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Ediciones Unión entrega un nuevo libro: Delirio de periodista

Su autora Iris Dávila nos entrega una obra de vida, reflejo del compromiso, una circunstancia y un futuro que necesitaban de sus razones y del encanto de su prosa

Autor:

Juventud Rebelde

Cuando la conocí yo era el mismo aspirante de siempre. Nadie, fuera de mí mismo, había leído aquello que yo llamaba cuentos y que soñaba con publicar algún día. Con la carpeta en su regazo me otorgó el mayor elogio: la confianza, y me regaló la mejor riqueza: su amistad. Me orientó aún desde la distancia, con esa nítida erudición que descarga sus preceptos hasta de los más inconcebibles signos. Su muerte me sorprendió sin decirle cuánto le debo, y le deberé, pero haré lo que me hubiera pedido de consultarle: escribir.

Ahora tengo en mis manos el libro de Iris Dávila, Delirio de periodista, editado por Ediciones Unión, y, como pocos, brinda mucho más que un ejercicio del criterio puramente periodístico, avalado por años de profesión, toneladas de temple y kilómetros de sabiduría. Es un libro de vida, es el reflejo del compromiso con un camino que por tortuoso se crece digno, con una existencia, una circunstancia y un futuro que necesitaban de sus razones y del encanto de su prosa.

El volumen le da una nueva dimensión, no por referida muy practicada, ni muy manida por utilizada, a esa pregunta de muchos: ¿cuál es el verdadero periodismo? Si se quiere rehuír a la polémica, se puede continuar creyendo en prototipos encartonados, pero si se quiere profundizar en la evolución de los eventos, Iris Dávila nos ayuda a entender. Según estos artículos, ricos en brevedad sintáctica, condición de ideas y sencillez de verbo, hacer periodismo, más que informar implica orientar, convencer, perfilar una realidad que por recreada no se vicia ni se trastoca. Uno de los consejos subliminares es el rechazo a la autosimulación. La visión propia, con la cuota de subjetividad e intencionalidad ineludible, no tiene por qué desviarse del camino, si la mascarada no forma parte de su estructura.

Toda esta madeja la irá deshilando al palpar los conceptos de cultura, lo culto y sus conexiones con las costumbres que trazan los contornos de la personalidad. El enfoque de Iris, aunque evita las definiciones manifiestas, es acercar al evento, a la cotidianidad, con palabras cotidianas, «las cuestiones fundamentales para el desarrollo del individuo y de la sociedad». Y es el individuo, junto al entorno social que lo ajusta e impele, la piedra filosofal del sistema de la cultura. Para la escritora las costumbres, los hábitos y formas de vida son la «substancia» de la cultura, su esencia. Algo que vemos y debatimos hoy: la eterna dicotomía entre la educación y la instrucción, la contradicción entre un culto maleducado y un ignorante respetuoso.

Mientras el lector vaya introduciéndose en los textos descubrirá un rasgo que salta hacia todos los sentidos: el magisterio. Los artículos de Iris Dávila compilados en este libro rezuman de modesta sabiduría. Las visiones sobre periodismo, series televisivas, mujeres sobresalientes y realidad social fluyen como un diálogo diáfano y ameno, con un lenguaje sencillo, pero oportuno; florido, pero no empalagoso. Cada frase se perfila hacia un fin aleccionador, con la característica de expandirse hacia cualquier tipo de lector, por mucha especialización o complejidad que exija el tema. Si eso no es un privilegio para el lector, él sabrá cómo desecharlo.

Iris demuestra que podía escribir casi de cualquier cosa, hasta de ella misma, cuando se coloca al centro en la reflexión que cuestiona los vacíos educativos. Se define mundana, pero si lo hubiera sido, no escribiría, como lo hizo, sobre Alejo Carpentier o la entrañable Pepilla de Juan Marinello. Tampoco se hubiera atrevido a teorizar sobre temas psicosociales como la familia, la comunidad matrimonial con un toque de humorismo que se hace cada vez más sospechosamente exclusivo de las plumas femeninas.

No se hubiera aventurado, con la misma valentía con que denunciaba la fatuidad universitaria en tiempos de represión, a vaticinar los peligros, desde 1995, de la drogadicción, la prostitución, el mercantilismo, la pérdida de valores, la emigración, la ética y los ataques contra el medioambiente. Contemporaneidad, ese es el apelativo más adecuado para saltar la fecha de los artículos y leerlos como proclamas de la dinámica más actual, de la previsión que solo los verdaderos periodistas son capaces de enarbolar.

Lo único que pudiera cuestionarle a los artículos de Iris es la brevedad. Sé que muchos excelentes escritores basan en ello el genial ejercicio de las ideas. Sin embargo, existen las palabras para expresar; si el exceso abruma, la carencia frustra. Lo principal no es cuantas palabras se usan, sino cuanto trascienden. La cantidad se hinca de hinojos ante el impacto de la idea. Estos textos marcan y proponen un punto de partida —tamaña humildad casi extinta— alimentan los deseos de continuar leyendo, como si quisieran decir más, como si se despidieran hasta la próxima, porque en este libro, más que delirio de periodista, se aprenderá a amar la página emborronada por la simple exaltación de escribir.

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