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«Secretos» de un volcán

Hoy deberíamos hurgar en detalles vinculados al lugar y los hechos que hace 151 años estremecieron a la incipiente nación

Autor:

Osviel Castro Medel

MANZANILLO, Granma.— ¿Qué sabemos de aquel octubre de volcanes, iniciador de nuestras gestas tremendas? Tal vez no tanto como suponemos.

Es que casi siempre hemos repetido los sucesos de la misma manera: ese día Carlos Manuel de Céspedes le dio la libertad a sus esclavos y los convocó a la lucha. O decimos que «se produjo el alzamiento por la independencia y se leyó el Manifiesto del 10 de Octubre ante más de 500 complotados».

Sin embargo, si ahora preguntáramos sobre la marcha que compuso el Padre de la Patria para esa fecha, o cómo fueron las complicaciones para confeccionar la bandera o si es verdad que hubo levantamientos previos a la jornada convulsa tal vez encojamos los hombros.

A los machetes con fuerza

La idea inicial de Carlos Manuel, una vez sublevado, era tomar con escasas armas la ciudad de Manzanillo, a 13 kilómetros de distancia de su ingenio azucarero.

Para «redondear» ese propósito había compuesto una marcha que, como señala el historiador manzanillero Delio Orozco González, es, hasta donde se conoce, la única pieza de índole marcial creada por él.

Debe haberla escrito en la madrugada del 4 de octubre, seis días antes del estallido y tenía el propósito, como apunta Orozco en su brillante artículo, de avivar el fuego independentista después de que la Ciudad del Golfo se convirtiera en la primera libre de Cuba.

La composición, de siete estrofas, contando el estribillo, enfatiza en uno de sus fragmentos: «Vuestros machetes blandid con fuerza/ Manzanilleros, id al combate/ De miedo nunca, más brioso late/ El corazón por la libertad».

«Olvidado y desconocido permaneció el convite de Carlos Manuel (…) La marcha quedó relegada —por más de un siglo—, a una página de El Cubano Libre marcado con el número 30, de fecha jueves 26 de noviembre de 1868, hasta que la paciente y patriótica obra del matrimonio de Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo la rescató de las páginas del insurrecto rotativo y la publicó en 1974, justamente un siglo después de la caída en combate del Padrazo», agrega Delio en sus letras.

Gracias a las gestiones del acucioso investigador, la Marcha de Manzanillo terminó siendo musicalizada en octubre de 2004 por el bayamés Carlos Puig, y cantada por el tenor holguinero Orlando Silverio. ¿Cuántos la hemos escuchado desde entonces?

Dos Candelarias y una Bandera

Otro detalle que deberíamos amplificar más es el de la confección de la bandera. Quien luego sería el héroe de San Lorenzo conocía la importancia de los símbolos y era imposible comenzar una revolución sin un estandarte.

Días antes del 10 de octubre dio a conocer su diseño a los principales conjurados. La enseña que ondearía en Demajagua (se acepta también La Demajagua) la esbozó Céspedes a lápiz y la bordó a toda carrera, el 9 de octubre,  Candelaria Acosta Fontaigne, la bella joven con quien el abogado bayamés tendría posteriormente dos hijos, frutos de sus amoríos, la cual donó su vestido azul celeste para confeccionar esa insignia.

El pabellón del 10 de Octubre acompañó nuestras primeras batallas hasta que, con lógicas discusiones, se adoptó el de Narciso López en la Asamblea de Guáimaro. Medía más de un metro de largo y ancho, quedó casi cuadrado y tenía tres colores, a semejanza del de Chile, pero con otra disposición: rojo, blanco y azul.

Fue terminado apresuradamente con telas de la misma casa, pues cuando el Iniciador envió a un hombre a Manzanillo a buscar la materia prima este retornó con una noticia inquietante: la población está en máxima alerta.

El excelente historiador Aldo Daniel Naranjo, director del museo Casa Natal de Céspedes, en Bayamo, apunta que existieron varias banderas en la región, entre estas una de las más conocidas es la que cosieron Isabel Vázquez, esposa de Perucho Figueredo, y sus hijas Eulalia, Blanca, Eloísa, Piedad, María y Candelaria, quien fue la primera abanderada del Ejército Libertador. El estandarte también medía más de un metro de longitud y anchura, pero era más rectangular.

Varios detalles estremecen en este preciso instante: dos de las mujeres vinculadas al emblema nacieron el mismo día, aunque de diferentes años. Por la tradición religiosa de entonces tenían el mismo nombre.

Candelaria Acosta Fontaigne vio la luz el 2 de febrero de 1851 y falleció el 23 de mayo de 1932, después de haber llegado a tocar con sus propias manos la bandera que un día bordó. Pero eso último es otra novela real, que merece un reportaje aparte.

Y Candelaria Figueredo Vázquez nació un año más tarde y murió el 19 de enero de 1914, con una historia hermosa y conmovedora, en la que se incluye su entrada triunfal a Bayamo, a caballo, bandera en mano, el 20 de octubre de 1868.

Algo importante es que el estandarte cespediano no ha dejado de flotar vigoroso en Bayamo o Manzanillo y actualmente ondea en Demajagua.

Los primeros disparos

Algunos se sorprenden cuando se enteran: Pedro María de Céspedes (31 de enero de 1825-4 de noviembre de 1873), hermano del Padrazo, encabezó lo que algunos historiadores consideran el primer alzamiento, el 9 de octubre de aquel año vertiginoso.

Este patriota reunió a centenares de hombres en las proximidades de la hacienda Caridad de Macaca y al mediodía de esa fecha atacó con modestas armas a la pequeña guarnición de Vicana; después se apoderó del poblado.

En 1975 la investigadora Adolfina Cossío publicó su folleto El alzamiento del 9 de octubre de 1868 en Macacas, en el cual se abordan pormenores de estas acciones.

Como si fuera poco, hubo otros levantamientos —aunque no implicaron combates— en esta región vísperas del grito independentista: en Guá, Portillo y Jibacoa. Los jefes respectivos de estos movimientos fueron Manuel de Jesús Titá Calvar, Manuel Codina Polanco y el dominicano Luis Marcano Álvarez. Un quinto levantamiento tuvo lugar en la zona desde El Caño hasta Guatívere, encabezado por Ángel Maestre y Juan Fernández Ruz.

Debemos resaltar hoy que todos actuaron a la sombra de Céspedes. De cualquier modo, vale recordarlos.

La Campana y una curiosidad cósmica

Aunque se han contado, es preciso repasar dos pasajes de La Demajagua: el de la campana y otro ligado al cosmos.

El cascabel libertario estuvo abandonado durante 31 años (desde 1869 hasta 1900), pero fue rescatado por buenos cubanos y ubicado en el Ayuntamiento de Manzanillo. Se transportó varias veces a la capital cubana, una de estas por Fidel, en noviembre de 1947. Por suerte, en el centenario del estallido independentista fue ubicado en La Demajagua.

Por otra parte, antes de su viaje al espacio, en septiembre de 1980, Arnaldo Tamayo Méndez, primer cosmonauta de América Latina, acudió al histórico lugar, tomó tierra allí y con ella anduvo por los cielos.

La Demajagua se convierte en un sitio para reafirmar nuestras convicciones patrias. Foto:Roberto Ruiz

A su regreso abrió un hueco en un sitio del ya entonces Parque Nacional La Demajagua, plantó una palma real y tapó parte del agujero con esa tierra que había llevado al cosmos. Ahora la palma, de 39 años de edad, crece erguida, como símbolo inmenso de pasado y futuro. A sus lados, para hacer más hermoso el paisaje, flotan dos banderas: la cubana y la de aquel hombre que nos convidó a ser llama, antes que almohada.

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