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¿La cucarachita Martina o El pollito Pito? (+ Video)

Aunque no puede advertir lo que observan los niños de su edad, Bayron Mitjans Llanes, de solo siete años, tiene «luces» especiales y una memoria sorprendente que le permitirá llegar adonde se lo proponga

Autor:

Margarita Barrios

«Voy a ser abogado. Me gustan las leyes, defender las causas justas. Ya lo hago con mis compañeros de clase, con mi hermanita en la casa. Porque así debe ser. Y hay que elaborar las leyes, para regirnos por ellas. Así tiene que ser la casa, la escuela, la calle. Tiene que haber un orden, un orden justo. Yo voy a defender siempre lo bueno».

Con la cara sonriente, una dicción impecable y su uniforme escolar muy limpio, Bayron Mitjans Llanes, desde sus siete años de edad, habla con tal fluidez y resolución que deja perplejo a cualquiera. Él sueña con llegar un día a la universidad, aunque la vida «le ha jugado una mala pasada».

En la escuela especial Abel Santamaría, ubicada en Ciudad Libertad, en el capitalino municipio de Marianao, el pequeño estudia el tercer grado junto a otros alumnos que, como él, son ciegos. Sin embargo, para Bayron no hay escollos insalvables. Su familia y sus maestros le ayudan en el empeño de ser útil y cumplir su principal anhelo.

El profesor Carlos Llera reconoce que Bayron tiene habilidades especiales, sobre todo muy buena memoria, y un carácter afable, lo que ayuda a superar la gran prueba de vivir sin ver el mundo que le rodea.

(Vea el video de la entrevista aquí)

Para ello hay técnicas, muchas de ellas creadas por el propio profesor, quien con una experiencia de más de 40 años en la educación, busca la manera de lograr que sus enseñanzas sean mejor asimiladas por sus alumnos.

Bayron toma un libro y comienza a leer con fluidez en el sistema Braille. El tema son las ciencias naturales, porque le gustan mucho los animales, las plantas, la naturaleza.

«Tengo una jaula con unos cacatillos. Los alimento con alpiste, y cantan mucho, no dejan dormir a mi hermana, a pesar de que los tapamos por la noche.

«Un día les abriré la puerta de la jaula, los voy a salvar, para que vuelen, sean libres... No lo he hecho porque dicen que las aves criadas en cautiverio se mueren si uno las suelta, porque no se saben defender», confiesa el niño.

Llera asegura que Bayron ha aprendido a manejar el bastón para guiarse y lo hace con la desenvoltura de un adulto. Se orienta bien, sube y baja las escaleras con facilidad, y está en condiciones de orientarse en cualquier ambiente, añade.

El uso del bastón en edades tempranas es uno de los temas que este profesor, incansable investigador preocupado siempre por llevar las mejores prácticas a sus alumnos, ha introducido con buenos resultados en las enseñanzas de la escuela Abel Santamaría. Este es el tema de la tesis de doctorado que defenderá en el próximo mes de diciembre.

«Soy inquieto, me confiesa, siempre estoy buscando un nuevo método, una manera de que mis estudiantes aprendan lo mejor y más rápido posible, a pesar de sus dificultades. Bayron está entre mis mejores alumnos, porque se esfuerza, tiene interés y es muy inteligente. Claro, el apoyo que recibe de su familia es también fundamental».

Llera fue pionero en Cuba en el uso de la equinoterapia —primero utilizó caballos para el tratamiento a niños sordo-ciego-mudos y luego con ciegos—, lo cual permite mejorar la postura y las relaciones con el medio ambiente de estos educandos.

El empleo de los olores para enseñar los colores a los ciegos es otra de las técnicas desarrolladas por este profesor. Y Bayron se ha beneficiado de ese método, el que maneja perfectamente.

Llera le va entregando pomitos, plumones de colores, los huele y los identifica. «Estoy en la dulcería, es canela», me dice sonriente.

«La canela es carmelita, como los troncos de los árboles. También hay ropa y zapatos de ese color, y el pelo, hay personas con ese color de pelo». Y misterioso, hace una maldad: moja su dedito en canela y lo lleva a la boca. Yo miro a Llera, y él me hace señas, para que no diga nada.

Entonces el profesor le alcanza un tubo de pasta de dientes. «Menta, dice Bayron, es verde, como las hojas de los árboles, la hierba y los uniformes militares. También una de las luces del semáforo, la que indica que deben pasar los carros».

Le alcanzo un plumón morado, pienso que le será más difícil e inmediatamente me dice: «Morado, como las uvas y algunas flores».

«Los padres y los maestros no enseñan los colores a los ciegos, piensan que para qué les sirve, si no los pueden ver. Yo tengo otro concepto de ese tema y he probado con mis alumnos que sí les resulta útil, porque les ayuda a ampliar su mente y a ubicarse en los lugares», afirma Llera.

«He tenido que utilizar también mi imaginación para poder configurar este método y encontrar la manera de que aprendan, pero he logrado buenos resultados.

«El aprendizaje de los ciegos es fragmentado. Yo no violo ese concepto, pero hay etapas para cada enseñanza. Por eso no puedo desaprovechar estos momentos, para que ellos conozcan el medio que los rodea, y así puedan sentirse en él plenamente, y no como algo aislado, diferente, fuera de contexto, ajeno a lo que sucede a su alrededor», asegura.

Matemática para la vida

Bayron nuevamente me sorprende. El profesor le entrega un ábaco y comienza a hacer cálculos matemáticos. Suma, resta, calcula en la mente. Aumenta dos, quita seis, suma nueve. Es increíble.

—Eres muy bueno en la Matemática, eso no lo sabía. ¿Te gusta esa asignatura?

—Me gusta, pero no tanto. Sabes qué pasa, hace falta saber. Si un día tengo que hacer un mandado para la casa, debo saber cuánto pagar, el vuelto que me deben dar, eso es importante. Quizá un día tenga que ayudar a mi papá con una cuenta, uno nunca sabe qué puede pasar, hay que prepararse.

Entonces me doy cuenta de que cuando el pequeño habla, intercala algunas palabras en inglés, y le pregunto si conoce ese idioma.

«Un poco, me dice con una sonrisa. La verdad es que me gusta mucho el inglés, hablar en otros idiomas, eso es algo que también quiero aprender muy bien.

«Yo soy pionero», me dice, y se toca la pañoleta azul que tiene anudada al cuello. Le pregunto por las actividades de la organización, y asegura que le gustan mucho las patrióticas, así como el deporte.

«Me gusta el béisbol, y el fútbol un poquito, también el boxeo. Pero lo mejor es el judo. Estuve un tiempo practicándolo y sabes... un día me enfrenté a un niño de ocho años y yo solo tenía tres y le gané, porque le ponía zancadillas», afirma con una amplia sonrisa.

Aventajado como ninguno en las técnicas que el profesor aplica para que aprendan a adaptarse al medio en que viven y se protejan de los riesgos, ante estímulos sonoros que realiza el maestro, el niño contesta: «Está lejos, cerca, ahora un poco más lejos».

«Es importante, refiere Llera, que conozcan la distancia a la que están los sonidos, porque algunos, como el ruido de los carros, pueden representar el peligro.

«El bastón, utilizándolo desde edades tempranas, les permite luego la independencia de salir solos a la calle, pero al faltar el sentido de la vista, el oído tiene que estar bien atento.

«También el tacto. A través de él les enseño las familias de animales, no como mamíferos, aves, reptiles, sino como los animales con pelo, con plumas, sin pelo, así es como pueden aprenderlos», precisa.

Pero el pequeño Bayron tiene un don que le permitirá llegar adonde se lo proponga, y es su buena memoria. Me asegura que sabe los cuentos tal y como están escritos, y que su libro preferido es Había una vez.

«Yo tengo uno, en braille, en mi casa, y lo leo todos los días. ¿Cuál quieres que te cuente, La cucarachita Martina, El pollito Pito, Ricitos de oro y los tres osos, Los siete chivitos?». «Bueno, pues El pollito Pito», le pido. Y comienza la narración, con voces y gestos para imitar a los diversos animalitos.

«¿Quieres que te haga otro?», me pregunta. Le respondo que no, que el tiempo ya no me alcanza. Y entonces quedamos en una próxima cita, para la cual yo, sin hacer ninguna trampa, debo contar de memoria y sin errores, alguno de los cuentos de su libro preferido.

El profesor Llera asegura que Bayron ha aprendido a manejar el bastón para guiarse y lo hace con la desenvoltura de un adulto.

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