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Cuando se jugó el todo por el todo

A 60 años de la batalla de Santa Clara, el general de división (r) Ramón Pardo Guerra cuenta pasajes de aquellos complejos días que sellaron la victoria definitiva

Autores:

Dayron Chang
Lisandra Gómez Guerra
Nelson García Santos

Santa Clara, Villa Clara.— «Éramos cuatro combatientes contra una tanqueta en plena calle Independencia. Desde que oímos un gran estruendo sabíamos que el tren se había descarrilado. Con la ayuda de la población que nos abría las puertas y nos permitía cruzar tapias, pudimos dejar atrás el fuego que nos perseguía y acercarnos a los vagones que ya habían caído».

 Con una memoria casi fotográfica el general de división (r) Ramón Pardo Guerra, conocido por todos como Guile, evoca páginas inolvidables de su vida de cuando solo tenía 20 años y recrea uno de los momentos más tensos durante la batalla de Santa Clara: el descarrilamiento del tren blindado.

Sin mucho aliento, después de andar junto al Comandante Ernesto Guevara, Harry Villegas, José Mendoza Argudín y Aleida March, Pardo Guerra llega a las cercanías de la línea férrea. La nube de pólvora les permite posicionarse en diferentes puntos para respaldar el fuego cruzado que cesa pasadas cuatro horas.

«Cerca de 18 combatientes estuvimos ahí, porque el resto de mi escuadra estaba distribuida en otros lugares donde también se luchaba. Pasadas las cinco de la tarde hay una calma. Yo camino hacia donde estaba el jefe del tren, mientras los guardias, asomados en los vagones, me apuntan. Le explico al jefe que ofrecíamos una tregua. Él me pregunta quién nos dirigía y yo dije que el Che», narra con la ayuda de un croquis que traza sobre un papel, para que ni un solo detalle se escape.

Minutos después, el propio guerrillero argentino interviene en la conversación y deja bien claro que solo había un camino: la rendición, o si no sería el responsable de todas las muertes y heridos que se propiciaran a partir de ese momento, porque podía ocurrir una invasión extranjera.

«Los guardias aprovechan el momento y bajan. Preguntan a nuestros combatientes cuántos éramos. Y ellos dicen cualquier cifra, tanto de soldados como de armas. Pactamos que a los 15 minutos reiniciaríamos el combate. Cuando pasaron como diez, supimos que aceptaban. Era cerca de las seis de la tarde y comenzaba a oscurecer», enfatiza, como si no hubiesen pasado 60 años.

Ocurre así la primera victoria de la batalla de Santa Clara. La toma del tren blindado fue decisiva para el ulterior desenlace bélico.

—¿Por qué había que jugarse el todo por el todo en ese punto?

—Desde que salimos en la mañana del 28 de diciembre de la Universidad de Santa Clara, el Che nos dice que nuestra misión era llegar por la carretera de Camajuaní a la ciudad. Entre la aviación y el hostigamiento de las tanquetas el tránsito no resulta fácil. Por la noche se mantiene la misma situación, aunque nos desviamos un tanto para evitar enfrentamientos directos. Desde entonces sabíamos que nuestro punto está en la línea férrea, cerca del río Cubanicay, para evitar el desembarco de las armas y de hombres del tren que Batista había mandado de refuerzo para las provincias orientales. Al llegar allí levantamos la línea con un buldózer para que fuera nuestro si retrocedía. El Che nos visitó varias veces porque sabía que al conocer la tensa situación le ordenarían regresar. Por eso había que jugárselo todo allí. Más de 5 000 armas modernas fueron nuestras y la victoria demostró que prácticamente la batalla ya significaba otra victoria del Ejército Rebelde.

—Pero el gran sueño llegó después...

—Sí, el día 30 de diciembre se combatía en toda Santa Clara. Poco a poco, comenzaron a caer en nuestras manos varios lugares: el gobierno provincial, el cuartel de los Caballitos, la cárcel y la jefatura de policía, donde momentos antes de la rendición muere El Vaquerito, jefe del pelotón suicida.

«Sobre las dos y pico de la madrugada del 1ro. de enero, yo dormía, pero al escuchar unos disparos me tiro rápido. Supe entonces que Batista se había ido. La gente andaba loca en la calle gritando. Pero el Comandante Guevara nos dice que debíamos seguir combatiendo.

«Por eso, a las seis de la mañana salimos para el zoológico, donde estaba una compañía. Dialogamos con ellos y le informamos que todo se había acabado. Por orden del Che entramos al cuartel».

—¿Qué motivó a un jovencito como usted salir de la Sierra Maestra, donde vivía, para enrolarse en una aventura que podía arrebatarle la vida?

—Salí de mi casa con nueve años para Banes, donde estudié. Luego con 15 viví en Caimanera, donde conocí de cerca las atrocidades de los marines; la explotación a las mujeres que trabajaban en una tienda. Sabía que ese no era el futuro que deseaba. Cuando conocí del desembarco del Granma, enseguida decidí unirme, como mismo hicieron otros miembros de mi familia. La motivación fue luchar por una Cuba diferente a la de aquella de hace más de 60 años, y la Revolución me dio la oportunidad.

Antecedentes de una batalla

A la batalla de Santa Clara la antecedió una ofensiva que  empezó el 15 de diciembre de 1958, caracterizada por arremetidas continuas del Ejército Rebelde con varias acciones combativas en posiciones importantes, sin perder la movilidad y creatividad de la guerrilla.

Luego de la toma de Fomento la estrategia abarcó desde la carretera central hasta zonas de Sancti Spíritus, y por el norte tuvo en cuenta los territorios de Caibarién, Remedios y Camajuaní.

Como resultado, aproximadamente en 12 días las tropas de la tiranía perdieron en los enfrentamientos más de 40 posiciones situadas en 17 poblados, entre cuarteles, puestos de la guardia rural, la policía y la marina. El Ejército Rebelde capturó unos 800 prisioneros.

Se creó un anillo alrededor de la capital provincial de la región, antiguamente conocida como Las Villas, que impedía la llegada de refuerzos. Por la vía a Manicaragua era imposible, porque el histórico Escambray estaba dominado por rebeldes. A través de la carretera central tampoco se podía pasar, pues Placetas había sido liberada  y estaba interrumpido el tráfico de vehículos con la destrucción del puente de Falcón. Por su parte, la tropa de Víctor Bordón operaba en la zona de Santo Domingo.

El enclave militar de Santa Clara era uno de los más importantes del país. Las tropas de la tiranía la componían más de 3 000 soldados, diez tanques y 12 tanquetas T-17 y un efectivo apoyo de los aviones modelos B-26, F-47, T-33, Seafury, con base en el campamento militar de Columbia y en Camagüey.

El mando militar estaba a cargo del coronel Joaquín Casillas Lumpuy, el asesino del líder azucarero Jesús Menéndez. Este hombre optó por concentrar los efectivos en los cuarteles y otras posiciones para resistir.

Sin defensa prácticamente en la zona periférica, el Che ordenó el avance de los rebeldes hacia el interior de la ciudad para rodear las fuerzas enemigas en los cuarteles y otras posiciones; llevó el asalto al nivel de insurrección popular y empleó la propaganda como arma fundamental, mediante volantes y altoparlantes, para desmoralizar las fuerzas que iba a atacar.

Durante los cuatro días de la batalla muchísimas personas les abrieron sus casas a los combatientes rebeldes, a quienes también les ofrecieron alimentos y medicinas, y les permitieron romper paredes para facilitarles el avance hacia algunos sitios estratégicos.

Perdidas todas las posiciones de la ciudad quedaba solo el Regimiento Leoncio Vidal, la tercera fortaleza del país, que definitivamente se rindió el día 1ro.

El jefe del enclave, el coronel Casillas Lumpuy, comunicó a Batista, a las diez de la noche del día 31, que la batalla de Santa Clara estaba perdida. En las horas posteriores abandonó el regimiento para tratar de escapar, pero lo capturaron en la zona de Santo Domingo. Luego resultó muerto cuando intentó huir.

El general de división (r) Ramón Pardo Guerra participó en la acción del descarrilamiento del tren blindado. Foto: Frank de la Guardia Rondón

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