Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sorpresas y baches en el lomerío

Las zonas montañosas en Cuba han visto disminuir a los serranos caminando largas distancias, como antaño. El transporte ha recibido una inyección importante, pero todavía hay sinsabores que hacen doler los pies

Autores:

Osviel Castro Medel
Dorelys Canivell Canal
Lisandra Gómez Guerra
Liudmila Peña Herrera

A las 11:30 de la mañana la terminal de ómnibus José María Pérez Capote, de Guisa, está casi vacía. Es domingo y hay tan pocos pasajeros en ese punto de la geografía de Granma que se pueden contar con los dos dedos de las manos.

Tal desierto humano en un lugar que hipotéticamente debe estar concurrido, con personas deseosas de viajar a las montañas, asombra y también genera preguntas de cualquiera que llega por primera vez: ¿No hay pasajeros el fin de semana? ¿O es que las personas se acostumbraron a la «botella» fuera de la terminal? ¿Cuánto trabajo se pasa para viajar hoy a las serranías?

Esas mismas preguntas sirvieron de punto de partida para que JR viajara a algunas comunidades de los lomeríos de cuatro provincias de Cuba (Pinar del Río, Sancti Spíritus, Holguín y Granma). Y en esos predios encontró algunas respuestas, pero también historias que los citadinos no imaginan.

Día prohibido 

Ahora entendemos la quietud narrada al principio de estas líneas. En la propia terminal de Guisa el expedidor Eliécer Cortés Borja explica que de las 21 rutas hacia la Sierra Maestra, solo hay tres los domingos, algo que «partió de un estudio realizado por otros compañeros».

Hace muchos años, como acota Cortés, sí partían en la fecha no laborable distintos medios a las montañas. Incluso, varios pasaban la noche fuera de la base municipal para «bajar» el lunes temprano en la mañana, pero ahora la realidad es distinta.

La tendencia se repite de algún modo en las restantes provincias, aunque existen lógicas diferencias. De cualquier manera, el domingo, en hipótesis, parece el día marcado para el viaje porque llega el descanso laboral y puede ser el momento para resolver problemas personales o para visitas de familia.

Entonces se antoja un contrasentido disminuir las rutas en esa jornada de asueto, como señala la habitante de Buey Arriba (Granma) Isabel Véliz, quien varias veces ha emprendido a pie el camino hasta El Macío, a varios kilómetros de su casa.

«El domingo el transporte se pone muy malo, suben menos carros de carga, hay menos guaguas también y muchas veces lo que queda es caminar o regresar», comenta.

A decenas de kilómetros de distancia, algo similar expone Miriam Mena, nativa de Naranjo Agrio (Holguín), quien relata cómo para acudir a una reunión en la Vocacional de su provincia, los padres tuvieron que pagar 50 pesos por persona al chofer de un yipi, quien los trasladó hasta la cabecera municipal de Sagua de Tánamo; y se vieron obligados a desembolsar la misma cifra cuando retornaron.

Volviendo a Guisa, JR encontró en la salida de ese poblado, ubicado en la precordillera de la Sierra Maestra, a Juana Pérez, una señora que deseaba viajar a la comunidad de Ortega en yipi, el medio socorrido en esos lares en una fecha no laborable. «Quiero ver a mi hija que vive allá, llevo horas aquí, pero lo que ha subido ha llegado hasta La Sopa y eso me queda muy lejos para caminar como lo hacía cuando era joven; este domingo ha sido peor que los demás», contó ella.

En ese propio lugar el Diario de la Juventud Cubana dialogó con Carlos Arévalo, chofer de uno de los vehículos privados que traslada personas a Victorino, a unos 20 kilómetros de la cabecera municipal.

«Hay quienes se quejan porque cobramos 15 pesos cuando subimos —son cinco pesos menos al bajar—, pero es un buen precio. Mantener un carro que ande por lomas cuesta mucho y eso casi todos los pasajeros lo entienden», dijo.

No obstante, no todo es caminata, precios altos o espera en los lomeríos. Hay hechos que lo prueban.

Subiendo 

En las cuatro provincias que serpenteó nuestro diario han existido crecimientos notorios de los medios de transporte, respecto al inicio de esta década.

En Pinar del Río, por ejemplo, en 2010 apenas funcionaban 30 rutas en el Plan Turquino y ahora, según confirmó Edel Concha González, especialista principal del Área Comercial del Grupo Empresarial de Transporte en Pinar del Río, se encuentran activas 59, aunque algunas de estas tienen su origen en la cabecera provincial.

«Antes, los planteamientos de los pobladores llovían; hoy ya hay una respuesta, siempre existen inconformidades, pero el pueblo reconoce el esfuerzo», ilustra Tomás Hernández Tilán, presidente del consejo popular de Punta de La Sierra, en el municipio de Guane.

En Granma, provincia con seis municipios que poseen muchas de sus áreas montañosas (Bartolomé Masó, Guisa, Buey Arriba, Pilón, Campechuela y Media Luna), funcionan 79 rutas. Ese número, como explicó el director provincial de Transporte, Leonardo Labrada Mesa, resulta asombroso frente a las menos de 30 que existían hace poco más de un lustro.

Con tal incremento, sustentado por la entrada ascendente de nuevos equipos, en 2017 más de 2 000 000 de pasajeros fueron transportados por los lomeríos de este territorio oriental, un número impensable cuando tocó fondo el parque automotor destinado al Plan Turquino.

«El programa de inversiones no se ha detenido; nosotros contamos en nuestro arsenal con Super Kamaz, Zil 130 y 131, GAZ 53 y otros modelos buenos para las serranías, mejores que los que  estaban hace algún tiempo. Este año deben ponerse en explotación otros 30 equipos nuevos», revela el directivo.

En Holguín y Sancti Spíritus también se han incrementado los medios, con Kamaz y vehículos de doble tracción. Digamos que en el territorio central, con montañas en los municipios de Sancti Spíritus, Trinidad, Fomento y Yaguajay, hubo en 2017 miles de viajes más que los planificados, los cuales fueron posibles por la entrada paulatina de equipamiento de procedencia rusa, mucho más confortable que el existente anteriormente.

Y en la provincia oriental, donde cinco territorios tienen montañas (Cueto, Mayarí, Frank País, Sagua de Tánamo y Moa), muchos serranos han visto cómo ahora es menos complejo acudir al médico, «bajar»  a las tiendas o a las oficinas de trámites, o visitar familiares. Todos agradecen las mejoras en la transportación, aunque las insatisfacciones subsistan.

El gran dolor de cabeza 

Pedro Cortés, oriundo de la serranía de Fomento, conoce cada palmo del camino pedregoso y estremecedor que une los diferentes caseríos, distribuidos entre Gavilanes y la cabecera municipal.

«Suben muchos carros de la Empresa Forestal y otros pa’ la recogida del café han puesto esto peor. Hay tramos en los que el camión te zarandea como si te fuera a botar. Y cuando llueve la cosa se pone peor. Ya ni me planifico, cuando lo veo llegar es que recojo los bultos», asegura.

Esa narración describe el principal dolor de cabeza del transporte en las serranías cubanas: el estado de los viales.

María del Carmen Rodríguez, vecina de La Bomba, en el municipio espirituano de Yaguajay, sentencia que en ocasiones ha previsto viajar «pues sabes cuando entra el carro, pero puedes quedarte vestida y sin bailar porque este no llega por causa de los caminos, que se ponen malos».

Las características topográficas de las zonas más intrincadas provocan que los viales estén deteriorados. «En su mayoría con grandes piedras que nos pican las gomas, se rompen los espejos, en fin… resulta muy complejo mantener en buen estado un carro en esas condiciones», reconoce Yunelvis Solenzal Hernández, subdirector de Operaciones de la Empresa Provincial de Transporte en Sancti Spíritus.

Mientras en Granma varias rutas quedan truncas por la situación de las sendas. Así lo ejemplificó Eliécer Cortés Borja, quien fue categórico al asegurar que la única vía sin problemas en los lomeríos de Guisa es la de Victorino. «Incluso, el viaje que deberíamos dar hasta Colón, que dura más de cuatro horas, solo está llegando hasta Punta de Lanza, varios kilómetros antes. Y en épocas de lluvias... ni hablar, por muchos lugares no se puede transitar».

Ese criterio es sustentado por la joven doctora Heidi Hernández, quien, en Calabaza de Sagua (Holguín) afirmó a nuestro periódico: «Esos nuevos carros son cómodos pero tienen un problema: los caminos llenos de baches. Para que las embarazadas se monten ahí tienen que pensarlo y a veces no tienen otro remedio, porque muchas deben asistir a consulta en Sagua y no hay carros Toyota suficientes ni todas tienen el dinero para pagarlos».

Por su parte, el granmense Leonardo Labrada Mesa afirma que se ha buscado superar algunas de las dificultades con el trabajo de las brigadas de camineros; «pero el estado de los viales sigue siendo la gran preocupación de choferes, vecinos, mecánicos y directivos».

Tal vez la provincia menos crítica con sus viales sea Pinar del Río, donde, según refiere Dibany Ríos Loaces, subdirector del Centro Provincial de Vialidad, de las vías de interés nacional que pertenecen al Plan Turquino, el 25 por ciento está en mal estado.

«Hemos tratado de ir mejorando los viales en los que Transporte ha puesto ómnibus. Para ello se ha utilizado mezcla con bacheo donde se ha podido, y mezcla de la concebida en el plan de la economía. A los puentes, que son muy viejos, se les ha hecho un desvío, solo restan tres, y uno de ellos debe quedar concluido este año», expresa.

El directivo añade que hasta el momento no existe ninguna ruta cerrada por el estado de los viales, a pesar de la situación que estos presentan.

No debe olvidarse que ese problema no solo incide en el traslado de pasajeros, pues como enfatiza el Director de Transporte en Granma, a las montañas se sigue llevando la canasta básica y se continúan sacando producciones de café o de otros renglones importantes.

Surge, a la sazón, una gran disyuntiva: si hay más viajes existen más posibilidades de que se continúen dañando los caminos; pero si hay menos transporte subiendo... cómo llegar a esas comunidades, que durante tanto tiempo pidieron tales mejorías.

Epílogo 

Todavía hay rutas con una frecuencia semanal —o más espaciada— en nuestros lomeríos. Quienes abordan esos transportes quisieran mayor constancia; incluso, los que tienen viajes diarios desean más horarios dentro de la misma jornada.

Tales expectativas, al igual que las de poder trasladarse con más facilidad los citados domingos, son válidas porque las montañas han de verse como emblema de progreso, de tradiciones importantes, de obra creadora de la Revolución. En ellas nacieron varios procesos que cambiaron este país y, por ende, hay un agradecimiento eterno a sus pobladores.

Pero si los viales continúan deteriorándose, como indica la lógica del tiempo, no podrá incrementarse el transporte público o de carga y habrá que ir pensando cuánto impacto tendrían las millonarias inversiones que se han hecho en equipos y piezas de repuesto.

Sabemos que sin una economía sólida no pueden arreglarse tantos viales en las montañas. De hecho, es fácil verlos muy dañados en plenas ciudades o llanos. Pero también sabemos que cuando las condiciones de existencia —que incluyen el transporte— no son óptimas se corre el riesgo de descapitalizar esas regiones, fuentes de riqueza y de vida, símbolos de una nación que busca la prosperidad para todos sus hijos. 

Que las terminales estén vacías un domingo no significa que las personas ya no quieran viajar ese día. Muchas se acostumbraron a ir a la salida de los poblados. Foto: Osviel Castro

La nueva técnica, de procedencia rusa, que hoy transporta a los pasajeros en las montañas es más segura y confortable. Foto: Cortesía de José Lorenzo

A las cinco de la tarde, cualquiera puede sorprenderse gratamente al ver partir desde la terminal intermunicipal de Pinar del Río, el transporte hacia La Palma, algo que no sucedía en los años más duros. Foto: Dorelys Canivell Canal. 

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