Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Perra adopta y amamanta a carnera

El caso ocurrió en San Felipe, Cienfuegos, en la región central de Cuba sorprende porque en la vida de corral, perros y carneros no suelen hacer buenas migas

Autor:

Julio Martínez Molina

Panchita mide sus fuerzas con los miembros de la camada, pero a veces disfruta solita de la leche de Yeny. SAN FELIPE, Abreus, Cienfuegos.— Si no estuviera en pie, pudiera decirse que por la casa de Diego Alonso pasó un tornado. Fue tan grande el remolino humano que se armó allí cuando corrió la noticia de que el hombre tenía en su patio a una perra que amamanta y protege a una carnerita...

Nilda González, esposa del campesino, le contó a este reportero que su hijo, nombrado Diego como su padre, trajo al hogar de este poblado abreuense a la carnerita, porque su madre la había rechazado luego de parir tres crías.

Le comenté que en Mongolia, cuando las camellas renuncian a su hijo, sus dueños les buscan un violinista para que les toque, y así se amansen y acepten de vuelta al camellito. Me contestó que en Abreus ni con una orquesta sinfónica logran que una carnera le dé la teta a tres hijos a la vez.

Sucede que las hembras de esa especie caprina solo poseen par de ubres; de manera que al alumbrar más de dos retoños —hecho que ocurre rara vez—, rechazan al tercero y este irremisiblemente fallece (Darwin casi nunca se equivoca).

Diego refiere que Panchita, como denominaron en la casa a la recién nacida, estaba prácticamente desfallecida y no quería alimentarse por ninguna vía al llegar a San Felipe. Fue entonces que decidieron ponérsela a la perra del hogar, llamada Yeny, recién parida y amamantando a siete perritos, por lo que al ver bajo su vientre superpoblado a la desconocida la rechazó en un primer momento.

Pero de rechazarla a quererla —cosas de la vida (o de los animales)— no pasó ni una puesta de sol. La advenediza, a la cual desde el primer instante le encantó la leche canina, pronto comenzó a ser aceptada por la prolífica perra.

La extraña, no contenta con su suerte de expósita, se hizo un lugar entre la camada, a golpe de un empujoncito por aquí y un balido por allá, al punto que ya hoy —luego de tres semanas de producirse el extraño acople— perra y carnera se creen de verdad que son madre e hija.

Del incidente, a la familia Alonso y los moradores de San Felipe lo que más les sorprende es que en la vida de corral, perros y carneros no suelen hacer buenas migas.

«Eso solo se ve en los muñequitos», opinó un lugareño. En eso, Yeny soltó un fuerte ladrido que operó como llamado maternal, y a seguidas Panchita se abalanzó sobre ese verdadero cuerno de la abundancia que es el vientre de esta perra, como para replicarle al hombre: «Y en la vida real también».

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