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Arbitrio

La controversial aspiración de la Asociación Europea de Atletismo (AEA) de revisar y eliminar todas las marcas mundiales antes de 2005 preocupa a muchos países del mundo

Autor:

Javier Rodríguez Perera

En poco tiempo podría ocurrir un giro violento en los anales del atletismo mundial, si el Congreso de la IAAF le da el visto bueno a las pretensiones de la Asociación Europea de Atletismo (AEA) de mandar al desván las cotas universales logradas antes de 2005, como medida ante los escándalos de dopaje que han sacudido a esta disciplina. La controversial aspiración ha levantado ampollas en el mundillo del deporte rey, y preocupa, habida cuenta de que la iniciativa posee la venia de Sebastian Coe, presidente del organismo rector.

Alguien que se pronunció raudo ante la propuesta que se viene tramando fue el otrora saltador de longitud estadounidense Mike Powell, quien sería uno de los atletas más lacerados en caso de que se lleve a vías de hecho el arbitrario proyecto. Apuntó, con total disgusto, que es una decisión injusta y una bofetada a un momento histórico logrado con tripas y corazón, entre algunos registros rodeados por el misterio y la desconfianza.

Entiéndase que Powell es el guardián del récord mundial de salto largo, primacía que sin discusión es el sello identitario de su carrera deportiva, la cual, a diferencia de otros exponentes, no ha estado preñada de resultados descollantes, en cuanto a títulos en grandes certámenes.

Los 8,95 metros de Powell fueron logrados el 30 de agosto de 1991 durante el Campeonato Mundial de Tokio. Su salto dorado, solemne y consciente de que estaría destinado a gozar de larga data, fue un «escarnio» a uno de los atletas más fenomenales de la historia, el mítico Hijo del Viento, el estadounidense Carl Lewis, quien protagonizó con Powell uno de los duelos épicos del deporte rey, principalmente, en la década de los 90, aunque aparezca como el hombre que relegó a un segundo plano al recordista mundial.

Aquella tarde-noche de agosto, en la que se invirtieron los papeles que tradicionalmente armaban el guion, será recordada no solo por eso, sino también porque el brinco consumado gracias a 23 zancadas e impulso de seis centímetros antes de la plastilina —regalándole quizá un poquito de mayor grandeza a la supremacía—, destrozó la plusmarca que entronaba desde los Juegos Olímpicos de 1968, cuando el eléctrico Bob Beamon ejecutó el nombrado salto del siglo, de 8,90 metros, superior en ¡55 centímetros a la marca anterior!

He ofrecido estas valiosísimas pinceladas que circundan el existir de Mike Powell, para que se analice cómo una idea concebida, desde mi opinión, para dejar pulcra la imagen de la IAAF, puede arruinar la magnificencia de un récord que va camino a los 26 años y para hacer honor a la verdad, su «corazón» podría bombear otros 26 almanaques, o tal vez más.

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