Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Correo a Correos

Desde una montaña de cartas podría remitirse este correo. Desde un Turquino de angustias que recalan en Acuse y otras voces que se duelen de los mismos tropiezos.

Algo falla en Correos de Cuba y en el entorno organizativo en que funciona. Hoy traemos un manojo de cartas con sabor decepcionante.

Burla, desfalco, ira

En su largo mensaje Rafael Cuenca Reyes pasa de la urgente reclamación de una pérdida a la reflexión. Todo parte del canibalismo de que fue víctima un bulto postal que le enviaron a su suegra, Virginia Jacas Jiménez, desde Estados Unidos. La mujer, que habita junto a Rafael en calle C nro. 60, entre M y 4ta., reparto Ampliación de Terrazas, Santiago de Cuba, debía recibir en el paquete varios accesorios electrónicos, entre ellos dos memorias flash de ocho y cuatro gigabytes.

El 23 de enero de este año avisaron a Virginia de que su envío estaba en la unidad postal correspondiente, en la Ciudad Heroína.

«Mi cuñado fue a recogerlo —cuenta Rafael—; y, ¿sabe usted qué contenía la caja? Un pomo plástico de detergente líquido, un jabón de baño de 15 centavos, el estuche roto donde estaba una de las memorias (...), un jabón de lavar de 45 centavos, una lata de refresco y un delineador de maquillaje viejo y seco».

Enfatiza el remitente que en el momento de la entrega, la caja «tenía el sello oficial de Correos y estaba envuelta con la precinta que usa la empresa. En la receptora de Correos en Santiago, la compañera Magdalena planteó a mi cuñado que ella fue quien puso el sello y la precinta, sin revisar el contenido, pues tenía una “circular” que le prohibía hacer dicha revisión».

De existir esta circular, comenta Rafael, sería un perfecto instrumento para amparar el robo. Además, lanzando la pelota para otra cancha, muchas veces los problemas quedan en tierra de nadie, advierte.

Una interrogante se hace este cubano en los últimos párrafos de su denuncia: «¿No hay humana manera de ponerle coto al robo? ¿Es que no somos capaces de hacer que las cosas funcionen bien; sobre todo las de este tipo que no dependen de petróleo, ni de tecnologías u otros recursos materiales, sino de los valores que solo el Socialismo es capaz de formar en los hombres y mujeres de nuestra sociedad?».

Lourdes, Leticia, Berta, Arisleibis...

¿Cuántos coterráneos no se sentirán identificados con las penas que golpean a Virginia, Rafael y su familia? ¿Acaso no sabrá de estos males Lourdes Cila Díaz Moya (Calle 1ra. nro. 2, entre 22 y Ave. Cap. Urbino, Rpto. Libertad, Holguín)? A ella, de ocho piezas de vestir, un teléfono celular y un par de zapatos Adidas, que venían en su paquete (marcado con el código RR217344592ES), solo le llegaron cuatro pulóveres.

¿Qué pensará Leticia Centelles Badell (Avenida 57 nro. 9611, entre 96 y 98, Marianao, Ciudad de La Habana), que después de reclamar, supo el 28 de febrero de 2009 que su bulto, también remitido desde España, se había perdido?

¿Con qué desencanto leerá estas líneas Berta María Fandillo Cossío (19 nro. 1077, entre 12 y 14, Apto. 2, El Vedado, Plaza de la Revolución), de 78 años, quien desde el 30 de julio de 2008 llama y visita unidades postales capitalinas en busca de recuperar las cosas del paquete (LC 270942390D US) que nunca vio?

Seguramente la doctora Arisleibis Gutiérrez Enríquez (Carretera Central, km 47 y medio, Edif. 4, Apto. D6, San José de las Lajas), que ha sufrido desfalcos en los envíos a su familia desde Timor Leste, no crea más en la empresa...

Tantas voces. Tantas historias.

Y cuando llega una respuesta, como la que nos envía el licenciado Eliécer Blanco, presidente de Correos de Cuba, en la que admite las «fundadas razones» de un caso publicado aquí el 11 de marzo último, uno no puede disminuir mucho su desconcierto.

La misiva del Presidente de la Empresa reconoce que Erlén García Gómez fue víctima de un «hurto que se encuentra en proceso de esclarecimiento y procesamiento judicial».

También afirma que «en investigación de esos casos, se comprobó que un grupo de trabajadores participantes en diferentes niveles del proceso tecnológico del Servicio Postal, actuando en concierto y comportándose como vulgares delincuentes, se asociaron entre sí para violar las normativas y los controles establecidos con el fin de sustraer artículos de los bultos postales, incluyendo el ocultamiento de las reclamaciones que los destinatarios formulaban ante la entidad».

Y uno agradece la respuesta. Y las medidas que se deriven. Pero ¿cómo pensar, desde Correos de Cuba y otras instancias, sentidos, estructuras que arranquen de raíz este mal crónico?

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