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Aborto en la adolescencia, brecha de género

El gran reto y desafío es cómo trabajar y preparar a la sociedad, a los servicios de salud, a la escuela y la familia cubana, para que se evite llegar a un embarazo en la adolescencia y para que el aborto no sea una opción por sus secuelas negativas, asegura en diálogo con este diario la Doctora en Ciencias Demográficas Matilde Molina Cintra, subdirectora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana

 

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

La adolescencia ha sido descrita por la literatura e investigadores como una de las etapas más complejas dentro del desarrollo natural de los seres humanos por la sucesión de cambios biológicos y sicológicos. Es por ello, que su análisis siempre resulta atractivo. Cada mirada con lupa devuelve resultados de interés.

Uno de los tópicos más estudiados durante esta etapa se relaciona con la toma de decisión en torno a las conductas reproductivas ya que, mayormente, los comportamientos relacionados con la sexualidad en la adolescencia son regulados más por la presión externa de la pareja o el grupo de amigos, que por su propia decisión.

Precisamente, la interrupción del embarazo en edades tempranas se identifica como una práctica recurrente entre las mujeres entre 15 y 19 años en Cuba, e incluso, estadísticas de poblaciones femeninas entre 12 y 14 años alertan sobre la recurrencia de ese hecho en esas edades, también.

A fin de conocer más sobre este tema, de interés para el público de nuestro diario, se dialogó con la Doctora en Ciencias Demográficas Matilde Molina Cintra, subdirectora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana.

—¿Qué secuelas sicológicas puede provocar el aborto en una adolescente y su relación de pareja?

—El aborto es un proceder que tiene sus riesgos físicos y psicológicos. Las secuelas pueden ser mayores y más intensas o viceversa según las condiciones en las que ocurra el hecho. Cuando se llega a la interrupción de un embarazo por una decisión responsable, luego de un proceso de negociación con la pareja, y con argumentos y razones que dan tranquilidad y seguridad a ambos, las secuelas psicológicas pueden ser menores.

«Sin embargo, cuando esta decisión se toma a partir de un evento de embarazo no deseado, por supuesto no planificado, y en muchas ocasiones con una pobre participación en la decisión, la repercusión psicológica puede ser negativa. Esta puede incrementarse en la medida que se den situaciones del contexto familiar y de pareja que no favorezcan el desarrollo emocional de la adolescencia.

Entre las consecuencias psicológicas se identifican el miedo, la inseguridad, tristeza y angustia. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

«Las repercusiones sicológicas más frecuentes están relacionadas con el proceso de formación de la autovaloración, adquisición psicológica fundamental de esta edad, y la otra esfera donde impacta negativamente la realización de una interrupción de embarazo es la emocional.

«Esta repercusión negativa desde lo sicológico puede dañar la autoestima de la adolescente y el concepto de sí misma. Puede la adolescente cuestionarse su conducta una vez realizada la interrupción, y puede valorarse negativamente, una imagen negativa de sí misma. La autovaloración puede conllevar a largo plazo a una autovaloración inadecuada por subvaloración, es decir puede afectarse la estructura y contenido de su identidad personal.

«En el caso de la repercusión en la esfera emocional pueden aparecer emociones y estados psicológicos como el miedo, la inseguridad, tristeza, angustia… Estos estados emocionales pueden tener diferentes grados de intensidad y estructura, de manera que pueden pasar de ser emociones simples y aisladas a formar parte de otras configuraciones más complejas como pueden ser la ansiedad y la depresión. La expresión de estas repercusiones depende mucho del apoyo social que tiene la adolescente, fundamentalmente la pareja, la familia y los profesionales de la salud.

«El impacto en la pareja depende de varios factores, entre ellos dos fundamentales: el tipo de relación que tienen y el nivel de involucración que demuestra el hombre en este proceso de interrupción, es decir su nivel de participación en la toma de decisiones. La pareja de las adolescentes es menos estudiada en estos procesos de interrupción de embarazo porque se involucran menos y pocos acompañan en este proceso a la adolescente.

«La interrupción del embarazo es un derecho reproductivo que tiene la mujer, elegir cuántos hijos tener y en qué momento es importante para la pareja. La participación de la adolescente en esta decisión es muy importante. Asumir su responsabilidad y crecer con mayor conciencia de la necesidad de una sexualidad más plena y placentera es fundamental para un mayor bienestar. Ello implica tener relaciones sexuales protegidas como parte de un estilo de vida saludable, la prevención de un embarazo y con esto evitar llegar a la interrupción del mismo».

—Al considerar que aún en la adolescencia no hemos alcanzado la madurez sicológica, ¿cómo la familia debe manejar la situación para, de decidir que el embarazo se interrumpe, deje en la adolescente el menor número de secuelas?

—La familia constituye generalmente la más significativa red de apoyo social durante el ciclo vital de las personas. Está vinculada al inicio precoz de las relaciones sexuales, al no uso de anticoncepción y a la toma de decisión en torno al aborto o la maternidad.

«En Cuba, generalmente, la familia asume el embarazo en la adolescencia y se convierte en la principal y más fuerte red de apoyo social para la gestante, tanto si se interrumpe o se continúa.

«Una vez que se conoce la noticia del embarazo y se asume la decisión de abortar, la familia acompaña, generalmente las madres y las tías, todo el proceso. Ello de por sí es un elemento favorecedor de apoyo social, en este caso familiar para la adolescente, lo que puede mitigar o disminuir la repercusión psicológica que puede generar este evento reproductivo.

«Sin embargo, este proceso desde el inicio, la mayoría de las veces no es así. La adolescencia, como etapa de la vida, introduce cambios en las relaciones familiares que provocan tensión en las figuras parentales, pues impactan las normas de crianza, proponen valores y confrontan la relación de la pareja conyugal. Si a este evento normativo, pero productor de cambios familiares por su propia naturaleza, se añade un embarazo, evento no concebido para esta edad, la familia se coloca ante una doble crisis, lo cual desestructura su funcionamiento.

«La familia y concretamente los padres, no siempre están preparados para asumir y manejar adecuadamente la crisis que ante ellos se presenta. Por lo tanto, el afrontamiento de la familia a un embarazo en esta edad es complicado y puede pasar por un proceso de enfrentamiento a la adolescente, de discusiones, luego de escucha, hasta que se acepta y se acompaña sea cual sea la decisión. Por supuesto, que este proceso depende del tipo de familia.

«Cuando es funcional, la adolescente comienza a recibir seguridad y tranquilidad, luego de canalizar y a transmitir a la familia casi siempre a la madre y las tías, información de lo que ha ocurrido, cómo sucedió. Pero si la familia es disfuncional, la situación es otra, y la repercusión psicológica de la interrupción puede ser aún más negativa.

«Por ello, para que la interrupción de un embarazo deje en la adolescente el menor número de secuelas psicológicas, la familia precisa apoyarla, darle tranquilidad, seguridad de que todo saldrá bien. Deben centrarse en el problema para tomar una decisión adecuada y no en las emociones, ya que este afrontamiento genera irracionalidad, inseguridad, irritabilidad, discusiones y se genera un clima conflictivo. La familia debe tratar de tener una comunicación asertiva con la adolescente y la pareja, si esta está presente.

«Se debe conversar, dar confianza para que se sientan seguros. Los padres son trasmisores de experiencias que pueden facilitar una mejor comprensión de la situación que están vivenciando, y el significado y aprendizajes que esta experiencia puede generar para la vida de los adolescentes. La orientación familiar sobre la sexualidad es esencial para aprender de la experiencia vivida, en este caso la interrupción del embarazo. Luego, la familia debe conversar sobre lo sucedido para analizar qué ha fallado.

«La comunicación es un factor muy importante en la toma de decisión reproductiva. No se deben agotar las vías para mantener abiertos los canales de comunicación con los hijos. Cuando se afecta están presentes barreras como la timidez y temor a enfrentar a los padres en el tema de la sexualidad. En muchos casos las relaciones entre padres e hijos presentan dificultades. Al no existir una buena comunicación las relaciones se tornan impositivas, en la mayoría de los casos autoritarias por parte de los adultos.

«La falta de comunicación con la familia puede ser una de las incidencias negativas en la toma de decisión reproductiva responsable de las adolescentes. Dichas relaciones de comunicación pueden estar dependiendo de diferentes factores como el nivel socioeconómico de la familia, nivel escolar y cultural de los padres, así como el estilo de comunicación existente entre padres e hijos, en etapas anteriores».

—De decidir que el embarazo será interrumpido, ¿quién toma la decisión: la adolescente embarazada, de conjunto con su pareja o familia?

—En un primer momento la adolescente no sabe qué hacer. Solo sabe que no desea tener hijos en ese momento. Es el momento exacto para que la red de apoyo familiar comience a funcionar. Si la pareja está involucrada en la relación, se incorpora al proceso de toma de decisión, de interrumpir o continuar el embarazo.

«La posición de la adolescente puede variar y esto puede estar determinado por la edad, por su jerarquía motivacional, por su independencia, autovaloración y la defensa de sus juicios y valoraciones. La decisión que se toma puede dilatarse más o menos en el tiempo, reflexionando sobre qué es lo mejor para la adolescente. Sin embargo, la mayoría de las veces, ante el diagnóstico del embarazo, la decisión es rápida.

«Cuando esto sucede casi siempre es tomada unilateralmente por la familia, en algunas ocasiones por la adolescente y su pareja. Son más las decisiones hacia la interrupción que a la continuación del embarazo. En este proceso la adolescente vivencia grandes preocupaciones, sentimientos de frustración, incertidumbre de su futuro. La mayoría de las veces son negativas que repercuten en su vida cotidiana.

«La toma de decisiones sobre dar o no continuidad a la gestación, en el caso de Cuba, parece estar centrado, según reportan varias investigaciones, en la seguridad y accesibilidad a la interrupción voluntaria del embarazo, la existencia de excelentes profesionales y un servicio de salud seguro y gratuito, así como en la insuficiente percepción de los riesgos para la salud de las mujeres».

—¿Cuáles son los retos de la educación sexual en Cuba, cuando el número de adolescentes embarazadas, abortos y enfermedades de transmisión sexual crecen por años?

«Son grandes los retos hacia el perfeccionamiento de los programas de educación sexual, los mensajes de los medios de comunicación, la preparación de la familia, entre otras.

La mayoría de las relaciones entre adolescentes se caracteriza por claras asimetrías en cuanto a las características individuales: edad, ocupación y escolaridad. Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

«Algunas sugerencias deben dirigirse hacia la constante capacitación sobre el tema a fin de intensificar y lograr en las escuelas, a través del Programa Nacional de Educación y Salud Sexual (Proness), un mayor impacto de las acciones diseñadas, así como realizar talleres de orientación para madres y padres que los preparen para un mayor diálogo y comunicación en temas de salud sexual y reproductiva.

«Igualmente, hay que incrementar el uso de los medios de comunicación social con un enfoque territorial, de manera que respondan a las necesidades y características socioculturales de la población adolescente y diseñar estrategias de Educación en Población en temas de salud sexual y reproductiva, que incluyan la identificación de necesidades de aprendizaje y habilidades sociales de los adolescentes involucrados, según los territorios.

«También corresponde establecer estrategias y programas donde se involucre a la familia, la escuela y grupo de amigos para lograr una mayor efectividad en las intervenciones y usar con más frecuencia las técnicas educativas en los programas, que movilicen las vivencias y comportamientos de los adolescentes.

«Cuando se analizan los datos de las investigaciones se constata que no hay correspondencia con las políticas y acciones que se han establecido en los programas destinados a las y los adolescentes relacionados con la salud sexual y reproductiva. Por lo tanto, han demostrado que no tienen la efectividad que se necesita y el trabajo educativo y de promoción de salud para estas edades falla.

«Se hace necesaria la evaluación y monitoreo de los mismos para tener resultados que se traduzcan en la modificación de los patrones de comportamientos en la adolescencia».

—¿Cuánto influyen las inequidades de género que impactan en la decisión de la adolescente de continuar o no con su embarazo, sino también en la negociación de la anticoncepción?

—Las valoraciones y creencias relacionadas con la salud sexual y reproductiva son transversalizadas por las desigualdades de género y tienen una presencia relevante en la explicación de la maternidad y fecundidad adolescente.

«La primera de ellas es la ausencia de negociación en el inicio de las relaciones sexuales y sobre el uso de métodos anticonceptivos. Muchas adolescentes poseen juicios y valores estereotipados y creencias erróneas sobre métodos anticonceptivos y aborto, cimentado por la cultura machista y protagonismo del hombre ante su deseo. Ello evidencia una clara asimetría de poder al interior de las parejas, que redunda en una subordinación de la mujer y pobres habilidades sociales para la negociación en la toma de decisión en torno a la reproducción.

«También está la participación diferenciada en los eventos como exposición al coito, uso de métodos anticonceptivos, continuidad o interrupción de la gestación. Las razones para el no uso del condón dan cuenta de una relación de poder donde la mujer asume el criterio y deseo del hombre, reproduciendo así los patrones tradicionales.

«Todos ellos parecen evidenciar que los vínculos de pareja en los que las mujeres inician sus relaciones sexuales y continúan sus gestaciones se caracterizan por claras asimetrías en cuanto a las características individuales: edad, ocupación y escolaridad. Predomina que ellas son en promedio alrededor de cuatro a siete años más jóvenes que los hombres, quienes se encuentran más ocupados y pueden tener mayor escolaridad. Mientras que ellas se ubican en una situación de dependencia económica y centradas en labores de cuidado.

«Por tanto, algunos desafíos con relación a este tema pueden dirigir las miradas hacia el análisis del matrimonio temprano como una brecha en el ejercicio de los derechos de las adolescentes y acelerar el proceso de revisión de las leyes vigentes para introducir los cambios que se proponen.

«Corresponde a todas las instituciones ampliar los programas de intervención comunitaria a niñas, niños y adolescentes para prepararlos mejor en los temas de toma de decisiones relacionadas con la salud sexual y reproductiva, trabajar por empoderar cada vez más a las niñas y las mujeres, de manera que adquieran mayor autonomía física, económica y política, así como pensar en estrategias más eficaces para que las adolescentes se reincorporen al estudio, una vez terminada el primer año de la maternidad. 

«Urge, además, disminuir los prejuicios, las desigualdades entre hombres y mujeres y contribuir a que la sociedad cubana sea cada vez menos machista, anclada en una cultural patriarcal, que se eleve hacia un paradigma más inclusivo, y de lucha total contra la discriminación de la mujer y las formas de violencia basada en el género».

—En el caso del contexto de residencia de la adolescente y su familia, ¿cuánto media a la hora de tomar la decisión de interrumpir el embarazo?

—La relación entre aborto y nacimientos, para las mujeres de 15 a 19 años, tradicionalmente en Cuba muestra que son más los abortos que se realizan que los hijos que nacen. Las regiones orientales y centrales tienen mayor tasa global de interrupción que la región occidental. Por ello, la zona de residencia ha sido un diferencial relevante en el estudio del embarazo adolescente en nuestro país.

«Según los resultados de las investigaciones del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana y otras que hemos conocido, las adolescentes que más se realizan interrupciones son del área urbana.

«En la decisión para continuar o no el embarazo en la zona urbana, la mayor participación es de la familia, luego la adolescente y por último la decisión conjunta con la pareja. Mientras que en la zona rural la familia participa en la toma de decisión con la adolescente o con la pareja.

«Este resultado puede sugerir que la familia urbana tiene un rol más proactivo en función de un futuro más próspero y vinculante de la adolescente con su situación social del desarrollo, a la vez que puede interpretarse como imperativa en una decisión en la que se necesita escuchar la voz de la adolescente para que participe y decida si continúa o interrumpe el embarazo, un derecho reproductivo.

«Sin embargo, en ambas zonas las adolescentes consideran que la decisión de interrumpir o continuar un embarazo es en primer lugar de la mujer, luego la pareja y por último la familia. Reconocen el derecho que tienen al aborto y a decidir cuándo tener sus hijos, derecho que es limitado a ejercer ante las circunstancias y el contexto en los cuales surge ese embarazo, como se explicó anteriormente.

«El gran reto y desafío es cómo trabajar y preparar a la sociedad, a los servicios de salud, a la escuela y la familia cubana, para que se evite llegar a un embarazo en la adolescencia y para que el aborto no sea una opción por sus secuelas negativas».

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