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Lo de nunca acabar

El 18 de abril de 2023, desde La Hata, municipio habanero de Guanabacoa, Raidel San Martín denunció violaciones sonoras del centro cultural La Padova y varios negocios privados cercanos. En la carta, suscrita por vecinos, contó que a su hijo, con trastornos del espectro autista, le afectaba la contaminación sonora.

Hablaron con la delegada del Poder Popular, decía, y se quejaron con la directora de La Padova. Reclamos a la Policía, que iba y llamaba la atención, y al otro día todo seguía igual. El 6 de abril vecinos se quejaron ante la PNR y el Partido municipal. Y enviaron cartas al Partido municipal y provincial, a la Asamblea Nacional del Poder Popular y a los ministerios de Justicia y Cultura.

Los excesos llevaban más de un año. La Padova abrió una discoteca en un local sin insonorización. Los negocios privados contiguos vendían bebidas alcohólicas 24 horas, y concurrían autos y motos que atormentaban con la música y ruidos.

Nadie respondió. Y el 4 de julio Raidel volvió aquí para contar que tras lo publicado, funcionarios municipales lo visitaron. Y con una investigación, el Consejo de la Administración Municipal acordó reducir el tiempo de servicio de esos centros, no contaminar el ambiente sonoro, sobre todo de noche, y controlar el consumo de alcohol.

Pero ante el aviso de uno de ellos de que volverían a abrir las 24 horas, Raidel escribió a la Intendente municipal, quien aclaró que no lo habían
autorizado, pero tal vez se hiciera con el nuevo proyecto.

Tampoco recibí respuesta entonces. Y el 6 de agosto, volvió Raidel: Contó que seguían las violaciones, luego de mes y medio de paz más o menos. Autos y motos de nuevo, consumo de alcohol en la vía y música en exceso.

El 20 de octubre pasado, tras más de seis meses de la primera queja, respondían Yosleidy de León y Dayamí Tamayo, intendente y viceintendente, respectivamente, de Guanabacoa. Decían que el 20 de abril la Viceintendente visitó a Raidel, quien reiteró su queja. Ese día, hubo encuentro con siete propietarios de cafeterías, a quienes se les recordó el horario convenido de 12 horas, el nivel de decibeles de la música y la disciplina requerida. Y La Padova se cerró para crearle las condiciones necesarias.

Días después, ante queja de Raidel por la cafetería El Gustazo, pues los asiduos ponían música muy alta aunque la unidad no tiene equipo sonoro, se citó al propietario ante la Intendente, la Viceintendente y la Directora de Inspección Municipal, y se precisó que no debía exceder las 12 horas abierta.

El 4 de mayo, en inspección conjunta de Finanzas y Precios e Inspección Municipal a la unidad Nonna Vana, se constató que la música tenía volumen adecuado, y había un ambiente sano y tranquilo. Y el 9 de mayo se hicieron encuestas en la comunidad, que arrojaron de manera general satisfacción de adultos y menores.

Se le notificaron a Raidel los resultados. Se dio el caso con razón y solucionado, y él expresó su gratitud. Él se  mantuvo en comunicación con la Intendente, y  agradeció la disciplina y tranquilidad allí.

El 9 de agosto un equipo multidisciplinario visitó a Raidel, quien alegó que el problema de La Padova fue solucionado, y solo le preocupaban los vehículos que se detenían allí con música alta. No obstante, continuaban el patrullaje en el área y el control de los inspectores.

Escribe ahora Raidel e indica que lo ganado duró poco: «Son las 2 y 45 a.m. y mi niño está despierto muy alterado, al igual que mi esposa, y sin descansar. Estamos esperando a que termine “la actividad cultural” de La Padova, que se ciñe a ruido y bastante alcohol.

«Hemos vuelto a denunciar el caso ante el Gobierno Municipal y su Comisión, la misma que se ha presentado en casa en par de ocasiones prometiendo paz a los vecinos, la que nos prometió que la música no molestaría más, que se insonorizaría dicho centro.

«No creo que quede ya confianza. Los demás vecinos han tirado la toalla, se han percatado de que las autoridades no han podido garantizar nuestra paz y tranquilidad. Yo, sin embargo, tengo la obligación de proteger a mi familia y seguir denunciando que se está atentando contra la salud de un niño de seis años, su familia y las de varios vecinos…», concluye.

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