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La decisión soberana y legítima de nuestro pueblo es la de estar siempre en Revolución

Discurso pronunciado por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, miembro del Buró Político y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto conmemorativo por el aniversario 55 de la fundación del III Frente Oriental Mario Muñoz Monroy

Autor:

Juventud Rebelde

Discurso pronunciado por el compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, miembro del Buró Político y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto conmemorativo por el aniversario 55 de la fundación del III Frente Oriental Mario Muñoz Monroy, el 6 de marzo de 2013, “Año 55 de la Revolución”.

Compañero General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros,

Comandante de la Revolución Guillermo García Frías

Combatientes del III Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy,

Familiares de los caídos en este frente guerrillero,

Querido pueblo de estas tierras, que hoy cuida la obra nacida del sacrificio y la sangre de sus héroes, como antes ayudó a forjarla.

Compañeras y compañeros:

La historia puede sorprendernos siempre. Hemos llegado hasta aquí a celebrarla por nuestro pasado y ella se ha aparecido, dolorosamente salida desde el presente, como para advertirnos que lo que ahora mismo acontece no puede ser separado de la raíz que nos nutrió y nos integra.

Duele decirlo, aunque hayan pasado horas. Ha «muerto» Chávez. «Ha muerto un justo», diría Martí y repasando sus palabras a la muerte de otro ilustre venezolano, que fue un contemporáneo, parece que el Apóstol viera el luto de estos días, al decir que «los que le vieron en vida le veneran, los que asistieron a su muerte, se estremecen. Su patria, como su hija, debe estar sin consuelo…» Lo mejor de la Humanidad está sin consuelo, podríamos agregar hoy.

Desde este sagrado lugar, sean nuestras primeras palabras para la familia Chávez, que es la gran familia venezolana y latinoamericana. Sea nuestro abrazo conmovido para el bravo pueblo que llora la pérdida del más noble y generoso de sus hijos, con dolor pero con decisión también, porque ninguna lágrima tiene valor si no se acompaña del compromiso de garantizar la sobrevida de la obra del líder amado. Ese ha de ser el juramento de toda Nuestra América.

¡Que viva por siempre Chávez!

Entiendo ahora, por qué Martí, al disponerse a hablar de Céspedes y Agramonte, dijo que «el extraño puede escribir estos nombres sin temblar (…) el buen cubano no.»

Estremece caminar estas montañas a las que hace más de un siglo entró la Historia y saber que forman parte de este pedazo de Cuba, San Lorenzo y Dos Ríos, sitios sagrados donde libraron sus últimos combates el Padre de la Patria y el Apóstol de la independencia cubana.

Estremece en cuanto honra, acompañar en este tributo, a la generación histórica y hablar desde este cercano sitio al mausoleo a los combatientes del III Frente, donde reposan los guerrilleros restos del Comandante Juan Almeida y de su tropa.

Con devoción y respeto por esos nombres y por la imponente geografía donde ellos se convirtieron en héroes, venimos hoy a rendir emocionado homenaje a los que hace 55 años abrieron el III Frente Mario Muñoz Monroy.

De la Pata de la Mesa venían los 57 hombres del ya legendario Comandante Almeida, que el 6 de marzo de 1958 fundaron este frente, en Puerto Arturo, tras una agotadora marcha desde el firme de la Maestra.

Traían la misión de cortar los suministros al ejército de la tiranía y hacer sentir la cercanía del Ejército Rebelde en las inmediaciones de Santiago, la ciudad cuyo nombre quiso el jefe guerrillero para la columna que comandaba.

Dicen que desde entonces —y aunque nació realmente en La Habana— es imposible hablar de Santiago sin pensar en el mulato rebelde, el Juan de los humildes que aquí probó sus cualidades de organizador y su liderazgo como combatiente.

Fue este frente, que se enaltece con el nombre del médico del Moncada, germen del proyecto de país que soñaban los rebeldes. Aquí, como en el II Frente comandado por Raúl, se estableció enseguida un órgano de administración civil que atendía los asuntos de las tropas pero también de la población, mostrando la profunda vocación social de sus combatientes.

La columna guerrillera, espejo del país que luchaban por transformar, se prestigiaba con la estirpe serrana y fundadora del entonces capitán, hoy Comandante de la Revolución, Guillermo García, primer campesino enrolado al Ejército Rebelde y segundo jefe de la columna madre; de una mujer como Melba Hernández, heroína del Moncada y eficiente administradora del frente y de trabajadores y campesinos, salidos de las entrañas del pueblo.

No pocos de ellos habían visto sus pobres pertenencias arrojadas al camino, arder sus bohíos o habían sentido en sus espaldas al plan de machete de la odiosa Guardia Rural.

La injusticia los había alzado, los había unido y los había armado. No venían a cambiar a un ejército por otro. Venían a transformar el triste panorama de un país saqueado por la corrupción y golpeado por el abuso.

Ellos eran el país que describió Almeida, tras un recorrido de reconocimiento de la zona de operaciones, una de las más empobrecidas y explotadas por terratenientes y magnates del café y la madera: «…en estos intrincados parajes —apuntó— lo único que conocen de la vida es la pobreza, el hambre, la falta de instrucción a los niños…»

Las columnas de este frente fueron decisivas en la derrota de la ofensiva de verano contra la Comandancia General y en la victoria rebelde que culminó con la entrada a Santiago.

Pero desde mucho antes se habían adueñado de las leyendas populares por la valerosa toma del Cobre y la voladura del polvorín que llevó la guerra hasta las mismas puertas de la segunda ciudad cubana.

A la altura del duro agosto de 1958, con la Comandancia instalada en La Lata, los ataques y las victorias rebeldes se multiplican. El enemigo es desalojado de todas sus posiciones en las zonas rurales y se concentra en las ciudades, buscando una seguridad que no hallarían en ningún momento.

El 30 de diciembre, con la rendición de las fuerzas batistianas en Maffo, cae la última posesión enemiga entre Santiago de Cuba y Bayamo. Los tres frentes rebeldes que habían combatido unidos, se disponían a la batalla final, pero la tiranía se desplomó antes.

Como diría Raúl alguna vez: «Almeida cumplió, con su proverbial lealtad, eficacia y espíritu de sacrificio, la misión de crear el III Frente y posteriormente cerrar el cerco a Santiago.» Y lo cumplió siendo un ejemplo, no solo en las acciones combativas, sino también en la organización y la aplicación de medidas que serían el preludio de la obra transformadora a partir de la victoria.

De modo que aquí venimos a reverenciar, no solo al Comandante legendario, sino a un pueblo y a un ejército nacido de ese pueblo. En ese tributo va, por su trascendencia, el reconocimiento al cubanísimo jefe y a su tropa valerosa, pero también al cantor de los expedicionarios del Granma, cuyos versos a la Lupe forman parte del patrimonio espiritual de nuestro pueblo.

Y también al compañero leal de Fidel y Raúl que, desde el Moncada, acompañó al liderazgo revolucionario, guerreando, fundando y movilizando a cuantos le siguieron en la construcción de la obra revolucionaria, con energía y entusiasmo, sin renunciar jamás a la creación. Aquel que compuso, cantó y bailó, como un cubano más, poniendo a reinar la alegría en esa gran batalla por la justicia que es la Revolución. Y diciendo para siempre con ella que «aquí no se rinde nadie.»

Él es síntesis de Cuba, de sus razas y de sus luchas, de sus rebeldías y sus conquistas. Es el Maceo de la generación del Centenario, el que inspira este viaje de tributo cada 6 de marzo y hace que nos tiemble la voz al decir su nombre y el de todos aquellos que, desde Céspedes y Martí, han abonado con su sangre esta tierra sagrada de la Patria.

Reverenciar su obra y hacer que perduren en el tiempo y en el espacio geográfico de nuestra nación, las ideas justas y valerosas que Almeida y sus hombres defendieron, significa continuidad, el mejor tributo que podemos rendirles las nuevas generaciones.

Porque el sentido de la vida para las generaciones presentes y futuros de cubanas y cubanos será vencer los designios y las patrañas del imperialismo, tanto la agresión directa, como la oculta y sucia subversión ideológica.

La decisión soberana y legítima  de nuestro pueblo es la de estar siempre en Revolución, plenamente libres, construyendo y perfeccionando el ideal del socialismo.

Vuelvo a Martí, quien citando a un patriota americano, nos enseñó que la Patria es un sentimiento que mora en los corazones, en la bandera y es también el «sepulcro sacrosanto donde el país agradecido guarda el polvo de los que viven ya sin cuerpo.»

Hoy hemos venido por mandato de nuestra Historia, a este mausoleo que es venir a la Patria.

¡Gloria eterna a los héroes y mártires del III Frente Oriental Mario Muñoz Monroy!

¡Viva el Aniversario 55 de la fundación del III Frente Oriental!

¡Viva por siempre su fundador y guía, el Comandante Juan Almeida Bosque!

¡Vivan Fidel y Raúl!

¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!

¡Patria o Muerte, Venceremos!

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