Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Paz, respeto y convivencia

Un S.O.S. por la tranquilidad, la paz y el respeto lanza Raidel San Martín Lozano desde Avenida Independencia Este (Corral Falso) No. 402, entre Pasaje Hernández y Lobatón, en el barrio La Hata del municipio capitalino de Guanabacoa. Y lo sustentan también varios vecinos: Orlando Alemañy Casanova, Blanca Casanova, Tiburcio Edgardo Morera, Sergio Portilla García, Juan José Montalván Ramos, Erenilda Cervantes, Osvaldo Burgos, Luís Martínez y Miriam Núñez.

Ellos denuncian las reiteradas violaciones que ocurren en ese barrio por el centro cultural La Padova (adscrito a la Dirección Municipal de Cultura) y varios negocios privados de la zona, ubicados entre las calles Vigario y Central de La Hata: música a excesivo volumen y escándalos públicos en pleno día, a altas hora de la noche y en la madrugada, sin el más elemental respeto a las leyes vigentes, y en franca violación a los más elevados preceptos constitucionales y de carácter ético.

En el caso de Raidel, tiene un hijo de seis años con trastornos en el espectro autista, que es sumamente sensible a esos ruidos, y en múltiples ocasiones lo han despertado a altas horas de la madrugada, le imposibilitan su descanso, amén de dañar aún más su salud.

«Hemos tenido, afirma, que mudarnos en nuestra propia vivienda y vivir a puerta cerrada. En el barrio también hay varios vecinos vulnerables a los que se les está afectando, especialmente a Edgardo Morera, quien recientemente sufrió un infarto y presenta varios problemas de salud».

Reiteradas veces, añade, han hablado con la delegada del Poder Popular, y no ha habido respuesta; solo que le han dicho en el Gobierno municipal que se necesita de los ingresos que generan esos negocios privados. Han hecho quejas a la Directora del centro cultural. Han realizado múltiples llamadas a la Policía, que en algunas ocasiones se ha presentado allí y ha llamado la atención a los propietarios. Pero la solución ha sido transitoria. Al siguiente día todo sigue igual.

Por fin, varios vecinos decidieron presentar queja formal ante la PNR y el Partido municipal el pasado 6 de abril. Posteriormente han escrito y enviado cartas, vía email, al Partido en el municipio y la provincia, Asamblea Nacional del Poder Popular, ministerios de Justicia y de Cultura, entre otros.

Tales excesos, dice, ocurren hace más de un año, desde el final del confinamiento, con la reapertura del centro La Padova, donde se ha improvisado una especie de discoteca que dura hasta la una de la madrugada todos los viernes.

«Ese local, añade, no está acondicionado para tales efectos. No cuenta con la debida insonorización, y su música en excesivo volumen y de muy mal gusto inunda todo el vecindario. A ello se suma la apertura de negocios privados que funcionan las 24 horas expendiendo bebidas alcohólicas y donde se aglomeran decenas de autos y motos que a cualquier hora atormentan a los vecinos con sus ruidos excesivos y han atraído a nuestro barrio elementos delictivos. La pasada semana trataron de entrar a la casa de un vecino y hubo que llamar a la PNR. Y en varias ocasiones han saltado la cerca de mi casa.

«Estamos viendo con mucho temor que nuestro barrio se está convirtiendo en un infierno, donde se violan constantemente nuestros derechos a una vida tranquila. El Gobierno debe tomar serias medidas en cuanto a regulación de estos establecimientos privados y estatales que atentan contra nuestros derechos y privacidad, y dañan nuestra salud.

«Somos defensores de la iniciativa privada (yo mismo soy arrendatario), pero creemos que todos, estatales y privados, deben respetar nuestro derecho a una vida de paz. A poder sentarme en la sala de mi casa a ver mi TV sin interferencias. A poder leer un ensayo de Umberto Eco en mi portal y a que mi pequeño pueda jugar en él sin temor. A que nadie salte mi cerca en la noche a dañar mi casa y a violar mi domicilio. A que nadie me obligue a escuchar su ruido de mal gusto o me despierte en medio de la madrugada. A que mi hijo no tenga que ver el mal ejemplo de personas bebiendo alcohol en plena calle, o a esconderse cuando empieza una riña por esos excesos», concluye.

Llueven las denuncias aquí de tales desenfrenos en todo el país. Un problema que se agrava, sin aparecer solución definitiva. Ese es el primer mensaje que deja este redactor a nuestros recién estrenados diputados al Parlamento cubano: Sin rodeos, defender la paz y la convivencia.


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