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Historia de una ventana rota

Fue el pasado 7 de junio, aproximadamente a las 10:00 de la mañana: un camión grúa de la Organización Básica Eléctrica del Cerro, con chapa HVA 466, transitaba en sentido contrario a la circulación de la calle Velázquez, entre Infanta y Cruz del Padre. Y al realizar una maniobra, un poste de madera que llevaba en su parte trasera se proyectó contra la vivienda de Idania Bárbara Valencia, en Infanta 1665, entre Velázquez y Zequeira, en el propio municipio capitalino.

El daño se concentró en una ventana de la habitación donde dormía la hija de Idania, quien se atemorizó al sentir el gran impacto. La ventana fue desempotrada de la pared, el acero se partió y se rompieron los cristales de la misma.

Idania y su esposo, que se encontraban trabajando, fueron localizados rápidamente por la hija, que en ese momento no fue auxiliada por los comisores, pues, según la propia remitente, estos continuaron tranquilamente su avance, pensando que no había nadie en esa casa.

En medio del inconveniente, Idania es capaz de comprender que fue un accidente. Lo que sí no entiende es lo que sucedió posteriormente, porque quien rompe, debe pagar y bien. Con la calidad y el fundamento requeridos. Y ni el conductor ni nadie más de dicha entidad se presentaron en la vivienda para interesarse por los daños ocasionados.

Al llegar unos minutos más tarde, el esposo de Idania se personó en el lugar donde laboraban los del camión, y contactó con el chofer para que respondiera por lo ocurrido. Y este argumentó que no podía abandonar su puesto de trabajo, pues era el jefe de la brigada que se encontraba montando el mencionado poste; por lo cual, sería su jefe quien iría cuando pudiera hacerlo.

A las 11:30 a.m., al ver que nadie de la OBE se presentaba en el lugar de los hechos, el esposo de Idania se personó en las oficinas de la entidad, para solicitar la presencia de alguien que diera la cara por los hechos. Y le comunicaron que ya irían.

A las 2:00 p.m., los afectados llamaron de nuevo y les dijeron que ya tenían conocimiento del caso, que siguieran esperando, pues el jefe iría. A las 4:00 p.m., sin respuesta alguna y aún con el sitio debidamente preservado, el esposo de Idania se presentó en la Cuarta estación de Policía, para realizar la denuncia de los hechos. Y allí le aconsejaron que antes de hacerla firme, fuera al sitio donde se encontraban trabajando los infractores, acompañado de un agente del orden público, para tratar de persuadirlos de que respondieran por lo que pasó y asumieran los daños, pues serían más breves los trámites.

Al fin, con esta variante, el jefe del chofer infractor se presentó en la casa a comprobar los daños y se comprometió a mandar una brigada de mantenimiento al día siguiente, para la reparación de la ventana.

Pasaron dos días sin que nadie apareciera. Y en casa de Idania siempre estuvo alguien en espera, mientras iban a la OBE y recibían la misma promesa. Por fin, el 10 de junio en la mañana se llevaron la ventana, con el compromiso de devolverla reparada esa tarde, o al siguiente día.

Relata Idania que no pasó un solo día desde entonces sin que ellos llamaran para interesarse por la dichosa ventana. Y fue el 15 de junio que lograron contactar y les dijeron que ya la ventana estaba reparada, y se la llevarían.

El 16 de junio se apareció en casa de Idania un enviado de la OBE a dejar la ventana en el siguiente estado: reparada la parte de soldadura, sin pintar, y mucho menos con la disposición de montarla.

«Pienso que mi relato, apunta Idania, sirva para al menos realizar un llamado crítico a funcionarios y personas involucradas en hechos como estos, para que otros ciudadanos de este país no sufran y padezcan las mismas negligencias que nosotros, quienes casi al borde de un ataque de nervios al contemplar la indolencia y la falta de humanización a la que nos encontramos expuestos, nos sentimos impotentes».

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