Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Alguien está por encima de la justicia?

Autor:

Jesús Arencibia Lorenzo

Aunque le pareció extraño que los dos operarios que debían entregarle el turno no estuvieran, Ernesto Manuel Batista Durán recibió su guardia como de costumbre en el emplazamiento de grupos electrógenos de Berroa. Fue el Jefe de Brigada quien hizo la entrega, aunque después Ernesto sabría, por el Director de la empresa, que este compañero solo ocupaba el cargo «de palabra», pues no estaba emplantillado en esa plaza.

Leyendo el Libro de Turno, Ernesto advirtió que el día anterior su jefe directo había rebajado un faltante de combustible. También notó que, a pesar de la norma según la cual los motores que están para mantenimiento general no deben trabajar más de una vez por semana, él los había sincronizado, y ya en la semana estos habían laborado. Cuenta que cuando llamó al superior para preguntarle por estas anomalías, aquel le dijo que no se metiera en eso, que no era asunto suyo.

El día de trabajo transcurrió normalmente. A la jornada siguiente Ernesto y su compañero de guardia entregaron sin problemas, el operador entrante firmó el libro y a la casa, a descansar. Amanecía el 11 de octubre de 2013.

Transcurridas sus 72 horas de descanso, el día 14 volvió Ernesto a su unidad laboral. Relata en su carta que, entonces, sucedió lo inexplicable. «Mi compañero de turno y yo encontramos una nota en el libro que prohibía nuestra entrada al centro», evoca el remitente. Asombrado, llamó a su jefe para que le explicara... «Y me dijo que después de entregar (nosotros) el turno, se descubrió agua en un tanque de petróleo…».

«Le respondí: “No tenemos nada que ver con eso. Entregamos el turno bien y el operador entrante firmó el libro…”, añade el remitente. Él me dijo que mi turno era el sospechoso principal, porque el día anterior a mi turno él trabajó bien con los motores. Le dije que los motores trabajaron hasta las ocho de la noche, que de ahí en adelante tenían toda la noche y madrugada para cualquier cosa. Me respondió que era imposible, pues ese turno (el que trabajó antes que Ernesto) era de toda su confianza…».

Ante el continuado reclamo del operario y hasta de su mamá, que se interesó en el asunto, el directivo solo le contestó que se retirara para su casa, que después él lo llamaba. Un mes y varios días más tarde, sin que nadie lo llamara, ni siquiera los compañeros de la sección sindical, Ernesto se decidió a contactar al Director de la empresa. Este le afirmó que habían decidido expulsarlo, que después pasarían por su casa a llevarle la sanción, lo cual sucedió el 19 de noviembre. Y para sorpresa del operario, en la sanción no se decía nada de motor, agua, combustible o algo parecido. Se le sancionaba por ausencias, las mismas que fueron provocadas por la medida de su jefe inmediato de no permitirle entrar al centro.

El Órgano de Justicia Laboral de Base (OJLB) —de cuya resolución, fechada el 27 de noviembre, Ernesto remite copia— encontró «Con lugar» la reclamación y, por ende, dictaminó la inmediata incorporación del trabajador a su puesto de trabajo como Operador A de cuadro eléctrico. Pero, tras varios días, en el centro deciden trasladar al operario para otra unidad, sita en el Reparto Eléctrico.

Ernesto reside en el edificio 664, apto. 37, zona 18, de Alamar, La Habana del Este. «Imagínense la distancia, la situación del transporte… En el fondo esto fue un castigo para obligarme a pedir la baja», se duele el trabajador.

Pero a pesar de considerarlo así, él se presentó a la unidad adonde casi lo desterraban. «El jefe de allí me dijo que no tiene plaza para mí y que no entiende por qué le mandan operarios de tan lejos (…) que no puede quitar a un trabajador para ponerme y que el relevo es a las 8:00 a.m., y él duda que pueda estar en tiempo».

«No se imaginan el daño psicológico que me causan, sin pensar en mis necesidades económicas», afirma con pesar el remitente.

Entre la sanción sin argumentos y la medida posterior que desoía el fallo del OJLB, Ernesto Manuel lleva tres meses sin trabajar, a merced de la ayuda económica de su madre y su tía jubiladas. La justicia laboral y la elemental decencia exigen que se esclarezca y reivindique su caso.

Eso esperamos.

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