Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nuestra felicidad está en sus manos

Tienen delante un trabajo que es duro y difícil, pero a la vez muy honroso. La historia de quienes integran el Ministerio del Interior ha sido la de la defensa heroica de Cuba y sus hijos en más de medio siglo

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Sus historias llegan de geografías y misiones diversas. Meivy Valero Barrizonte es la única mujer que en Cienfuegos integra la Unidad Provincial de Vigilancia y Patrullaje de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Dany Daniel Barrios Barrios es uno de los jóvenes a quienes se confía la preservación de nuestras fronteras, en medio de la vastedad desoladora del mar o en alguna costa solitaria, como también lo hace Marielis Zamora Arrieta, pero desde la Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería.

Foto: Yuniel Labacena Romero.

Leonor Bernal León, una futura oficial, que descubre minuciosamente, desde un aula, la historia heroica de su nación. Todos tienen ante sí un trabajo duro y difícil, pero muy honroso, y del cual el pueblo espera mucho, como expresó Fidel en 1971, durante el acto por el aniversario 10 de la creación del Ministerio del Interior (Minint).

Así sus historias se multiplican cuando las cuentan a este reportero, pues combatientes como ellos tienen por delante la posibilidad hermosa de prestarles a nuestro pueblo y a nuestra Patria uno de los más apreciados servicios: el de preservar su vida, su tranquilidad y su felicidad, como también apuntó el líder de la Revolución Cubana.

Buen trato como divisa

Foto: Yuniel Labacena Romero.

Para la segunda suboficial Meivy Valero Barrizonte, la cordialidad y el respeto son carta de presentación cuando detiene a algún chofer que intenta o incumple la legislación establecida. Se baja de su vehículo y camina hacia donde está el infractor, lo saluda y entonces expone sus argumentos con solidez, pues prefiere que prevalezca el buen trato a la hora de impartir la mayor justicia posible.

«Llegar con buenos modales ante la ciudadanía y actuar con profesionalidad, ética y honestidad, cualidades que siempre deben acompañar a los oficiales de la PNR, es lo principal en casos como estos. Se trata de explicar y que comprendan que nuestra misión es defender al pueblo y proteger su tranquilidad y demás bienes ciudadanos, velar por el orden público y el cumplimiento de las leyes, combatir las indisciplinas sociales y contribuir a una mejor actuación cotidiana.

«Algunos no comprenden las funciones de los policías, ni imaginan tampoco que son una fuerza esencial dentro de la sociedad. Por ello, pertenecer a este órgano del Minint es bastante complicado. Tiene que gustarte y poseer mucho sentido de pertenencia para que te desarrolles lo mejor posible».

Maivy, quien a sus 30 años de edad alterna su devoción como madre de los pequeños Meilyn y Kevin Yordan con su trabajo en la PNR, recuerda que se enamoró de esta especialidad siendo una niña, pues sus padres —militares también— le inculcaron esa pasión. «Ya llevo tres años patrullando en las calles de la ciudad y creo que la gente me está acogiendo con cariño.

«Es difícil combinar la vida militar siendo madre, y eso requiere sacrificio, desde que uno se levanta para alistar a los niños y dejarlos en la escuela hasta que los recoge en la tarde y comienza con las labores hogareñas. Gracias a mis padres y compañeros que me apoyan, estoy aquí», nos dice. Y eso lo comprobamos con uno de sus colegas, quien confiesa: «Meivy sabe conquistar el corazón del pueblo».

Tranquilidad desde el mar

Quizá vivir en Puerto Esperanza, un poblado costero del municipio pinareño de Viñales, fue una de las razones que lo motivó a decidirse por su especialidad, como también el hecho de haber cumplido el Servicio Militar Activo en una unidad de las Tropas Guardafronteras. Por ello, cuando terminó con esa tarea optó por la Orden 218 e ingresó en la Academia Naval Granma.

Dany Daniel Barios Barrios. Foto: Yuniel Labacena Romero.

«Allí nació más ese amor por el mar», expresa. Así el teniente Dany Daniel Barrios Barrios, comandante de un buque guardacostas de las Tropas Guardafronteras, ha encontrado en su profesión un buen camino. Desde altamar la tranquilidad de nuestro pueblo, asegura, tiene un puesto bien seguro y más si se trata de jóvenes como los que ves aquí.

«Impedir el tráfico internacional de drogas, las salidas ilegales del país y hasta prestar auxilio y protección a quienes lo necesiten son mis funciones principales, las que he asumido con mucha dedicación, pues en el mar todo fluye de forma compleja y en ocasiones tenemos que arriesgar hasta nuestra propia vida».

Afirma que ejercer el cargo de comandante de buque exige compromiso ante cada misión, difícil o no. «Cuando nos encomiendan una tarea, la pasión por los riesgos, el arrojo y los conocimientos son claves, pues podemos estar fuera hasta 40 días. Con el tiempo uno se acostumbra; aunque ya llevo tres años en esta labor, aún me sigo conmoviendo cada vez que debo salir.

«A veces es difícil estar lejos de la familia, que se preocupa mucho porque sabe que estar largas jornadas en el mar es muy peligroso. Sin embargo, la preparación física que poseemos y los conocimientos nos muestran seguros», afirma el joven, y añade que un hombre de mar debe saber cómo anteponerse a las adversidades, tener valor y ser ejemplo ante su tripulación, pues «cuando esta tiene un comandante seguro se sienta resguardada».

Con el corazón en la boca

Muchos pasajeros nacionales y extranjeros se asombran de que una joven de 21 años como yo, sea una de las inspectoras que vela por el cumplimiento de las leyes y regulaciones para la entrada y salida de nuestro país, afirma Marielis Zamora Arrieta, quien pertenece a la Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería, otro de los órganos del Minint.

Allí, en la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí se puede encontrar verificando a cada pasajero, siempre con una «actitud que demuestre buena educación, preparación y respeto a la ética de su institución, pues la responsabilidad marca el desempeño de cualquiera que integre las filas del Minint y que, además, se dedique a esta especialidad».

Llegó a inspectora de fronteras, como se conoce su labor, cuando terminó el grado 12 en el preuniversitario Carlos Pérez, del municipio capitalino de Arroyo Naranjo, donde vive. Desde entonces su familia la ha apoyado sin titubeos, «sobre todo por la madurez y responsabilidad que uno gana aquí, que te forjan para toda la vida.

«Tenemos un encargo social muy fuerte, pues trabajamos en la frontera de Cuba, y en cualquier país estar en un sitio como este exige mucha entrega. En otras naciones este encargo lo cumplen personas de mucha experiencia», alega la joven, quien debe dominar muy bien al menos el idioma Inglés, para intercambiar con cada uno de los pasajeros.

¿Momentos tensos?, le pregunto, y recuerda aquel día cuando un pasajero que no había sido chequeado en el área principal del Aeropuerto pasó hasta la salida del avión. «Pensé que se había ido sin transitar por mi zona; pero no fue un problema mío. Esos minutos me tuvieron con el corazón en la boca».

Marielis ya lleva un año y medio ejerciendo su trabajo y está convencida de que los jóvenes deben interesarse no solo por su especialidad, sino por otras del Minint. «Eso te enseña, educa y aporta mucho profesionalmente, aun cuando tiene sus exigencias. Estar en contacto directo con la población y cuidando la seguridad de un país no tienen precio con nada».

Un modo de ser útil

El respeto, la disciplina, el amor que uno siente por lo que hace, aunque sea pequeño, son claves no solo para ser un oficial del Ministerio del Interior, sino también un buen ser humano, alega la cadete espirituana Leonor Bernal León, estudiante de cuarto año del Instituto Superior del Minint, en su sede de Villa Clara.

Son esas cualidades las que ha aprendido durante este tiempo, apunta, no solo desde que llegó a la Universidad, sino también desde el seno familiar. «Tener una madre militar y ver en casa, desde pequeña, a quienes integran el Minint y su responsabilidad sin límites, motivaron mi interés por este mundo».

Y ahora que ha crecido, cuenta que deben haber sido duros aquellos años cuando siendo una niña, su madre, sin dejar de cumplir cabalmente como hasta hoy sus labores como militar, dedicaba un tiempo para educarla y jugar con ella. «Nunca me faltó el cariño, las buenas enseñanzas y el sentido común por los demás.

«Los obstáculos, las ausencias de tiempo para el sueño y las horas de concentración se diluyen para un oficial cuando siente éxitos en su desempeño, por ello al formarme como militar siento que estoy aportando al país y a la Revolución. Disfruto saber que soy útil a la sociedad desde este puesto. Esta es una labor llena de mucho estímulo, honra y confianza».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.