y un 12 por ciento habitualmente, mientras que una tercera parte reconoció recurrir a la red para autodiagnosticarse.

No fue el país más preocupante, ya que el 76 por ciento de los rusos y el 58 por ciento de los estadounidenses y británicos también buscan información en la web que les ayude a realizar un autodiagnóstico.

Lo peor es que seis de cada diez usuarios de la red se centraron en las indagaciones sobre medicamentos, mientras que solo el 43 por ciento lo hizo para reservar citas médicas y un 36 por ciento para buscar experiencias de otros pacientes con los que comparte enfermedad.

El tema ha penetrado incluso en redes sociales como Facebook o Twitter, donde han comenzado a nacer grupos de asociados por tener determinados padecimientos, algo positivo si se trata de compartir experiencias y buscar apoyo, pero muy negativo si entra en estos quien en realidad no padece de eso, y está obsesionado por autoenfermarse.

La magnitud de esta problemática es tal, que una indagación realizada por Google para mejorar su motor de búsqueda, reveló que diariamente entre el dos y el cinco por ciento de las exploraciones se referían a temas de salud, mayoritariamente a síntomas y medicamentos.

Esta realidad ha llevado a que muchos galenos señalen la «cibercondría» como un mal real del siglo XXI, descrito como un desorden de personalidad donde el paciente busca sus síntomas en la red y con la información obtenida se automedica o autodiagnostica, según explicó a la BBC el doctor y experto en computadoras Trefor Roscoe.

Por su parte, Mike Stone, directivo de la Asociación de Pacientes de Inglaterra, advirtió a través de este medio que la búsqueda de información médica en la red se ha convertido en un arma de doble filo, ya que incluso los que están realmente enfermos a veces cifran sus esperanzas en tratamientos experimentales o caen en manos de curanderos, lo que agrava su estado.

Infartos virtuales

Se calcula que la hipocondría supone una pérdida aproximada de 20 000 millones de euros anuales en recursos médicos, solo en Estados Unidos, según publicó la revista Time, citando fuentes médicas de este país.

En muchas ocasiones este trastorno, según Arthur Barsky, psiquiatra del Colegio de Médicos de Harvard, se agudiza cuando los pacientes van a la web y encuentran nuevas patologías de las que nunca habían oído hablar y descubren aspectos hasta ahora desconocidos de viejos males, asumiendo que ellos también los sufren.

Así, cosas tan sencillas como un dolor de cabeza, una tos persistente o molestia en el pecho, que pueden deberse a una simple gripe, al cansancio o estrés e incluso a malas posiciones al dormir, al «pasarlos» por la web pueden convertirse en infartos, gripe aviar o cuanta rara enfermedad encuentren estos hipocondriacos virtuales.

Según Brian Fallon, neuropsiquiatra de la Universidad de Columbia, la hipocondria tiene aspectos comunes con el trastorno obsesivo compulsivo (OCD), pues ambas patologías incluyen pensamientos preocupantes, la necesidad de encontrar consuelo y la intolerancia a la incertidumbre, algo que es agravado cuando los obsesivos comienzan a leer múltiples experiencias de quienes realmente tienen afectada su salud, y las asumen como propias.

Exámenes excesivos, abarrotamiento de las consultas, desesperación de los clínicos, insatisfacciones o malas opiniones infundadas, e incluso maltratos a los médicos, acusándolos de incompetentes o indolentes, se han vuelto frecuentes en los cuerpos de guardia y consultas, cuando no se les «presta atención» a los cibercondriacos.

Googledoctor vs. duralgina

Si usted teclea en Google una búsqueda bajo los términos «dolor en el pecho» posiblemente encuentre referencias a más de 14 millones de páginas; si lo hace sobre «hepatitis C» serán 23 millones, y de «síntomas de infarto» tendrá otras tres millones de web.

¿Cómo discernir entonces cuál tiene la información correcta?

Aunque existen algunos métodos más o menos fiables para saber en qué confiar, el más seguro siempre será no autodiagnosticarse y mucho menos automedicamentarse, sino acudir a un especialista de inmediato.

La mayoría de los expertos sugieren que lo más factible es utilizar Internet para aumentar la información sobre una enfermedad cuando ya se cuenta con un diagnóstico hecho por un terapeuta, lo cual incluso puede ayudar a este paciente a mejorar su tratamiento.

Para no perder tiempo ni recursos, es mejor recurrir a las páginas web de los grandes hospitales o centros de investigación, así como a las de sociedades de especialistas o asociaciones de enfermos de determinados males, que generalmente son más responsables en la información que ofrecen.

Existen hasta sellos de calidad para las páginas de contenido médico en la red de redes, como HON Code (siglas de Health on the Net Code, en inglés) establecido en 1995 bajo el auspicio del Ministerio de Salud de Ginebra, Suiza, y disponible en 26 idiomas, que certifica las webs médicas de mayor prestigio en Internet.

Los doctores también pueden ayudar a los pacientes, fundamentalmente los especialistas, recomendándoles sitios donde pueden encontrar información confiable y hasta consejos sobre los padecimientos que tienen, para lo cual es imprescindible que estén preparados.

El respeto al conocimiento y la preparación ajena, el uso responsable de la red de redes, y no dejarse tentar por quienes han encontrado en los diagnósticos virtuales otra forma de negociar con la vida, son prácticas imprescindibles para evitar enfermarnos nosotros mismos o agravar el estado de algún familiar o ser querido que tenga realmente comprometida su salud.

Internet ayuda, pero no cura. Google no es un hospital. La web, el mouse o el teclado no podrán nunca sustituir a un médico.

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