Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Julio Antonio Mella, joven combatiente de todos los tiempos

A 107 años del natalicio de este líder estudiantil, su figura sigue siendo fuente de inspiración para las nuevas generaciones de cubanos

Autor:

Yuniel Labacena Romero

La vida de un hombre es grande cuando, afincada en el presente, siembra para el futuro, vislumbrando el porvenir. Así fue la vida de Julio Antonio Mella, breve, luminosa y fructífera, porque bien lo dijo Fidel: «En Cuba nadie hizo tanto en tan poco tiempo».

Muchas razones demuestran que Mella, el joven comunista nacido el 25 de marzo de 1903, fue un combatiente indomable de su tiempo y un precursor eminente de la realidad de hoy, en el que calaron muy hondo las enseñanzas de José Martí.

Su ingreso a la Universidad de La Habana en 1921, unido a su simpatía entre los compañeros, actitud antiimperialista y profundidad en las ideas, lo convierten desde muy temprano en un lúcido guía estudiantil.

Este centro de estudios sería su primer escenario de combate, mas no fue el único terreno donde dejó su huella.

En 1922, Mella estuvo entre los iniciadores del Movimiento de la Reforma Universitaria, influenciado por el realizado en Argentina, que propugnaba básicamente el adecentamiento de la Universidad, la depuración de los profesores corruptos y el mejoramiento de los planes de estudio.

En diciembre de ese mismo año su imagen vuelve en la fundación de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), instrumento de lucha que tuvo como primer presidente a Felio Marinello y como secretario a Mella; poco después organiza y dirige el I Congreso Nacional de Estudiantes, la más alta expresión del nivel de movilización del estudiantado durante el período machadista, y luego es el artífice de la creación de la Universidad Popular José Martí, el 3 de noviembre de 1923, una forma de unir a los alumnos con el proletariado y extender los conocimientos universitarios a los trabajadores y al pueblo.

Años más tarde, como presidente de la FEU, Mella no solo fustigó las injusticias de su centro de estudios: denunció además los males de la república y las infamias de sus gobernantes; tarea que complementó con la administración de Alma Máter y Juventud, revistas de las cuales fue director y redactor; y que se encargaban de la divulgación de la actividad y el pensamiento universitario.

La creación de la Liga Antiimperialista de Cuba, en julio de 1925, y el surgimiento del primer Partido Comunista de nuestro país, el 16 de agosto de ese año, el cual funda junto a Carlos Baliño, como fusión del ideal marxista y martiano, dan fe de la trayectoria de Mella durante estos años.

Dio a luz infinidad de artículos, como Cuba, un pueblo que jamás ha sido libre, Un libro que debe escribirse y Glosas al pensamiento de José Martí, que señalan la profundidad de su pensamiento y dotan de una ideología verdaderamente revolucionaria a la lucha antiimperialista.

Ni siquiera en 1926, cuando es expulsado de la Universidad como muestra de las intenciones de Machado de separarlo de la actividad patriótica estudiantil, Mella dejó de ser el líder del estudiantado, a quien orientó mantener las conquistas ante la represión gubernamental. A partir de entonces el odio y el acoso se cebarían en él.

La noche del 10 de enero de 1929 marcaría una huella imborrable en la lucha revolucionaria. Aquel fatal día, Mella caminaba en compañía de su inseparable compañera, Tina Modotti, por las calles de México, adonde había acudido ante la persecución del tirano, luego de su histórica huelga de hambre. Serían aproximadamente las diez, cuando desde la oscuridad y apostados tras un muro, los asesinos enviados por Machado le dispararon por la espalda. Al caer, reafirmó con su «Muero por la Revolución» la decisión de darlo todo por la obra que había comenzado.

A 107 años de su natalicio, los universitarios cubanos recuerdan al líder estudiantil en el memorial que lleva su nombre y donde fueron depositadas, en enero de 1976, sus cenizas, ubicado frente a la escalinata de la Universidad de La Habana, su trinchera de combate que demuestra que todo tiempo futuro tiene que ser mejor.

Su intransigencia frente al imperialismo y su combatividad lo convierten en abanderado de la lucha contra nuestro principal enemigo y por la revolución social.

La semilla que Mella sembró germinó a plenitud en la acción del pueblo. Su muerte, como inspiración, estimuló la lucha y la gesta del 33 que derrocó a Machado. Su legado político guió también a las nuevas generaciones de cubanos que años después conquistarían la victoria de la Revolución, y para siempre vivirá su inolvidable frase: «Hasta después de muertos somos útiles».

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