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Cubalse contra indisciplinas

El pasado siete de enero esta columna reflejó la carta de la lectora Mabel Pérez Filtres, acerca de una tendencia que ella viene observando en el comercio minorista en divisas: la interrupción del servicio por períodos prolongados como consecuencia del almuerzo o simplemente de que las dependientas van a realizar otra actividad, que el cliente desconoce.

En su queja, Mabel relataba que el 16 de diciembre de 2006, en la tienda DITA, de 10 de Octubre y Calzada de Luyanó, en la capital, tuvo que esperar 40 minutos para entrar al mercadito, pues justamente cuando llegó la cajera y la empleada de la puerta iban a almorzar.

Mabel estaba apuntando a un fenómeno que se ha ido generalizando en tiendas que tienen horarios para nada extendidos, y por ello deben garantizar el necesario almuerzo de sus trabajadores sin afectar el servicio.

Ahora me escribe José Hugo González Rodríguez, vicepresidente comercial de Cubalse, entidad a la cual pertenece ese establecimiento. Y el mismo señala que a raíz de lo publicado se comunicaron con Mabel y se investigaron las causas del problema que causó molestias a la cliente.

Señala el directivo que en la cinta auditora de la caja registradora de esa tienda se pudo precisar que transcurrieron 24 minutos sin operaciones, «por lo que la consumidora tiene razón para estar insatisfecha». Además, pudieron comprobar que ello ha ocurrido en otras ocasiones.

«Con los elementos de que se dispone, apunta José Hugo, es evidente la falta de organización y supervisión de la calidad del servicio por los directivos de la unidad. Se decidió aplicar medidas disciplinarias al gerente, jefe de piso, y a las dos cajeras del mercadito, consistentes en amonestación pública, con excepción del gerente, que está pendiente del análisis en la Comisión de Cuadros».

Además, agrega el vicepresidente, en todos los casos se aplicó la suspensión del estímulo laboral por un mes.

Refiere el funcionario que lo publicado se debatió el pasado 9 de enero en el consejo de dirección de la Sucursal de Ciudad de La Habana de Cubalse, y con los comerciales de las tiendas Meridiano.

Se emitió una carta circular con el contenido del caso, y las orientaciones para su análisis con los trabajadores de todas las unidades, «a los efectos de que sirva como experiencia e impedir que se produzcan indisciplinas como la señalada».

Y la Dirección de Protección al Consumidor de la Casa Matriz lo envió a todas las provincias para que se discuta con igual propósito.

La segunda carta la envía Rosa Amelia Enríquez, de calle Delicias número 202, entre Remedios y Quiroga, en Jesús del Monte, Lawton, en el municipio capitalino de 10 de Octubre.

Cuenta la remitente que su vivienda hace esquina, y solo hay un colector de basura, por lo cual se forma allí un basurero enorme cuando el carro de la basura se demora en pasar.

La situación se reitera, asegura, y cuando llegan con el equipo cargador frontal «acaban con todo, rompen el contén, la acera, parte del jardín».

Precisa que han llegado muy cerca del muro de su casa. Y por ello Rosa Amelia puso dos vigas de parachoque, y ya hay una casi derrumbada.

«Quienes manejan los equipos solo arrasan, y no les importa lo demás. Uno se sacrifica, porque todo cuesta mucho, trata de arreglarlo, y cuando vuelven es a desbaratar de nuevo. Y todo es muy normal», refiere.

Rosa Amelia vaticina que «si siguen así, rompiendo y acabando, van a echar abajo el muro de mi patio y tampoco lo van a arreglar. Es una falta de respeto, de disciplina y de todo».

Este redactor se pregunta muchas más cosas. Esto es inconcebible puesto que una entidad estatal —se supone que sea Comunales— está obligada a realizar sus funciones preservando y cuidando el patrimonio de los ciudadanos. Y si los ha afectado de alguna manera, debe corresponderles en tal sentido.

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