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Cayó bajo el tren y vivió para contarlo

Atrevidos galenos no solo salvaron la vida de un joven camagüeyano a quien le pasó por encima una locomotora, sino que lograron que volviera a sentirse como un ser activo luego de estar postrado varios meses

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— Mientras Adrián Díaz Rojas, de 30 años de edad, cuenta su increíble historia, quienes la escuchan no dejan de asombrarse.

«La locomotora me pasó por arriba hasta la mitad de su largo», recuerda este muchacho, quien se sabe afortunado porque hoy tiene dos cumpleaños en el almanaque, uno muy cerca del otro, pues nació el 2 de septiembre de 1990, y el 13 del mismo mes, pero 28 años más tarde, tuvo el accidente que lo convirtió en «El hombre del milagro del tren», alias muy bien ganado.

Cuenta este camagüeyano dichoso que el incidente ocurrió un jueves, cerca de la 1:00 de la tarde, en el crucero de Saratoga, en los alrededores de los Talleres de Ferrocarriles de esta ciudad.

«Me bajé del tren Bayamo—Camagüey en el crucero porque venía de Las Tunas, de la comunidad rural Dormitorio. Andaba tan entretenido con el teléfono que seguí caminado por la vía principal del tren. Todos me dicen que el tren venía pitando y frenando como loco, pero yo no escuché nada, pues estaba hablando a través del “manos libres” con los audífonos puestos y sin tocar el teléfono.

«Cuando escuché lo que venía ya era tarde… El golpe me lanzó unos metros en la línea, al tiempo que logré virarme para sentir cómo la locomotora me pasó por arriba, por lo menos unos seis metros.

«Cerré los ojos porque temí que el líquido o aceite caliente de los frenos me dejara ciego, y me protegí la cabeza de los golpes de las mangueras hasta que la locomotora se detuvo. Fue un momento espantoso. Aún escucho el chirrido de los frenos sobre mí cabeza y las voces de socorro de algunos vecinos y los maquinistas, quienes al ver lo que me había ocurrido corrieron hacia el lugar gritando desesperados: “¡¿Está muerto?!”.

«Cuando pude responder les dije: “Estoy vivo…”, y entonces se formó el corre-corre. Los vecinos me auxiliaron; incluso uno de ellos se metió bajo la locomotora y me sacó con mucho cuidado. No sentí nada, mi cuerpo estaba como muerto, pero el conocimiento nunca lo perdí».

EN EL HOSPITAL

El accidentado fue trasladado al hospital Amalia Simoni, de esta ciudad, para recibir los primeros auxilios en el cuerpo de guardia, y luego en el quirófano fue intervenido por un equipo multidisciplinario que buscó lesiones en sus órganos. Por suerte no había traumas internos, pero quedó parapléjico: solo movía sus ojos, dedos y boca.

Durante una semana el paciente estuvo en la sala de cuidados intensivos de esa institución, hasta que el 20 de septiembre del 2018 el doctor Antonio Puentes Álvarez, especialista de segundo grado en Ortopedia y Traumatología, decidió operar al muchacho junto a su equipo, integrado por el doctor José García Fernández, especialista en Ortopedia y Traumatología, el anestesiólogo Rolando Carlo Tamayo González y varios licenciados en Enfermería y residentes en Ortopedia.

«Me vi postrado en una cama con 28 años de edad mientras todos en mi alrededor sufrían por mi estado», recuerda Adrián, quien tuvo fracturas severas en su columna espinal.

El doctor Puentes describe a JR el complejo cuadro de su paciente: «Quedó parapléjico a causa del fuerte golpe de la locomotora, que le fracturó las vertebras L2 y L3, además de destruir en ese segmento toda la lámina y el pedículo, estructuras que unen las vertebras.

«Esta lesión requirió de un injerto a pie de obra: tomamos huesos de la pelvis, de su cresta ilíaca, para conformar de nuevo el canal medular, que protege las estructuras neurológicas necesarias para la funcionalidad y sensibilidad de los miembros inferiores», describió.

Ese sería el primero de varios procederes desarrollados dentro de la columna lumbar alta de Adrián, que debió ser estabilizada, descomprimida y recanalizada para lograr equilibrio y fortaleza en su raquis o zona inferior.

Esa estabilización se logró mediante la colocación de ganchos y barras metálicas que han cumplido su propósito: «Sostener con firmeza, seguridad y aplomo el peso del cuerpo de Adrián». 

Pero ahí no acabó la faena. Cuenta el prestigioso ortopédico que esta práctica médica contó con un tercer momento: «Entramos a la duramadre (la más externa y resistente de las tres membranas que rodean la pared del encéfalo y la médula espinal) y al cono medular (uno de sus componentes) para realizar la novedosa práctica de la medicina regenerativa: la primera de dos infiltraciones de células madre aplicadas a este joven».

El experto relata que la segunda infiltración se le realizó unos días después. En esa ocasión se introdujo el preparado de células madre hasta la zona de la lesión más severa, entre las vertebras L2 y L3. «Esa vez fue una inyección, para reforzar lo hecho anteriormente», detalla.  

LA FELICIDAD RETORNA

De vuelta a la sala de Ortopedia del Amalia Simoni, la parentela de Adrián no imaginó que la felicidad volviera a iluminar sus rostros tan rápido: «A solo 15 días de aquella compleja cirugía mi hijo experimentó sensaciones en su cuerpo», refiere emocionado Roberto Díaz, el padre.

«Primero sentí fuertes deseos de ir a orinar, luego cosquillas cuando los médicos me pasaban el lapicero por la planta del pie y poco después mi virilidad regresó una mañana, lo que me hizo muy feliz», narra el muchacho, mientras abraza a sus doctores.

Desde entonces todo fue para bien, porque a los cinco meses se sostuvo en las barras paralelas de la Sala de Rehabilitación del hospital, y al año y un mes dio sus primeros pasos en su casa, junto a su mamá, Milagros Rojas, estremecido del susto.

Actualmente, mientras regresan paulatinamente las consultas especializadas al hospital, gracias al control de la pandemia en este territorio, Adrián se prepara para nuevas cirugías y procederes en manos del equipo de Puentes.

Así lo confirma el doctor José García Fernández: «En septiembre se le realizará un nuevo estudio tomográfico para decidir la desinstrumentación de los ganchos de su columna y la implantación de células madre directamente en las estructuras del cono medular, porque la práctica de la medicina regenerativa permite, según la evolución del paciente, continuar con nuevos ciclos. Incluso más adelante hay que operarle un pie para estabilizarlo completamente», puntualiza.

Por el momento no solo los doctores merecen un reconocimiento porque creyeron en la ciencia, sino también este joven y su familia, por su disciplina durante toda la rehabilitación, «la cual mantuvo en su casa bajo los más complejos momentos del azote de la pandemia», expresó García, mientras Adrián se dejó tomar un video para mostrarlo en la página digital de este diario.   

El doctor Antonio Puentes Álvarez, especialista de segundo grado en Ortopedia y Traumatología y líder de la terapia regenerativa con células madre en el hospital Amalia Simoni, informó a JR que esta se inició hace unos 15 años con resultados muy alentadores en más de una decena de casos muy similares al de Adrián.

El servicio se reorganiza según las condiciones económicas y de pos-pandemia para atender a unos 15 pacientes con lesiones severas en su columna vertebral, procedentes de Pinar del Río, Cienfuegos, Villa Clara, Ciego de Ávila, Las Tunas, Santiago de Cuba, Guantánamo y la anfitriona Camagüey.

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