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No concibo a un Almeida pequeño

Con la certeza de que hay hombres que son o fueron demasiado grandes para representarlos en tamaño natural, el escultor Enrique Ávila inmortalizó la figura de Juan Almeida en un abrazo de acero y luz

Autor:

Eduardo Pinto Sánchez

SANTIAGO DE CUBA.— A Enrique Ávila González no le preocupa su propia trascendencia, aunque ya la tiene garantizada al haber inmortalizado al Che y Camilo en la Plaza de la Revolución de La Habana y una docena de héroes en otros lugares de la Isla. Funde el acero con la luz en grandes esculturas desde hace muchos años, pero en su ignoto mundo de creación prefiere la pintura para expresar sus sentimientos sobre la vida, la historia o la naturaleza.

Con la profunda convicción de que hay hombres que son o fueron demasiado grandes para representarlos en tamaño natural, este humilde holguinero nos cuenta sobre su profunda admiración por la figura de Juan Almeida Bosque, el último motivo de su inspiración.

Almeida, hombre de pueblo

«Yo vivía en la ciudad de Holguín durante la época en que Almeida era el delegado del Buró Político en la antigua provincia de Oriente, y los holguineros recordamos sus visitas a nuestra tierra; iba a todas partes, recorría las calles, conversaba con todo el mundo. Yo observé de cerca cómo era en su interacción con la gente humilde, cómo se tomaba un trago con cualquiera, cómo conversaba con los artistas, cómo piropeaba a las mujeres, era un hombre increíble.

«En mi búsqueda de información sobre su vida encontré ese rasgo sensible de su personalidad. En uno de sus textos, el Che contaba que en una ocasión lo hirieron en combate en una de las primeras acciones militares en las que participó, en Alegría de Pío, por lo que se sentía a punto de morir. Ya lo veía todo negro cuando sintió que alguien lo agarró con firmeza por el hombro y le dijo: “Vamos, chico, ¿no ves que lo que tú tienes es un rasguño?, ¡levántate y vamos! Entonces se volteó y vio a Almeida».

Una sonrisa difícil de capturar

«Para mí fue difícil diseñar en una línea tridimensional el rostro de Almeida; hice cerca de 35 bocetos que no me “cuadraban”, porque hay una característica muy propia de él y es la nobleza que tenía en la sonrisa y en la mirada. Si la sonrisa de Camilo era compleja representarla a esa escala, porque era muy alegre y campechana, la de Almeida tenía un misterio que traté de reflejar en sus ojos. Si lo observan bien, hasta cierta picardía se aprecia en su mirada, yo digo que se está riendo con los ojos.

«La escultura se complementa con la frase “Aquí no se rinde nadie”, reproducida con la caligrafía del propio Almeida a partir de la unión de palabras que encontré dispersas en varios de sus escritos. Me encontré con un gran problema, pues él escribía todas las letras en mayúscula, al unirlas y verlas sobre el papel no me gustaba.

«Ahora en relieve la visualizo de otra forma y creo que le aporta un realce artístico al conjunto; quizá cuando alguien la mire le cueste identificar la frase, pero nada más descubra una de las palabras y vea a Almeida, sabrá de lo que se trata. Esa frase encierra al  revolucionario, artista, poeta y escritor.

«Decidí hacer este relieve escultórico mediante un dibujo de una sola línea tridimensional, que representa lo sencillo y austero de Almeida, como mismo lo fueron el Che y Camilo».

El Maceo de la Revolución del 59

«No creo que se preste a confusión, como algunos han querido ver, el hecho de colocar este relieve escultórico en un teatro con el nombre de José María Heredia; existe la tendencia entre los arquitectos que diseñan grandes edificios de dejar enormes espacios para colocar propaganda. ¿Por qué no aprovechar nosotros este espacio privilegiado del teatro Heredia para colocar a Almeida, una persona tan querida por los santiagueros?

«Igual que Heredia hizo la Oda al Niágara, impresionado por las famosas cataratas, a mí me impresionó la personalidad de Almeida. Me han preguntado por qué yo hago las esculturas de gran formato; es muy fácil, la grandeza de hombres como el Che, Camilo o Almeida no tengo otra forma de representarla que no sea con las dimensiones de mis obras, que facilita que se vean desde todas partes, que sean diferentes en tamaño al resto del mundo, porque en su vida no fueron igual que nosotros. Yo no subí a la Sierra Maestra, no viajé en el Granma, y hablo de la acción pero también de la dimensión de sus ideas. Yo no los concibo pequeños, como mismo sucede con Maceo, por ejemplo.

«Este monumento se integra perfectamente con el conjunto escultórico de la Plaza de la Revolución dedicada a Maceo, en primer lugar porque están hechos de metales; también, para suerte mía y de la obra, Antonio Quintana, el arquitecto que diseñó el Teatro Heredia, usó el motivo de las columnas y las mismas líneas horizontales, igual que las que empleé en el relieve escultórico de Almeida. Visualmente hay una integración casi perfecta entre la Plaza de la Revolución y la obra.

«Almeida está mirando a Maceo, porque Almeida lo admiraba. Pienso que Almeida es como el Maceo de esta época: el de la Revolución nuestra. Entonces, ¡qué mejor composición que tener a la vista de todo el mundo un héroe mambí y uno de la Revolución del 59!».

Muchas manos

«Todas estas obras no las puedo hacer solo; conmigo trabajan, hace muchos años, tres amigos pinareños, gente muy sencilla que llegaron como paileros y hoy son unos artistas. Román Acosta, sin darse cuenta se ha hecho escultor y es mi brazo derecho, además de un gran conocedor del acero y del hierro; Rafael Torres se encarga de pintar a cualquier altura, y Alberto Suárez tiene una precisión milimétrica en la mano para ir cortando por donde va la línea y también es un excelente soldador».

De acero

«No concibo a Almeida de otro material que no sea el acero, como no concibo a Maceo si no es en bronce. El acero que expresa la firmeza y la entereza de un hombre, que fue no solo un gran político, sino un combatiente ejemplar,  un artista enamorado de su Patria, que amó con pasión a la invicta tierra santiaguera. Por eso afirmo que si, como dicen ustedes con orgullo, “Santiago es Santiago”, pues Almeida es Almeida».

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