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Que el amor no mate al deseo

Cada vez más parejas confiesan no sentirse motivados por la práctica sexual, aun cuando disfrutan la convivencia, y esa falta de pasión les preocupa o decepciona. Los trucos para despertar el deseo son infinitos y no hay recetas universales

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila
Son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. Miguel de Cervantes

Una de las paradojas más inquietantes de la vida moderna es ver cómo el amor entre dos personas puede ahogar al deseo erótico que los unió inicialmente. Dicho de otro modo: cuanto más adentro lleves a tu pareja en el corazón más riesgo corres de alejarla de tus fantasías sexuales.

Es algo visible en estadísticas cubanas y de otros países: cada vez más parejas confiesan no sentirse motivados por la práctica sexual, aun cuando disfrutan la convivencia, y esa falta de pasión les preocupa o decepciona.

Durante décadas, la llamada terapia sexual se centró en resolver conflictos comunicativos, mejorar el desempeño biológico o fomentar el respeto, pero apenas se entrenaba a las personas en el goce de sus cuerpos porque se creía que el erotismo era un resultado lógico de la intimidad.

Así lo reconocieron especialistas de varias naciones con quienes Sexo Sentido tuvo la oportunidad de intercambiar criterios en el pasado congreso cubano de Sexología.

Ciencia del deseo

La preocupación científica por la falta de apetito sexual no es nueva, aunque ahora se exploren medios diferentes para resolverla. Una de estas es la llamada Ciencia del deseo, tema que apasiona al máster Francisco Cabello, presidente de honor de la Sociedad Española de Sexología.

Esta ruta científica (cuyos orígenes se ubican a mediados del siglo pasado) busca modelos para explicar la «química» sexual entre personas, ver cómo la intimidad potencia o frena esas descargas hormonales y qué puede hacerse desde la terapéutica para rescatar el apetito perdido.

Ver el deseo como etapa primaria de la respuesta sexual humana fue una propuesta de la sexóloga Helen Kaplan, ya fallecida, cuyo nombre lleva un prestigioso instituto internacional ubicado en España. La actual directora del Instituto Kaplan, Miren Larrazábal, asegura que desear un buen sexo es tan legítimo para los hombres como para las mujeres, cualquiera sean su edad y experiencia, y nadie tiene que renunciar a ello por consideraciones ajenas.

Pero los inductores del deseo responden al contexto sociohistórico al que pertenece el individuo en cuestión, afirma Cabello, ya sean los internos (sueños y fantasías sexuales) como los externos, percibidos por nuestros cinco sentidos: vista, olfato, tacto, oído y gusto.

Según la doctora Larrazábal, amamos de adultos como nos amaron durante la infancia, y por eso algunas personas son tan inseguras que terminan matando el interés de sus compañeros sexuales una y otra vez.

Plenitud llama placer

El amor puede ser el ingrediente más delicioso de la mezcla erótica, pero no es imprescindible amar a alguien para desearle física y emocionalmente, mucho menos para desear el sexo en abstracto (con cualquier persona), por puro placer y sobre todo por el bienestar físico y mental que aporta ese despliegue de nuestro erotismo, coinciden nuestros entrevistados.

Para la belga Esther Perel, antropóloga y terapeuta sexual, la ilusión de que una misma persona te ofrezca seguridad y pasión, aventura y confort, nace con el romanticismo de la era moderna: «Antes el matrimonio era una alianza práctica, un proyecto más económico que amoroso. Las necesidades materiales y emocionales eran distribuidas entre varias personas: padres, pareja oficial, amantes, amistades, correligionarios, prole numerosa…

«Ahora solemos depositar todas esas expectativas en nuestra pareja, quien a su vez nos devuelve las mismas exigencias en un proceso que puede llegar a ser asfixiante cuando se suman otras metas sociales», afirma la experta.

El ideal romántico promueve la fusión de la pareja, borra los límites internos y trata de excluir la individualidad, pero en la práctica se hace evidente que «la cama sigue reglas distintas a las de la cocina», como afirma Esther.

Deseamos más a nuestra pareja si la vemos como ser pleno, independiente, libre de nuestras necesidades: en su medio de estudio y trabajo, cuando despierta el interés de otras personas, al salir del baño, tras una separación temporal…

La fusión extrema mata al deseo y a veces abre el camino a la infidelidad: el amor busca cercanía, pero el deseo necesita distancia y oxígeno para respirar. «Si te sientes a cargo del bienestar de tu pareja puedes amarla mucho, pero eso no te hará verla sexy», afirma ella. Por eso hay que lograr tensión para que se mantenga el interés.

Los trucos para despertar el deseo son infinitos y no hay recetas universales. Cada quien desarrolla sus propios recursos para atraer a los demás, y si bien los años dificultan los más probados, a cambio te ofrecen otros más novedosos y refinados.

Todo es cuestión de observar, respetar, fantasear un poco, sentir la vida en toda su plenitud… y desear mucho para ser siempre deseados.

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