Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Mis fronteras están bajo control

Extremar las normas habituales de higiene debe convertirse en un propósito familiar

Autor:

Laura Brunet Portela

CIENFUEGOS.— Nadie se atreve a violar sus pasos de frontera, y no porque su miniperra guardiana amenace piernas y canillas.A la Negra nadie le teme, pero las advertencias de la dueña son aún más punzantes que los colmillos del can. Ella apercibe desde el sarcasmo y el humor, pero con el trasfondo de seriedad que solo puede tener un chiste cubano.

En la casa de Evelyn Milián todavía son bienvenidas las visitas de quienes se atreven a desandar por ahí, a paso de cafés, parloteos o recados que no pueden esperar a que la COVID-19 aleje su nube oscura.

Preferiría que esas personas no se expongan al contagio y aprovechen las redes sociales; que se acojan al teletrabajo —quienes como ella puedan y tengan los medios—o que hagan honor a Graham Bell y la llamen por teléfono. Pero si deciden aventurarse, no faltarán en su puerta indicaciones precisas para que al amigo no le acompañen gérmenes indeseados.

«Buenos días», dice, sin que a mí deje de parecerme raro contener el inconsciente ladeo del cuello para besarla a modo de saludo. Para ella también resulta extraño, pero considera que no está nada mal recuperar una cortesía tan antigua, común y formal como esa.

«Hemos tenido que contener esas efusivas muestras de cariño que nos identifican por las características de propagación del virus, pero no por eso dejamos de ser educados; al contrario», consideró.

Hasta le encuentra cierto swing a chocar codos, y conoce de quien acompaña tan singular gesto con un cubanísimo «Qué bolá». Existen otras modalidades de saludo en tendencia por estos días, como las señas pícaras y los besos al aire, todas válidas para mantener lejos a la enfermedad que ha arrancado miles de vidas al mundo en tan poco tiempo.

«El primero de los carteles fue una broma, pero muy en serio. No juego cuando exijo que esterilice sus manos antes de entrar a mi casa. La seguridad de mis fronteras la garantizo yo», comentó mientras esparcía sobre las mías la lluvia de una solución clorada que preparó según las indicaciones de la televisión.

Mucho han reído con su historia en Messenger. Hasta se volvió viral entre sus conocidos y hubo una especie de efecto bumerán, porque lo que pretendía ser una muestra de prevención hogareña atrajo a quienes no creyeron cierta la historia y vinieron a comprobar por sí mismos.

Otros han visto su idea como hipocondría o una manifestación de pánico, pero esta cienfueguera es de las que quiere precaver y no lamentar. De ahí que haya vuelto un propósito familiar extremar las habituales normas de higiene.

«He tratado de que los demás miembros de mi familia no estén innecesariamente en la calle; si lo hacen que mantengan todos los cuidados que se han indicado, y al llegar, está de más decirles cómo es lo del baño y el lavado de las manos», explicó.

Como no siempre puede recibir a quien llega en la puerta de la segunda planta donde reside, hasta para los de casa hay recordatorios. Sobre un sillón puso otro cartel: Un llamado a la conciencia de quienes penetran en el hogar de una familia sana.

«No podía faltar la advertencia pegada al refrigerador, porque si te has atrevido a llegar hasta ahí sin asearte correctamente, más vale recapacitar», dijo.

Esta cienfueguera no dudó en tomar el crédito del Ministerio de Salud Pública para validar sus avisos, porque hay en ella una fiel activista de la campaña contra la COVID-19.

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