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Aquellos ojos negros…

La atención al primer niño positivo a la COVID-19 asistido en Sancti Spíritus fue una lección de vida para el personal que lo acompañó durante los 14 días de su ingreso

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— La recibió sentado sobre la cama, con las piernas dobladas bajo el cuerpo, y bastó mirar aquellos grandes ojos negros para intuir que serían días difíciles en ese duelo con una enfermedad desconocida. Mas la fortaleza del pequeño de cinco años que con extrañeza le dio la bienvenida, la ayudó a respirar con alivio.

 «La primera impresión cuando ves a un niño enfermo y con nasobuco es muy triste», cuenta la pediatra Eridanis Rodríguez Pérez, «Nany», como el cariño familiar le bautizó cuando abrió los ojos hace 30 abriles.

«Cuando están clínicamente bien, la alegría y el movimiento de un lado para otro es incontrolable. Sin embargo, Yerik Luis Martínez Manso estaba muy tenso, y yo lo entiendo: A nosotros, con toda la ropa verde, la máscara facial y el nasobuco, prácticamente lo único que nos veía eran los ojos».

Comenzó así, el pasado 17 de abril, otro de los pasajes que traza la historia de la pediatría espirituana: atender en este terruño al primer niño positivo a la COVID-19.

«Fue muy receptivo. Se dejó examinar, se portó muy bien y a medida que pasaron los días logramos tener más confianza con él. Claro, manteniendo la distancia, porque esta enfermedad es altamente contagiosa. Teníamos que cuidar de su salud y la de nosotros».

Pasó turnos de 12 horas junto a la cama del pequeño. Del otro lado de la cabecera se mantuvo constantemente su mamá Darlyn Manso Cabrera, a quien jamás ningún PCR marcó con resultado positivo. Atenderlos implicó grandes lecciones de vida para la brigada, integrada por tres pediatras, igual número de médicos generales integrales (MGI) y tres enfermeras.

«Desde el primer día tomó bien los medicamentos que se usan en el protocolo nacional para contrarrestar la enfermedad, sin reacción adversa al tratamiento. Estuvo asintomático, con buen apetito, buena vitalidad y en constante intercambio con sus familiares».

Nany, especialista desde hace dos años, disfrutó cada victoria de ese pequeño gigante oriundo de Cabaiguán, quien no le dio ventaja jamás a su microscópico enemigo.

«Ese niño nos demostró que se puede ser optimista aun en los momentos más oscuros y de mayor incertidumbre de la vida. Se hizo rayo de luz para quienes estuvimos a su lado», relata.

Con él una energía especial se adueñó durante 14 días del cubículo aséptico del hospital provincial de rehabilitación Faustino Pérez Hernández, centro de aislamiento desde que el SARS-CoV-2 puso tentáculos en esta Isla.

«Todo fluyó de forma dinámica. No nos sentimos cansados gracias a todo el equipo ajeno al Sistema de Salud que nos facilitó llegar hasta la zona roja sin problemas», añade la especialista, quien extraña la agitación de los servicios de urgencia del hospital pediátrico provincial José Martí, donde labora hace seis años.

«No te voy a negar que al principio me daba un poco de miedo porque, aunque nos dieron mucha capacitación y actualizaciones, era la primera vez que me enfrentaba a un paciente realmente positivo. Pero ese niño borró todos mis temores».

Un cariño especial creció cada segundo de su estancia, generando complicidad entre el pequeño, su mamá y la brigada que se desveló por su estado de salud; y Nany volvió a sentir de cerca la magia que años atrás descubrió como paciente de la pediatra espirituana Clara Obregón, su paradigma profesional y humano, por quien se inspiró a estudiar Medicina.

«Los niños no mienten. Cuando realizas bien la entrevista sabes cuáles son sus padecimientos reales, y si logras que te vean como su amiga, ya son tuyos», confiesa con el mismo sabor a gloria que sintió cuando el segundo PCR del pequeño anunció que ya podía egresar del centro hospitalario de Sancti Spíritus.

«Cuando conocimos la noticia fue un momento de mucha felicidad. No hubiésemos soportado otro resultado. Él estaba superemocionado y llamó a toda su familia. Ese instante no lo olvidaré», rememora ahora, desde el centro donde permanece por 14 días aislada, como prescribe el protocolo.

Desde allí se mantiene al tanto del pequeño, ya de vuelta en su casa, e imagina cómo será el recibimiento en la suya, en la comunidad Olivos Tres, donde reside desde que nació.

«Como médicos insistimos mucho en la prevención de casos como este, porque hasta ahora la COVID-19 no ha hecho tanto daño a los menores de edad, pero no hay seguridad de que siempre sea así. Como pediatras sabemos que hay pequeños que tienen muchos factores de riesgo, según sus patologías habituales, por lo que es vital que sus familiares cumplan con las medidas, insiste vía WhatsApp, recurso que emplea para estar al tanto de pacientes, amistades y familia.

«Una vez que termine mi cuarentena y esté unos días en casa, a donde no voy desde hace mucho tiempo, estaré lista para volver a entrar a la zona roja», concluye esta joven, a quien solo le bastó mirar aquellos ojos negros que la aguardaban sobre la extraña cama del hospital para intuir que todos estarían salvados.

 

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