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Sueños con trampolín

Hasta septiembre el Festival Circuba 2018 llevará el arte circense a casi toda la geografía insular, una oportunidad única para conocer a los mejores exponentes del país y de otras latitudes, así como a los jóvenes talentos de nuestro Circo Nacional

Autores:

Alejandro A. Madorrán Durán
Luis Autié Cantón

Cuando Isumy se prepara para comenzar una función dice que no puede evitar sentirse nerviosa y comienza a pensar en lo que pasaría si se suelta del mástil en el que «vuela» a casi cinco metros de altura. Sin embargo, «cuando entro al escenario y siento el aplauso del público se me olvida todo y el miedo lo convierto en adrenalina», cuenta esta jovencita de 19 años.

Isumy Leyva Bernal es pequeña y delgada, y esconde bajo esa apariencia frágil una osadía enorme. «En una presentación nunca he tenido un fallo grave, si pasara pudiera quedarme inválida o incluso morir. Cuando entreno a veces sí me he lastimado, me golpeo con el mástil y me salen moretones y llagas en las corvas de las piernas, y, aunque duelan, tengo que seguir entrenando».

Los mismos temores ha tenido que superar Melton Martínez Ortega, a quien una vez mientras preparaba un número se le resbalaron las manos a causa del sudor y cayó al suelo. «Gracias a Dios la caída fue desde menos de dos metros y no pasó nada grande, aunque tuve molestias en la espalda que me impidieron entrenar durante dos meses».

Melton aconseja que en medio de una función nunca se debe pensar en que se está en el aire y que si lo haces es más probable que puedas caer. Hay que estar concentrado en los elementos del número y siempre respirar al terminar cada ejercicio para que todo fluya bien. La clave —afirma— está en la preparación.

«Los entrenamientos a veces pueden durar desde las 8:00 a.m. hasta las 8:00 p.m. Y en ocasiones llego y me pongo a calentar y me quedo mirando el tubo y no sé qué hacer. Primero necesito pensar el ejercicio que me toca, porque no es solo llegar y subirme en el mástil y hacer lo primero que se me ocurra», comenta.

Isumy, actualmente en segundo año de la Escuela Nacional de Circo, también reconoce que la preparación es fundamental. «De lunes a viernes en la escuela recibimos clases de Matemática, Física, Español… y también de actuación, de baile, de pantomima, maquillaje, entre otras especialidades ya que el circo es una de las artes más completas. Después, a partir de la 1:00 p.m. comienzan los entrenamientos de preparación física, elasticidad, montaje de números y base técnica.

«Cuando actúo debajo no tengo una malla de protección ni un colchón para amortiguar la caída, mi única seguridad son mis manos y pies, y la preparación diaria», afirma.

Magia que enamora

El Circo Nacional de Cuba cuenta entre sus filas con muchos jóvenes artistas que cada día se preparan con el fin de ser mejores y más completos profesionales. La ocasión para comprobar de cerca el talento de esos debutantes, además de otros exponentes nacionales y foráneos, la ofrece cada año el Festival Circuba, que en esta decimoséptima edición también llevará el arte circense a casi todas las regiones de la geografía insular.

Algunos de los participantes en el Circuba son estudiantes o egresados de la Escuela Nacional de Circo, otros provienen de escuelas de gimnasia, ballet,  música. Cada uno con una historia singular, porque a ese arte escénico consagran su vida. 

Como recuerda la inquieta Isumy, «cuando dije en mi casa que quería presentarme a las pruebas de aptitud de la Escuela Nacional de Circo, mis padres no se lo querían creer, pensaron que era una locura mía y que nunca lo iba a lograr.

«Desde chiquita siempre me había gustado imitar los números circenses que veía en la televisión, sobre todo los de contorsionismo, aunque en lo primero que incursioné fue en el baile y estuve durante casi tres años en la compañía de danza contemporánea Narciso Medina.

«Cuando tenía 15 años conocí que existía una escuela de circo, y una vez decidida comencé a prepararme para las pruebas. Hice muchas barras, paralelas, abdominales, planchas y ejercicios de elasticidad; lo necesitaba porque, aunque tenía la preparación del baile, no me sentía con la suficiente fuerza. Al final el trabajo tuvo sus frutos», afirma.

En el caso de Melton parecía que su destino estaba unido al ciclismo como el de muchos de sus familiares. Sin embargo, estando en el equipo nacional sufrió una fractura en la mano que le impidió maniobrar con facilidad y tuvo que dejar el deporte.

«Cuando terminé en el ciclismo no me desanimé, y en Ciego de Ávila, mi ciudad natal, comencé a estudiar Cultura Física. A mitad de carrera me enteré de que había un curso para formar bailarines, y como esa era una de mis grandes pasiones desde chiquito, sin dudar dejé la universidad.

«En el Teatro Principal de Ciego de Ávila pasé ese curso de seis meses donde aprendí las técnicas básicas del baile, y después estudié durante un año nado sincronizado y ballet acuático en el Hotel Pernik, de Holguín. Con esa preparación integré varios espectáculos en instalaciones turísticas de Cayo Coco, donde conocí a José Manuel Cordero —coordinador general del Circuba—, quien me propuso integrar el Circo Nacional.

«Comencé en la Compañía Havana, donde en los primeros números hice la labor del base, que es la persona que por su fortaleza puede sostener a los demás. A los tres o cuatro meses tuve la oportunidad de incursionar en un estilo que se conoce como pole dance, y, específicamente, en el mástil aéreo. Un ejercicio sumamente difícil, para el cual he tenido que adelgazar diez kilogramos.

«El circo no lo cambio por nada. Lo que más me atrapa es la adrenalina de hacer números tan difíciles. Cuando estás rodeado por el público, las luces y la música, la emoción es muy alta, eso te da una fuerza que te permite hacer todo por muy cansado que estés», refiere.

Patinar como los ángeles

La del Dúo Ángeles de patinaje acrobático ha sido una de las presentaciones más atractivas y aplaudidas por el público de la Carpa Trompoloco en esta edición del Circuba. Provenientes de la provincia de Matanzas, Zhenia Bakalets Acosta y José Ángel Álvarez González combinan el ballet, el patinaje y la acrobacia en un número que, aunque apenas dura unos minutos, infunde en los que lo presencian intensas emociones.

Sobre una mesa pequeña ambos jóvenes, de 24 y 25 años respectivamente, dan vueltas sobre patines y al mismo tiempo ejecutan complejas maniobras acrobáticas. La primera vez que lo hicieron frente a un público, rememora José Ángel, fue en 2014 en un hotel en Varadero, y desde entonces han ido perfeccionándolo y complejizándolo.

«Cuando empezamos, recuerdo que sentíamos mucho mareo. Aunque solo diéramos dos giros lentos, cuando nos sentábamos en el piso todo daba vueltas», lo cuenta con una sonrisa Zhenia. «Después de muchos intentos hemos logrado aumentar la velocidad, tener más limpieza en la ejecución y ejercicios con mayor duración», afirma.

Como es de suponer resulta fundamental para el éxito de este ejercicio el que ambos artistas tengan una alta compenetración, confianza mutua y hayan tenido suficiente tiempo para conocerse el uno al otro. En el caso de Zhenia y José Ángel la complicidad es máxima. Hasta el físico parece hermanarlos; ambos son altos, delgados y con cabellos rubios.

Desde pequeños se conocieron en las clases de ballet de la Escuela Vocacional de Arte de Matanzas Alfonso Pérez, donde durante cinco años compartieron la misma aula hasta que en 9no. grado sus caminos se separaron momentáneamente. José Ángel se graduó en la especialidad de Circo en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y Zhenia estudió patinaje en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), y después ingresó en la carrera de Ingeniería Industrial, en la Universidad de Matanzas, donde actualmente cursa el último año.

Cuenta la joven que como José Ángel a menudo la llamaba para que lo asistiera en sus números de equilibrio sobre rodillos, poco a poco se fue interesando por el circo y participaba con él en sus actuaciones con la compañía Espectro, de Matanzas.

«Un día vimos un video de unos artistas franceses haciendo este número de patines y nos motivamos a hacerlo. Para prepararnos mejor nos acercamos a la Escuela Nacional de Circo y, aunque nosotros no éramos estudiantes, recibimos mucha ayuda. Sobre todo, agradecemos el apoyo de los profesores Guille y Domingo, quienes desde el principio creyeron en el número, al igual que nuestra familia y amigos más allegados», cuenta Zhenia.

Ambos reconocen que para lograr la perfección solo hay un camino posible: ensayar muchas horas al día. Y es admirable cómo estos jóvenes comparten su tiempo entre tantos ejercicios, porque además del dúo de patines, realizan otro dúo de cuadrantes, José Ángel tiene su solo de equilibrio sobre rodillos y Zhenia está aprendiendo como solista la gimnasia de tela aérea; números que ejecutan en las noches en los hoteles de Varadero y también en las giras que la Compañía Espectro suele realizar por lugares de escasa actividad artística-cultural de la provincia.

Llegar al sol

 

Los sueños de los jóvenes artistas circenses cubanos no parecen tener límites. Tal vez tenga que ver con esa obsesión tan propia de desafiar las leyes de la física, de enfrentar los miedos, de ser cada vez más fuertes y, a la vez, de poseer la elegancia de un ave; de contar con una institución, como el Circo Nacional, tan impulsora de proyectos mágicos… No extraña, entonces, que cuando les preguntamos cuáles son sus aspiraciones, respondan con total sinceridad que quieren llegar a lo más lejos y, por qué no, al conocido mundialmente Le Cirque du Soleil (El Circo del Sol).

Incluso algunos como Melton Martínez no sienten tan lejano ese sueño: «Mi ídolo, y uno de mis mejores amigos, es Saulo Sarmiento, quien trabaja en El Circo del Sol. Nos comunicamos a diario por internet y me da muchos consejos sobre las técnicas para trabajar el pole dance, ya que él es campeón del mundo en esa disciplina», comenta.

«Para el año próximo estoy preparando un nuevo número de mástil aéreo, en el que la complejidad radicará en que la primera subida es haciendo toda la fuerza con los hombros; el segundo elemento es una sillita —que es muy fácil, afirma—, solo hay que aguantarse con los pies y descolgarse; y lo más difícil será hacer como si mi cuerpo fuera una bandera invertida en cuya posición me agarro solo con la parte interna del codo y después doy un medio giro, en el cual si algo falla arriesgo mi vida», dice.

Zhenia Bakalets y José Ángel también tienen decidido que continuarán en el circo, y aunque ella tenga entre sus prioridades terminar sus estudios en Ingeniería Industrial, dice que la carrera del circo es corta y quiere aprovecharla al máximo, después podrá ejercer su profesión.

Por su parte, en los planes de Isumy está el graduarse en la Escuela Nacional de Circo, y como muchos noveles artistas, aspira a integrar las compañías cubanas que mejores posibilidades ofrecen, como la Compañía Havana, entre otras. «No pienso dejar el circo por nada. Lo que más me gusta es el aplauso del público y el poder demostrar que puedo hacer números cada vez más emocionantes».

Génesis de las carpas cubanas

El Circo Nacional de Cuba celebra su aniversario 50 este año. Pero la historia circense en nuestro país no se reduce solamente a este medio siglo.

Referencias de fines del siglo XVIII en las Actas Capitulares del poder colonial insular, que versan sobre «malabaristas, prestidigitadores, saltimbanquis, mimos y funambuleros», dan a entender que en nuestro país el circo está presente desde hace casi 200 años.

Según estos documentos, teníamos en la Isla, desde 1793, personajes dedicados a hacer «maromas» durante los festejos del Corpus Christi, así como «payasos y titiriteros» que actuaban en las plazas y en mansiones de la alta sociedad.

En un solar yermo de La Habana, hoy conocido como Plaza de Marte, se levantó en 1800 una especie de carpa, de madera y lona, destinada a mostrar funciones de circo ecuestre, que pasaría a denominarse Circo Cubano. En este lugar, artistas españoles y principiantes cubanos ofrecían funciones de variedades.

Tras el triunfo revolucionario de 1959, pasó a denominarse Circo Nacional INIT y Primer Circo Socialista de América, y sus funciones sucedían en el espacio que hoy ocupa el Parque El Curita, enmarcado por las calles Reina, Galiano, Águila y Dragones, en La Habana.

En 1968 se institucionaliza esta manifestación artística. Ya en ese momento la Gran Carpa Azul INIT se encontraba deteriorada, por lo que pasa a llamarse Circo Nacional de Cuba, con la premisa de extender el arte circense a todo el país. El 6 de junio de este año, marca el inicio de la compañía cirquera que celebra su medio siglo de existencia.

En 1970 Fidel ordena construir, en la hoy sala polivalente Ramón Fonst, una enorme carpa, que está en la memoria de muchos como parte de la Feria de la Juventud.

En la actualidad, posee dos carpas, la Trompoloco, su sede, y la Azul itinerante, que gira por las cabeceras provinciales de la geografía cubana. Una de sus características principales es la capacidad de fluctuar entre elementos del circo tradicional y del circo contemporáneo. El primero está conformado por una variedad de números que se suceden, mientras que el segundo tiene un hilo conductor y temática cuyos números se interrelacionan. El CNC los fusiona a ambos, algo que lo hace especial.

Pero no se puede hablar del CNC sin mencionar a la institución que lo nutre de talento: la Escuela Nacional de Circo. Esta institución, creada en septiembre de 1977 con tan solo 21 estudiantes, está subordinada al Centro Nacional de Escuelas de Arte, es la encargada de aportar la mayor parte del talento artístico de la Isla especializado en la modalidad circense. Para ingresar es necesario tener noveno grado o cursarlo, y un rango de edad entre 14 y 17 años. El proceso de inserción a la academia exige el sometimiento a pruebas de preparación física, en las que se miden la elasticidad, fuerza, rapidez, agilidad, entre otras habilidades. Alumnos egresados de esta escuela han puesto el nombre del circo cubano en los lugares más altos, gracias a la obtención de casi una veintena de premios internacionales, entre ellos, el codiciado Clown de Plata, que se otorga en el prestigioso Festival Internacional de Circo en Monte Carlo.

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