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Un solo palo no hace monte por la goma

Dentro de seis días Cuba debuta en el IV Clásico Mundial de Béisbol. El 7 de marzo, por la madrugada enfrenta a Japón; por la noche, a China. ¿Quién debe abrir en la jornada inaugural?

Autor:

Norland Rosendo

Dentro de seis días Cuba debuta en el IV Clásico Mundial de Béisbol. El 7 de marzo, por la madrugada enfrenta a Japón; por la noche, a China. ¿Quién debe abrir en la jornada inaugural?

Unos prefieren reservar a Lázaro Blanco para el partido de cierre de la ronda preliminar frente a Australia. Parten del criterio de que es el partido que define si la selección de Carlos Martí logra avanzar a la segunda fase, y por otra parte asumen una superioridad notable de Japón sobre los antillanos.

Otros recomiendan que Blanco «se pinte» de héroe ante los samuráis. O por lo menos, que no sean entregadas las armas antes de que el árbitro anuncie el play ball. Si es el mejor, que se pruebe frente al mejor. Un éxito en ese desafío inaugural no solo abre una inmensa ventana a la siguiente etapa, sino que sube el ánimo del equipo hasta las nubes.

Aunque son los menos, he recibido criterios de aficionados que le darían la bola al zurdo Yoanni Yera frente a los nipones y hay quien apostaría por Vladimir García para esa apertura.

Todo eso está bien. Supongamos que sea uno de ellos el designado para el desafío inaugural; por la reglamentación del Clásico, solo podrían lanzar 65 envíos. Según la media de los dos últimos años en las series nacionales, los pitchers cubanos tiran más de 15 bolas por entrada.

Matemática elemental: el primer serpentinero caminaría cuatro innings. De acuerdo con los números de nuestro estadístico Benigno Daquinta, de todas las propuestas de abridores en el staff de Carlos Martí, solo Lázaro Blanco estuvo en la pasada temporada nacional por debajo de 15 envíos (14.34), lo que quiere decir que tampoco llegaría al quinto capítulo.

Coincido con quienes aseguran que los lanzadores abridores no deben ser los que decidan los juegos. El protagonismo debe estar en el bull pen.

Pongamos algunos ejemplos. Blanco abre frente a Japón, les cuelga cuatro ceros y deja el partido delante por 3-0. ¿Ventaja definitiva? No. ¿Hay que poner lo mejor para asegurar? Sí. ¿Es un riesgo? También. Sobre todo, porque si se pierde, quedan dos partidos que obligatoriamente hay que ganar.

Pensemos que es a la inversa, Blanco deja el duelo debajo 0-3 en cuatro actos. Quedan cinco oportunidades a la ofensiva para revertir el marcador ¿Reservaría usted a sus principales cartas de relevo para los próximos duelos? ¿Esperaría primero por la reacción de sus bateadores?

Pero donde dice Blanco ponga otro nombre. Puede suceder más o menos lo mismo. Es una situación compleja. Martí y su equipo de dirección están valorando todas esas variantes. Que no son pocas.

Por tanto, yo no creo que lo más importante sea quién abrirá, sino las fórmulas de relevistas para cada situación. Ahí es donde hay que ser un ajedrecista de la talla de Capablanca para mover cada ficha.

Incluso, no descarto que algunos de los presuntos abridores cambien de función. Vladimir García, por ejemplo.

Son apenas tres juegos, y un triunfo en la apertura no garantiza la clasificación. Ni siquiera superando después a los chinos, porque un revés en el cierre y un éxito de los anfitriones frente a los «canguros» provocaría un triple empate (damos por hecho que China pierda todos sus duelos).

Por otra parte, par de reveses en línea sí es casi seguro que adelanten el regreso de los cubanos, independientemente de lo que suceda frente a Australia.

Si el pitcheo fuera libre, otro sería el análisis. Pero con la limitación en la cantidad de envíos por lanzador, yo prefiero que el debate sea sobre qué combinaciones de abridor y relevista emplear, más allá de quien asuma la apertura. Y usted, ¿qué piensa?

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