Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Desgarrador olvido del primer poeta cubano

José Surí y Águila enaltece la historia de Santa Clara, ciudad que celebra este 15 de julio el aniversario 331 de su fundación  

Autor:

Nelson García Santos

SANTA CLARA, Villa Clara.— Entre los ilustres personajes cubiertos por el polvo de la omisión se puede evocar a José Surí y Águila, el desconocido precursor de la poesía cubana, quien nació casi a la par de esta ciudad, fundada el 15 de julio de 1689.

La fecha es un buen pretexto para volver sobre la historia de un hijo ilustrísimo de esta urbe colmada de leyendas, cuyas tradiciones y protagonismo en las luchas independentistas la han hecho trascendental e imprescindible a puro corazón de su gente.

Todo comenzó a partir del traslado de 18 familias desde San Juan de los Remedios. Estas seleccionaron un bello paraje alrededor de un frondoso tamarindo entre los ríos Sabana y Monte, rebautizados después como Cubanicay y Bélico. Cerca de este último, en el hoy Parque del Carmen, se sitúa el lugar fundacional de la gloriosa Santa Clara, que fue creciendo en calles estrechas y adoquinadas, siempre refrescada por la brisa que baja de la Loma del Capiro.

Cuando empezó a perfilarse como ciudad, asumió un modelo urbanístico en el que se destacan los trazados regulares a partir de una plaza central, tal como estaba orientado en las Leyes de Indias. Las plazas fundamentales dieron lugar a los conocidos parques de los Mártires, de la Pastora, El Carmen y Vidal, de fisonomía ecléctica como resultado de la diversidad de épocas y estilos que convergen en sus predios.

De ese último, primero nombrado plaza de Armas y luego Plaza Mayor, se generó paulatinamente el crecimiento del asentamiento poblacional en un eje de Norte a Sur, limitado al este por el río Cubanicay y al oeste por el Bélico, las dos redes fluviales que atraviesan a Santa Clara.

El primer bardo de Cuba

Fue en julio de 2010, mientras indagábamos por algún hecho inédito o prácticamente olvidado en el largo peregrinar santaclareño, cuando Marta Anido Gómez-Lubián, prestigiosa historiadora y promotora cultural, nos descubrió la vida de José Surí y Águila, nacido aquí el 26 de octubre de 1696.

Contó Gómez-Lubián que Surí gozaba de sobradas dotes para la improvisación y una excelente memoria, de modo que no fueron pocas las festividades religiosas a las que asistió para entonar sus cánticos frente a las imágenes adoradas.

Vuelvo ahora a retomar aquel tema, escrito por el colega Yoelvis Lázaro Hernández y este redactor, porque el tiempo lo mantiene aún sumido en un olvido tan desgarrador que no existe en esta ciudad, de modo tangible, nada que lo recuerde (ni un busto, ni una tarja) y tampoco se menciona en momentos oportunos como las ferias del Libro o en las abundantes peñas literarias. 

El gran escritor José Lezama Lima, en su Antología de la poesía cubana, lo sitúa como el primer poeta cubano, y el ensayista e investigador literario Enrique Saínz, en su libro La Literatura cubana en el siglo XVIII, también le confiere ese mérito, mientras el historiador y periodista villaclareño Manuel García Garófalo lo consignó como el poeta más antiguo nacido en la Isla. Este último dijo sobre la poesía de Surí que escribió versos sonoros que hoy pueden ser modelos de metro y dicción.

Pero no solo descolló en las letras. Sin estudios formales, se hizo médico y farmacéutico, y poseyó en raro consorcio la ciencia y la poesía: el remedio del organismo y el bálsamo del espíritu.

Hurgando en la vida prácticamente olvidada de este bardo santaclareño conocimos que en plena niñez perdió a sus padres, motivo por el que tuvo que acudir a los favores de un hacendado que lo empleó en su finca como trabajador agrícola.

Allí, atraído por al ambiente tranquilo y romántico del campo, el joven despertó su genio y entonó sus primeros cantares alusivos a la labor que realizaba.

En la segunda década del siglo XVII, gracias a los conocimientos que había adquirido empíricamente, Surí se desempeñaba como médico y farmacéutico en la villa. Pero un buen día llegó desde La Habana alguien nombrado oficialmente para ejercer esa función, y ahí mismo surgió el conflicto.

Resultó que las personas acostumbradas a tratarse con el poeta, al que admiraban por su amabilidad, no asistían a la consulta del facultativo, quien, al verse en tan difícil trance, de inmediato lo acusó de intrusismo profesional ante el Protomedicato.

El juicio se celebró en La Habana, y para asombro de todos, Surí se defendió improvisando versos sobre el arte de curar. Dejó literalmente boquiabierto al tribunal, que le otorgó el título de médico y farmacéutico. Seis años después fue nombrado cirujano principal del Hospital de la Caridad, en la villa.

En cuanto a su literatura, quedan pocas muestras, pero vale destacar la armonía, la belleza, la imaginación creadora y el pensamiento ingenioso. Esto, en una época en que apenas se cultivaba el género lírico, adquiere mayor relevancia tratándose de un muchacho autodidacta.

Aquí les muestro fragmentos: «Udeliquia, siempre hermosa, / a quien por deidad veneran / sobre alcatifas doradas / en esa mansión febea / del regio coro de Clío / las nuevas musas supremas.

Ya que a ese obsequio de tu culto / al teatro alguna letra, / me has mandado que repita, / quiero, si no te molesta, / propalarte una batalla, / que en los campos de Amaltea, /previno al vendado Dios / al muro de mis potencias».

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