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Tras la huella… de un equipaje

Un serio disgusto le esperaba a Julio César Delgado Ramos el 16 de febrero pasado, cuando retornó de un viaje de trabajo desde Ciudad de México a La Habana, en el vuelo 2902 de la compañía aérea Interjet de aquel país.

Ya en el Aeropuerto Internacional José Martí, al intentar recoger en la estera su equipaje, descubrió que este no se hallaba. Se dirigió al Departamento de Equipajes Perdidos de esa terminal aérea, donde le tomaron los datos, y le dieron el indicativo de reclamación WFHAV 4010366 y un número de celular para que llamara en horario del día a Marta o Dolia, de Interjet Habana.

Al día siguiente Julio César llamó a ese teléfono más de 60 veces y no respondían. Cuando finalmente lo hicieron, le dijeron que estaban esperando respuesta de los mensajes enviados a México.

«En todo el tiempo que he estado llamándolas nunca habían recibido respuesta de mi equipaje perdido. Luego de más de diez días de llamadas solo me dieron un número de reporte HQD 4010233», afirma Julio César.

Ya cansado de esperar, él hizo la denuncia por pérdida en la unidad de la Policía más cercana al aeropuerto, con el número 10692-2019. Supo allí que la primera diligencia policíaca sería pedirle las imágenes de las cámaras de seguridad a la Aduana, para verificar si había o no entrado su equipaje a La Habana. Y para la entrega de estas tardaron casi un mes.

Al fin fue citado por la instructora del caso para identificar la maleta. Y allí estaba la revelación: se podía observar cómo otros pasajeros tomaron su maleta y se la llevaron. El próximo paso sería identificar a esas personas. Habría que solicitarle de nuevo a la Aduana las imágenes de los pasajeros.

«Hasta la fecha, afirma, la Aduana no ha entregado nada, sin dar razones. Me pregunto cómo es posible que la línea aérea Interjet no se haya molestado en conocer el estado de mi reclamación. Las veces que hablé con ellos me dejaron decepcionado, sobre todo el supervisor general, quien, cuando le reclamé por mi equipaje, solo me respondía que hiciera la reclamación online, online, online…

«¿Es esa la respuesta correcta de un funcionario hacia un cliente? ¿Cómo puede ser posible que a la salida del aeropuerto no te exijan mostrar tu comprobante de equipaje, cuando la declaración de la Aduana sí es obligatoria, pues sin ella no sales de allí? ¿Por qué una cosa sí y la otra no? He conocido que hechos como este han sucedido en ese lugar, y al preguntarles a los responsables el porqué de no pedir este comprobante, dicen que no tienen tiquetero.

«¿Esto sucede en La Habana o en todo el país? He tenido la oportunidad de utilizar los servicios de aeropuerto en Camagüey, Varadero y Santiago de Cuba; y en todos no sales sin el ticket de equipajes. ¿Quién me responderá por la pérdida de mi equipaje y mis gastos en la capital?», manifiesta Julio César desde su hogar, en Avenida de Camagüey 108, entre Línea y San Esteban, La Zambrana, en la ciudad de Camagüey.

Las rajaduras de la protección al consumidor

Oscar Luis Góngora Fonseca adquirió un engaño el pasado mes de mayo, cuando compró, por 37 CUC, un par de sandalias de la marca Fila, en la tienda Plaza Carlos III, de La Habana. Y transcurrido poco más de un mes, las suelas de ambas sandalias estaban rajadas.

«¿Cómo es posible que, apenas poco más de un mes, mis sandalias, que solo uso los fines de semana, estén rajadas por las suelas? El precio de estas superan el salario medio mensual de un trabajador en Cuba. Uno hace el esfuerzo económico para comprarse bienes de calidad, porque no cualquier sandalia cuesta 925 pesos, cuando son de una marca reconocida. Y solo me duran un mes.

«He sido estafado, me siento engañado por la tienda. ¿Sabrán sus trabajadores de los productos que venden? Si esas sandalias no cumplen con la calidad, pues retírenlas del mercado», añade Oscar Luis desde Esperanza 316, entre San Nicolás y Antón Recio, en el municipio de Centro Habana.

No es fortuito que el remitente haya encabezado su carta con aquella frase de Ernesto Che Guevara, «la calidad es el respeto al pueblo», que aún gravita sobre tantas chapucerías y mediocridades. Pero la venta en Plaza Carlos III es solo la fase terminal de una cadena.

Aunque el Che se refería a lo que se produce en el país, en este caso encaja bien en lo que se adquiere en el exterior para venderle a la población, a precios no precisamente módicos. Bien pudiera explicarse con qué criterio los compradores enviados contratan y adquieren esas mercaderías engañosas en el extranjero, y si no tienen un filtro para decantar lo que no sirve.

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