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La 1ra. de Poey

Un recorrido de JR en cuatro capítulos por los primeros seis meses de vida de las cooperativas no agropecuarias que gestionan agromercados en La Habana. Interioridades, fardos, opiniones de la ciudadanía y criterios de sus miembros para cumplir con su propósito: crecer ellos como trabajadores y mejorar el servicio a la población

Autores:

Marianela Martín González
René Tamayo León

En La Habana hay decenas de cooperativas no agropecuarias (CNoA) que gestionan de forma autónoma mercados de venta de productos agropecuarios. Ninguna se parece. Así debe ser. Solo que no a todas les va bien. Hasta donde JR ha comprobado, ya una tuvo pérdidas al cerrar su primer semestre de operación.

La CNoA del antiguo mercado agropecuario estatal (MAE) de 1ra. y D, en Poey, municipio de Arroyo Naranjo, tiene seis socios. Antes de convertirse en cooperativistas eran trabajadores de esa propia instalación. El balance de sus primeros seis meses de servicio indica que cerraron con pérdidas por   1 300 pesos.

Abrieron con un capital inicial de 50 700 pesos, 700 por el aporte dinerario de sus miembros y el resto por un crédito bancario otorgado el 14 de julio de ese año; pagadero a cuatro meses y con un interés de 2,75 por ciento. Ya fue saldado.

Los ingresos de cada uno de sus miembros al concluir el primer semestre de gestión apenas sumaron lo recibido por anticipos: 350 pesos mensuales, una entrada muy por debajo del salario medio de La Habana en 2013.

El lector dirá con razón: «Muchos trabajadores en este país ganan eso, y los jubilados...». Y es verdad. Sin embargo, los 2 100 pesos que los seis de 1ra. y D ingresaron en la etapa fueron «calderilla» comparados con lo que percibió, en ese mismo lapso, buena parte de sus colegas en la provincia.

Los 14 cooperativistas del agromercado de Los Pinos, a dos kilómetros del de Poey, obtuvieron, entre anticipos y utilidades en el semestre julio/diciembre de 2013, ingresos promedios por 11 295 pesos, suma que completarán luego de que la CNoA honre sus tributos, como está legislado.

Y los 21 socios de la cooperativa que maneja el emblemático mercado agropecuario de El Mónaco —a unos cuatro kilómetros de la 1ra. de Poey— tampoco saldrán tan mal: tras el cierre del ejercicio semestral ingresarán per cápita 10 420 pesos.

«Entiendo, pero no comprendo»

«Entiendo, pero no comprendo» —ripostarán algunos lectores—; «y dónde quedo yo» —agregarán otros. Para la ciudadanía, a menos que estos cooperativistas sean sus familiares, el ingreso de los socios que operan mercados agropecuarios bajo esta forma de gestión no estatal es problema menor.

De las cooperativas no agropecuarias, sean de la naturaleza que sean, el pueblo espera más y mejores productos o servicios, más cercanía, menos burocracia… pero, sobre todo —en especial de las que expenden alimentos— precios más adecuados a los bolsillos de la mayoría.

Seamos, empero, justos. Para el consumidor, el alto costo de los productos agropecuarios nada tiene que ver con estas CNoA. Es una cuestión de producción. De lo que pasa en el campo.

Es cierto que en la venta minorista de estas mercancías hay cada vez más especulación. Sin embargo, la normativa legal que hizo surgir estas cooperativas, el Decreto-Ley No. 305 del 15 de noviembre de 2012, les impide de plano a las mismas involucrarse en esa mala —e inmoral— práctica comercial.

Las realidades que determinan los precios que pesan sobre la población se les escapan —al menos por ahora— a las CNoA que gestionan agromercados. Así las cosas, es que estos redactores consideran que el éxito o fracaso de tales cooperativas depende mucho —al menos hoy— de la realización personal de cada uno de sus socios, lo cual pasa por el más simple de los cálculos: los beneficios materiales que obtengan.

Tu problema

Las primeras 77 CNoA que operan mercados agropecuarios en La Habana abrieron el 1ro. de julio de 2013. Arrendaron placitas a la Empresa Provincial de Mercados Agropecuarios (EPMA), «propietaria» de esas instalaciones especializadas.

Ahora a la EPMA le corresponde velar por que se cumpla el objeto social encomendado a tales entidades independientes. Es decir, que se respete lo pactado en el proceso de arrendamiento firmado entre ambas partes y las normas lógicas que deben cumplir, por su naturaleza, estos negocios colectivos.

«A nosotros solo nos toca velar por que se cumpla con lo establecido para el abastecimiento, que vendan lo acordado en el contrato y que se mantenga la higiene del lugar; velar por la protección al consumidor y que se pague por el consumo de agua, luz, teléfono; que las viandas por dietas médicas de quienes siempre las recibían aquí se despachen en tiempo y forma», explica Zoila Valdés Ramírez, subdirectora de la EPMA.

Aguardaba por nosotros en la CNoA de 1ra. y D.

—Hemos sabido que esta cooperativa tuvo pérdidas al concluir su primer semestre de inaugurada —le comentamos mientras esperábamos la llegada del presidente de la cooperativa.

—Ninguna ha tenido problemas con nuestra empresa porque hayan tenido pérdidas o estén en dificultades económicas.

—Verdad, eso es problema de ellas...

—...

Suena el teléfono...

Yunior Oropesa Sánchez preside esta CNoA. Era el administrador del MAE antes de convertirse en cooperativa.

—En los primeros seis meses ustedes tuvieron pérdidas.

—Sí, 1 300 pesos al cerrar diciembre.

—No es mucho, pero tampoco poco. ¿Por qué?

—Primero, por el gasto en transportación para traer los productos. Antes de que se inaugurara el mercado mayorista de abasto de productos agropecuarios El Trigal, en diciembre, teníamos que ir al mercado de 114. Cada tres días iba por mis medios hasta allá, pero para trasladar la mercancía para aquí tenía que alquilar un camión a 250 o 300 pesos por viaje.

«Segundo, el bajo margen comercial. Poey es un barrio humilde, con bajo poder adquisitivo, y la cooperativa está para ayudar, aunque sea de oferta y demanda. Además, aquí el consumo es muy específico, se compran viandas, carne de cerdo, y algunas ensaladas, no se consumen muchos vegetales y frutas.

«En tercer lugar, el arriendo del local. Pagamos 5 482 pesos mensuales a la EPMA, ocho pesos por cada metro cuadrado. Por último está el pago de agua, teléfono, electricidad y comunales, con una factura mensual de alrededor de 900 pesos».

—¿Antes, cuando eran topados, vendían más que ahora?

—Sí, porque además de este mercado teníamos a cargo los puntos de venta que están en los alrededores. Ya no.

—Teléfono y electricidad son los servicios básicos más caros. ¿Cuánto pagó mensualmente entre julio y diciembre?

—Por electricidad unos 300 pesos y por teléfono unos 400.

—¡400 pesos mensuales por llamadas telefónicas! Si hubieran gastado 150 no tendrían ganancias en el semestre, pero al menos no habrían tenido perdidas.

—Fueron llamadas de larga distancia. Estamos en el inicio, era inevitable que se arrastraran viejos hábitos, malas prácticas en las que no volveremos a caer. Hemos aprendido.

—¿Cómo resolvieron el problema de la deuda?

—Pedimos un nuevo crédito al banco.

—¿Cuánto?

—Igual que el anterior: 50 000 pesos. Como ya ganamos cierto grado de confiabilidad al darle seguridad de que pagamos, nos dieron seis meses para amortizarlo, aunque el interés es el mismo: 2,75 por ciento.

—Que hayan tenido pérdidas, que no hayan tenido utilidades, puede afectar la viabilidad de la cooperativa, el entusiasmo entre ustedes. ¿Cuál es el nivel de satisfacción suyo y el de los otros cinco socios con esta forma de gestión no estatal?

—Nos sentimos mejor que antes. Es verdad que no tuvimos utilidades sino pérdidas, pero antes, cuando éramos MAE, un dependiente ganaba 250 pesos.

—¿Y nada más han «vivido» con el anticipo de 350 pesos mensuales? (es vox populi que los empleados de estos mercados agropecuarios compensaban bastante sus salarios con las «ganancias» de la pesa, las mermas... y los inventos a costa de «Liborio», piensan los reporteros de JR).

—La comida se resuelve aquí, incluidas unas libritas de carne al mes. Nos las vendemos a precio de costo. No ganamos, pero tampoco perdemos... Miren, como trabajadores, nosotros nos sentimos satisfechos de ser cooperativistas, y como personas, también. Todo lo que empieza trae un aprendizaje. Mejoraremos.

—Al final esa «jabita» ahora va a cuenta de los bolsillos de ustedes, es «su problema». A propósito, ¿cuáles son los márgenes de ganancia que les deja la venta a la población?

—Veinte por ciento de forma total, pero varía según el producto, su calidad, la demanda...

—¿Qué harán para no volver a perder?

—El teléfono, con candado. El transporte, nos unimos con otras dos cooperativas —la de Mantilla y la de Los Pinos— para ir al mercado mayorista de El Trigal, allí llenamos el camión y nos dividimos el pago del alquiler, y como somos tres regateando, al comprar más pagamos menos.

—¿Y por qué se «casan» solo con El Trigal? ¿No pueden irse para el campo a negociar con las bases productivas?

—Nuestras cooperativas no tienen camiones para ir al campo.

—¿Y por qué no buscan que alguna cooperativa agropecuaria les ponga los productos aquí, con los transportes de ellos?

—Seguro que nos cobran lo mismo que en El Trigal.

(Continuará. Próxima entrega: Échale la culpa a El Trigal)

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