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«Danielas…» contra Irma 

La dolorosa y amarga experiencia de Daniela durante la mirada hiriente de Irma, en su querido pueblo de Armando Mestre, en Esmeralda, no amilanó sus fuerzas, sino que las multiplicó para brindar amor, al igual que cientos de estudiantes de Ciencias Médicas

Autor:

Yahily Hernández Porto

ARMANDO MESTRE. Esmeralda. Camagüey.- La joven Daniela González Hijuelo sintió un estrepitoso ruido que reventó una parte de las tejas de su casa, de muy buena construcción.

«Hay que vivir una cosa como esta, un ciclón de categoría 5, para entonces creer lo que muchos sentimos en nuestros hogares. Aquí se movieron las paredes, los muebles y hasta el piso, y no había manera de estar tranquila en ningún lugar, era como si caminar fuera imposible, lo más difícil, pues el rugir constante de los vientos nos advertían que no lo hiciéramos, que no nos moviéramos del lugar.

«Los ruidos venían de todas partes, del techo, las puertas, las ventanas, del patio, la calle…. Llegué a pensar que la casa se nos iba de cuajo, que todo volaría en pedazos…. Para cuando las tejas explotaron por un lado de la casa, abuela y yo ya estábamos abrazadas. No nos separamos más hasta el amanecer».

Así comenzó el diálogo con la estudiante Daniela, quien reside en la comunidad Armando Mestre -más conocida como el Micons- en Esmeralda, lugar por donde Irma dejó sus huellas no solo en las miles de edificaciones de este municipio, sino también en el pecho, bien adentro, donde nada se olvida, donde todo se siente y duele más.

«Siempre escuché a los más viejos las historias del ciclón Flora, y las del 32, en Santa Cruz del Sur, y viví la del Ike cuando era una niña, pero esta experiencia con Irma, y sin caer en comparaciones, es tan o más aterradora que las que cuentan los más ancianos, es para no olvidarla mientras una viva.

«Estar cerca del ojo de un categoría 5 no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Su paso fue demoledor para Esmeralda, mi tierra amada, y para el alma.

«Te soy sincera, aún no sé como la gente aguantó, como a los hipertensos, a los más delicados de salud no les dio algo. Fue una noche de mucha tensión, de terror.

«No exagero. En la bodega de aquí pasaron la noche muchos de los vecinos, muchos se resguardaron allí y se dieron mucho ánimo…», comentó la muchacha de 21 primaveras, que cursa el tercer año de Medicina, en la Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey.

Igual que Daniela los vecinos de este sitial cuentan mil y más historias sobre cómo fue la fatídica noche-madrugada del 8 de septiembre hasta el amanecer del 9 del propio mes.

Sin embargo, una de esas anécdotas dibuja el gigante corazón de los galenos y galenas cubanas, aún en ciernes; la describe Emilia Menéndez, la abuela de Daniela. «Cuando por fin llegó la relativa calma, Daniela antes de hacer cualquier otra cosa ya estaba cogiendo su estetoscopio para tomarle la presión a varios de los vecinos de por aquí.

«Eso me hizo mucho bien, porque ella demostraba con su actuar su amor y compromiso con la profesión y con el prójimo: la gente de su pueblo que mucho después del huracán aún la veía junto a varios de su compañeros tomando la temperatura, la presión y haciendo una pila de de preguntas, y hasta el autofocal en las casas de toda la vecindad».

Razón le sobra a Emilia, pues JR observó a un «ejército» de batas blancas, integrado por estudiantes, profesores, y especialistas, quienes recorrían las comunidades afectadas por el paso de Irma.

En esta geografía se vio a los estudiantes agramontinos Ariel Domínguez y Dioneris Artiles visitar en calle primera, número 47, en el reparto el Micons, a Rosa Castillo, a quien la vida le privó de su visión. «Estos muchachos serán buenos médicos, porque son humanos y me han tratado con mucho amor. Ellos conversaron conmigo y me tomaron la presión, la temperatura, el pulso…. Todo esto también le hace falta a una, después de las cosas que vivimos por aquí, de ese susto que aún tenemos cuando llega el silencio de la noche, la hora de dormir.

«Yo, —aseguró la anciana de 72 años—, perdí mi visión hace algún tiempo, pero esto no me impidió sentir temor y hasta dolor. Realmente se les necesita, porque nos viene muy bien un poco de calma y de alegría, esa que los jóvenes siempre traen», comentó. 

Daniela, Ariel, Dioneris… son solo tres estudiantes de los más de mil de la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J Finlay, de esta provincia, que integraron el Contingente de Respuesta Rápida en Comunidades afectadas por Irma.

Ante el regalo humano que trajeron las batas blancas a Esmeralda, Jaronú, Jiquí, Tabor, San Juan de Dios, Moscú… cobran significado las palabras de Martha Ramos, de 47 años, y vecina del poblado de Lombillo, a quien Irma despojó hasta de las fotos de sus seres más queridos, sus tesoros más preciados: «Ellos nos dan fuerza para seguir viviendo».

Para escribir un mensaje de amor

José Domínguez Pérez, metodólogo de trabajo educativo, de la Facultad de Ciencias Médicas, de esta universidad, refirió a JR que se conformaron 10 brigadas médicas mixtas, las cuales atendieron a la población de todas las comunidades camagüeyanas afectadas por el evento meteorológico.

Dijo además que unos 1 000 estudiantes, además de especialistas extranjeros y cubanos, y profesores, también se sumaron a esta humana labor, con esencias como la atención médica integral y básica, y trasmitir un mensaje de amor, seguridad y esperanza a los pobladores de las comunidades afectadas.

Aseguró que estudiantes de tercero, cuarto, quinto y sexto grado de las facultades de Ciencias Médicas, Estomatología y Tecnológica, trabajaron en esa tarea, que también ennoblece y forma a las nuevas generaciones de galenos y galenas cubanas.

La joven Daniela González Hijuelo atendió  a sus vecinos.

Los estudiantes de Ciencias Médicas visitaron a pobladores afectados por el impacto de Irma.

José Domínguez Pérez, metodólogo de trabajo educativo de la Facultad de Ciencias Médicas, de la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J Finlay refirió a JR que se conformaron 10 brigadas médicas mixtas.   

Fotos: Yahily Hernández Porto 

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