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La ruta de los expedicionarios del Granma es motivo de recuerdo

Cincuenta años después de la epopeya del yate Granma ha quedado en el lugar del desembarco un "tenaz" camino de concreto, que es un monumento a la libertad

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Juventud Rebelde

El puente de madera, entre mangles, marca la ruta de los expedicionarios. La foto es de octubre de 1978 LOS CAYUELOS, Niquero, Granma.— Caminando sobre el pasillo uno siente la sensación del cansancio. Son dos kilómetros de concreto entre mangles robustos y altísimos, un tramo en que no faltan los jejenes mortificadores, amigos de las ronchas inmediatas, y unos zancudos que parecen violinistas en los oídos.

Andando sobre ese puente de hormigón, que algún preciosista dijo que medía 1 523 metros, uno comprende mejor a Fidel cuando expresó que aquel desembarco entre cortaderas, había sido «una de las cosas más duras» de su vida, según recoge Antonio Núñez Jiménez en su libro En marcha con Fidel (1960).

¿Cómo aquellos hombres semimareados y menguados por el frío pudieron, hace 50 años, vencer en dos horas este trayecto de «pantano infame» hasta pisar suelo firme, si es que hoy cualquiera se agota solo de mirar la pasarela tejida entre manglares? Ese corredor de cemento, al que cada cubano debería acudir, es ya un monumento a la tenacidad de aquellos 82 expedicionarios.

Ha quedado como símbolo, como camino a la libertad y, sin embargo, pocos saben cómo y cuando nació. También, con frecuencia, se tergiversa su ubicación.

DE NUEVO CONTRA EL MANGLE

El macizo pasillo de hormigón. Así está en la actualidad. Los manglares han crecido pero siempre resultó azaroso cruzarlos. El Comandante en Jefe no solo cruzó la ruta barrosa en 1956. Consta en el mismo libro de Núñez Jiménez, que a principios de febrero de ese año el líder de la Revolución visitó el sitio de los acontecimientos, donde ya una inscripción en tierra firme rezaba: «Portada de la Libertad. Desembarco del Granma».

Quiso entonces surcar el lodazal hasta el punto donde encalló el yate blanco tres años y dos meses atrás. Caminó acompañado por el expedicionario Calixto García Martínez, el Comandante René Vallejo, Celia Sánchez, el periodista Luis Báez y el propio Núñez Jiménez.

Llegaron —dice la narración del capitán rebelde— a la 1:15 de la tarde, avanzaron por el mangle tras subir «la maraña de sus troncos», pasaron con las ramas por encima de los cuerpos «y a veces por debajo de las retorcidas raíces bajo el agua». A las 3:15 alcanzaron el espacio donde varó la nave.

Según el prestigioso historiador de Niquero, Alberto Debs Cardellá, en esa ocasión Fidel dialogó con un campesino de la localidad, nombrado Calixto Alcalá (ya fallecido), a quien le preguntó si se atrevía con una cuadrilla de hombres a construir un puente por encima del mangle.

El paisano, por supuesto, asintió con emoción. Se dice que para marcar la ruta de los expedicionarios enterraron banderolas entre el estero al día siguiente de la visita de Fidel.

«Yo entrevisté a ese campesino y me comentó que la primera parte del pasillo la hicieron con piedra y tierra; después, donde había un poco más de profundidad, colocaron tablones de madera dura, extraída de las cercanías. La obra se terminó bastante rápido», expone Debs.

Mientras, en su libro Fidel Castro Ruz. Itinerarios por la provincia de Granma, el historiador de Bayamo Ludín B. Fonseca, señala que la segunda inspección conocida del Comandante en Jefe al lugar luego del triunfo ocurrió en julio de 1965.

Salió el entonces Primer Ministro en lancha desde Pilón y recorrió íntegramente el camino del desembarco. Pero entonces ya había sido levantada la plataforma de madera y también estaba terminado un pequeño muelle, justo donde se atascó el Granma.

¿Qué pasó con aquella pasarela de tablas? Testimonios de historiadores y algunas fotografías indican que hacia finales de 1978 comenzó la sustitución del puente de tablas por el de hormigón, que llevó años y se culminó en la década del 80 del siglo pasado. Lo han atravesado numerosas personalidades, incluyendo varios de los propios protagonistas de la gesta de 1956.

CONFUSIÓN HISTÓRICA

El punto por donde los expedicionarios tocaron tierra firme de Cuba se llama Los Cayuelos, no Las Coloradas, aunque infinidad de veces se ha repetido el último nombre.

Era, cinco décadas atrás, un rincón casi inaccesible al que se iba por un camino solo transitable para carretas con bueyes. Constituía un caserío de moradas aisladas, cuyos pobladores vivían de hacer carbón y del autoabastecimiento agrícola. La primera vivienda a la que accedieron los hombres del naciente Ejército Rebelde resultó la de Ángel Pérez Rosabal.

En opinión del investigador Alberto Debs, esa confusión de nombres se debe a un hecho lógico: cuando se producen los acontecimientos, en diciembre de 1956, hubo una feroz censura de prensa.

«Prácticamente ningún periodista pudo ir al sitio preciso por donde llegaron los revolucionarios. Así, empezó a decirse que el desembarco había sido cerca de Belic, en la zona de playa Las Coloradas y así trascendió en el tiempo; pero en realidad el paraje se nombra Los Cayuelos, está entre Punta Purgatorio y Punta Las Coloradas, a dos kilómetros de esta última».

En diciembre de 1996 el propio Fidel, al hablar de aquella hermosa aventura, le expresó a la periodista Martha Moreno que la odisea general del viaje «nos impidió hacer un esfuerzo todavía más exacto por encontrar el muellecito de Las Coloradas, que es un muellecito que estaba un kilómetro más adelante».

Y cuando la reportera le precisa: «Pero eso fue en Los Cayuelos», el Comandante en Jefe responde: «Sí, hacen bien en llamarle cayuelo (...) nos encontramos un terreno que no era firme y nuestras costas suelen ser firmes...».

En Los Cayuelos, se construyó un monumento con ese mismo nombre, cuyo arquitecto fue Augusto Rivero Más. La plaza de ceremonias se estrenó el 2 de diciembre de 1981, en un acto admirable, presidido por el General de Ejército Raúl Castro Ruz. Las palabras centrales de la conmemoración estuvieron a cargo del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez.

En esa fecha también empezaron a funcionar, como parte de la edificación, un salón de protocolo, una cafetería, una tienda de artesanía y dos parqueos. Asimismo se trazó la carretera de 17 kilómetros desde Niquero.

Con el tiempo surgieron otras instalaciones, aunque no aparece una fecha puntual de conclusión del monumento como se conoce hoy: con su amplia tribuna, sus representaciones alegóricas con piedras de río y la imitación del yate Granma.

La maqueta a tamaño natural de la embarcación quedó instalada contigua a la explanada en 1986, bajo una nave construida para resguardarla.

«Representa una maqueta, no una réplica porque no es exactamente igual al Granma. La trajeron por el espigón de Niquero y solo ha sido sacada para desfilar en 1996 en la capital del país o para repararla tras el azote del ciclón Dennis», relata Debs Cardellá.

El último agregado al conjunto monumentario consistió en una reproducción de la residencia del campesino colaborador Ángel Pérez Rosabal, realizada en los años 90 de la centuria anterior. Pasó lustros en el polvo pues inmediatamente después del desembarco fue quemada por militares batistianos.

MADRUGADA CON SOL

El sitio Portada de la Libertad en Los Cayuelos (Monumento Nacional desde 1978) no tiene viviendas a su alrededor. Los pocos lugareños de antaño ya no están.

Sin embargo, no es un terreno desolado. Miles de personas van cada año, especialmente en diciembre, a zambullirse en la historia.

La plaza se llena de sonidos y bailes. Y en ocasiones, como en el llamado TUXCO 40, que presidió el Comandante de la Revolución Juan Almeida, la explanada parece desbordarse.

Siempre, incluso cuando el frío es intenso, en medio de la muchedumbre surge un fogonazo humano y la temperatura aumenta en símbolos. Allí, indudablemente, algunos sembraron un puente de fuego o algún trozo de Sol.

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