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La última carta de la baraja

Ahora es el hielo inflamable. Además de las arenas bituminosas, el gas y petróleo de esquistos y la extracción en el Ártico y en aguas muy profundas, los fundamentalistas de las energías fósiles apuestan por un portador que puede provocar una extinción masiva

Autor:

Juventud Rebelde

El buque Seward Johnson, de apoyo a sumergibles para investigaciones oceanográficas, sale de un puerto en la costa de Louisiana, Estados Unidos de América. A 160 kilómetros de Nueva Orleans, en una zona de aguas profundas del Golfo de México, el Seward Johnson coloca suavemente sobre la superficie del mar un pequeño sumergible. En su interior viajan dos hombres. Su misión es buscar un «tesoro» en las profundidades oceánicas, donde la temperatura es de unos cinco grados Celsius y la presión es 92 veces mayor que en la superficie. En unos 40 minutos llegan al fondo. Después de desplazarse sobre este y ver algunas criaturas que habitan esos abismos, hallan el ansiado «tesoro». No es un galeón español de la época colonial atestado de artículos de valor histórico y material. El «tesoro» es una sustancia sólida que cubre el fondo marino. Es hidrato de gas metano y se cree que esta es la mayor concentración que existe en la Tierra. Esas palabras describen fragmentos del documental Building the future. The energy solution (Construyendo el futuro. La solución energética), producido en 2007 por el canal Discovery. ¿Qué rara sustancia es esa? ¿Por qué empeñarse en buscarla en estas abisales profundidades? ¿Sería peligroso usarla?

«Hielo inflamable»

Los hidratos de metano, hidratos de gas o «hielo inflamable» son un mineral en estado sólido cristalino formado por metano congelado que se halla mayormente en los poros de los sedimentos del fondo marino y también debajo del permafrost (suelo o roca junto con hielo y materia orgánica) en las zonas polares. Se formaron por el enlace de las moléculas de metano con la estructura de la red cristalina de las moléculas de agua, en lugares donde hubo acumulaciones de restos orgánicos que se descompusieron por la acción de bacterias que produjeron metano. En el mar los hidratos de gas se hallan en los poros de los sedimentos arenosos del fondo, los cuales, una vez producido el metano, lo captaron e impidieron su oxidación.

Los hidratos de gas son un portador energético fósil altamente concentrado. En cada volumen de esta sustancia hay 160 veces más metano que en un volumen similar de metano en condiciones normales de presión y temperatura. Según la organización de Estudios Geológicos de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), el contenido de carbono de los hidratos de metano de todo el mundo es casi el doble del que hay en todas las reservas conocidas de combustibles fósiles. Solo en Canadá habría 500 billones de metros cúbicos de hidratos de metano, básicamente en el permafrost del campo de Mallik, en el delta de Mackenzie, arriba del Círculo Polar Ártico. En 2002 Canadá realizó, junto a otros países, extracciones de prueba en ese campo.

En 1810, Humphrey Davy y Michael Faraday obtuvieron hidratos de gas en un laboratorio. A finales de la década de los 60 fueron hallados en estado natural por la industria petrolera soviética en el campo de gas Messoyakha, en Siberia, y desde entonces ha habido un interés en esta rara sustancia que no ha trascendido mucho a los medios de difusión, más allá de servir para explicar las misteriosas desapariciones de barcos y aviones en el Triángulo de las Bermudas. Hoy se sabe que en varias partes del mundo, el talud continental está cubierto de sedimentos que contienen hidratos de metano. Por razones de seguridad en la exploración y extracción de petróleo y gas natural, la industria petrolera los estudia desde la década de los años 30, pues estos pueden obstruir pozos y tuberías creando riesgo de explosiones. Solo en fecha reciente se ha valorado a los hidratos de metano como una alternativa energética.

Algunos entendidos afirman que explotar los yacimientos de hidratos de metano puede provocar el escape masivo de ese potente gas de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera. Carolyn Ruppel, experta del USGS, señaló en el artículo Los hidratos de metano y el futuro del gas natural, publicado en 2011, que «en ocasiones ha habido preocupación de que la producción de gas a partir de hidratos de gas es inherentemente riesgosa y podría representar peligros únicos y desconocidos para la infraestructura y el personal, más allá de los asociados con la producción convencional de hidrocarburos». Pero eso está muy lejos de ser el peor peligro que exista al usar dicha sustancia.

Riesgo geológico submarino

Existe polémica en la comunidad científica sobre el hecho de atribuir el calentamiento global abrupto del Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, hace 55 millones de años, a la liberación a gran escala de metano a la atmósfera. Este evento se habría producido, según creen varios científicos, debido a la desestabilización de los hidratos de gas en el lecho oceánico por causas desconocidas.

En el trabajo Efectos potenciales de los hidratos de gas en el bienestar humano, presentado en 1999 por Keith A. Kvenvolden, experto en hidratos de metano del USGS, el autor minimiza los riesgos potenciales de esta sustancia respecto al cambio climático y a su uso como recurso energético. Según él, si se dan las condiciones para que se libere el metano, la mayor parte no llega a la atmósfera, al oxidarse en el agua y convertirse en dióxido de carbono (CO2). No dice, sin embargo, que la disolución del CO2 en el agua aumenta la acidez del océano y afecta la vida marina. Para Kvenvolden lo más importante es el riesgo geológico submarino que significan los hidratos de metano al relacionarlos con inestabilidades de los sedimentos que pueden ocasionar fallos en las pendientes continentales y dar lugar a flujos de escombros, derrumbes, deslizamientos e incluso tsunamis. Los hidratos de metano son un peligro no despreciable para la vida en el planeta.

Perpetuar el modelo

El boom de los hidratos de metano surge a mediados de 1990 al descubrirse grandes concentraciones de esta sustancia por el Programa de Perforación en Aguas Profundas. EE.UU. aprobó en 2000 la ley para la investigación y el desarrollo de los hidratos de metano, y al igual que Japón tiene un programa para investigar dicha sustancia. Los hidratos de gas están siendo explorados también por China, Noruega y Canadá. La Corporación Nacional de Petróleo, Gas y Metales de Japón anunció el pasado 12 de marzo que comenzó una prueba de flujo por el método de despresurización y confirmó la producción de gas a partir de capas de hidratos de metano. El nivel comercial se alcanzará entre 2016 y 2018 y se estima que las reservas cubrirán el consumo de gas de Japón durante un siglo.

Utilizar los hidratos de gas es un mayúsculo dislate. Existen incertidumbres respecto al riesgo asociado a perforar para recuperar los hidratos de metano y a los impactos ambientales que ello pueda causar. Alvia Gaskill, experta en geoingeniería del Departamento de Energía de EE.UU., cree que perforar los hidratos de metano puede provocar la liberación de grandes cantidades de ese GEI. Si el metano no se escapa y se quema, se emite carbono, que al combinarse con el oxígeno atmosférico formaría CO2 y reforzaría el calentamiento global. Ante este dilema el geólogo ruso Vladimir Yakushev propuso la captura y secuestro geológico del carbono inyectando CO2 líquido en los espacios dejados por las perforaciones, otra tecnología «dura» en la que muchos no confían. Parece que está claro: explotar los hidratos de gas perpetúa el modelo basado en fuentes concentradas, contaminantes y de alto contenido de carbono, cuando necesitamos a gritos «descarbonizar» la matriz energética.

Hay quienes creen que cuando se hayan agotado el petróleo y el gas natural convencional, los hidratos de metano serán la principal fuente de energía del planeta. Una falacia. Suponiendo que fuesen una fuente de energía limpia y que su extracción no tuviese riesgos, solo estaría disponible para los pocos países que dispongan del recurso y dominen las tecnologías para extraerlo. ¿Por qué defender soluciones basadas en portadores energéticos que conllevan graves peligros para el sostenimiento de la vida en el planeta? ¿Por qué no dedicar los recursos que se invierten en llevar a un nivel comercial el uso de los hidratos de metano, en ofrecer servicios energéticos a millones de personas que hoy carecen de ellos? ¿Por qué no invertir esos recursos en desarrollar tecnologías para aprovechar las fuentes renovables de energía como la conversión del gradiente térmico oceánico que no tiene peligro alguno?

El uso desmedido de la energía y la sed insaciable por el control de los recursos energéticos concentrados y sus tecnologías, no debe arrastrar a la humanidad hacia una espiral de ambición que lleve a extraer los hidratos de metano. Se dice que deben quedar bajo tierra dos terceras partes de las reservas de petróleo, carbón y gas natural para evitar un cambio climático irreversible. En el caso de los hidratos de gas deberían quedar intactas la totalidad de sus existencias en todo el globo terráqueo. De lo contrario las esperanzas de evitar la catástrofe climática se esfumarían. No se debería, sin embargo, renunciar a estudiarlos, pues necesitamos comprenderlos mejor para atenuar la amenaza que puedan representar. La matriz energética diversificada que garantizará el desarrollo sostenible estará formada por fuentes de energía que no rompan el equilibrio térmico del sistema Sol-Tierra ni emitan gases de efecto invernadero. Los combustibles fósiles no tienen cabida en esta.

* El autor es especialista de Cubaenergía y miembro de Cubasolar

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