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Arriesgar la vida por un sueño

El Mausoleo a los Mártires de Artemisa es el homenaje de la Patria a los hijos de esta villa caídos en las acciones del asalto al cuartel Moncada

Autores:

Juan Morales Agüero
Sailys Uria López

¿Por qué hay sangre de Artemisa brillando en la bandera? Recuerda una joven que de pequeña preguntaba a su padre, más de una vez, tras pasar un cartel enorme con esa cita, a la entrada del pueblo. Él siempre contaba una historia de hombres valerosos y luego supo más del Moncada.

Así se crece con la idea intrínseca de que el 26 de Julio impulsó la historia de este país, y muchachitos de tu barrio estuvieron allí. Gente joven. Marcos Martí solo tenía 19 años. Con semejante edad, muy ahogado debió sentirse para decidir luchar por una Cuba mejor.

Ciro Redondo tenía una novia que, como Penélope, permaneció en espera de un regreso que nunca fue. Mario (Marino) Collazo recibió la orden de salir desde la terminal de la ruta 35 de Artemisa, y estando en la granjita Siboney fue que se enteró —por boca del propio Fidel— de la envergadura de la acción.

Julito Díaz había dicho en su casa que iba a una reunión de ferreteros. Cuando sucedieron los hechos, la familia entendió que nunca hubo tal cita. Y después de una semana sin sosiego, una vecina avisó gritando: «¡Está vivo, está vivo! Lo acaban de decir en la radio», me contó una vez Paulino, el hermano menor de este mártir.

Sortearon su vida hasta Santiago de Cuba. Desde Artemisa partieron 28, casi todos salidos del popular barrio La Matilde, por eso sus restos regresaron allí y descansan en la comunidad por la cual caminaban diariamente.

Ni olvidados ni muertos

«El Mausoleo a los Mártires de Artemisa es un monumento funerario. Sin embargo, está lleno de vida, porque la idea de los arquitectos siempre fue hacerlo parte de la comunidad y no hay mejor manera que interactuando con ella», cuenta Mabel Martínez Deulofeo, directora del centro.

Algunas personas llegan más relajadas, pero cuando entran a la cámara y ven los paños de Artemisa y del Moncada permanecen en silencio: ese es el recogimiento del alma ante el respeto a la muerte, a los caídos.

La propia concepción del monumento, abierto, hace a los visitantes sentir vida, inmensidad, obediencia. El hecho de no ser una tumba cerrada y poseer un brillo natural hermoso, implica movimiento y vida.

El conjunto se erigió a propuesta de los familiares de los combatientes oriundos de Artemisa, y fue inaugurado por el Comandante en Jefe el 16 de julio de 1977, en el contexto del aniversario 24 de la acción.

Aquel día, el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, artemiseño ilustre y participante de los hechos, dijo:

«Este Mausoleo es un símbolo de la historia combativa de Artemisa y representa su patrimonio revolucionario, que debemos cuidar celosamente. Será un centinela vigilante que nos recuerde siempre que la Revolución es un relevo de hombres y de generaciones, y que, por los ejemplos de los que se sacrificaron ayer, otros cubanos se sacrifican hoy, y habrá otros que deberán sacrificarse mañana».

El Comandante en Jefe Fidel Castro y el General de Ejército Raúl Castro visitaron el mausoleo varias veces. Siempre conversaron con sus trabajadores y compartieron con la población.

 El actual Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, también lo recorrió en 2018. Aquel día escribió en el libro de visitantes de la instalación: «De visita con el Consejo de Ministros de Cuba en Artemisa era necesario, de manera sentida, visitar este Memorial y rendir tributo y homenaje a quienes dieron la vida por la Patria y abrieron los caminos de la Revolución triunfante».

El conjunto arquitectónico se concibió, especialmente, para que en sus recintos perduren las ideas revolucionarias de los mártires, quienes ofrendaron sus jóvenes vidas para legar a sus descendientes una Patria libre y con justicia social. La vinculación con la comunidad de donde un día salieron es otro de sus propósitos primarios.

«Trabajar en un sitio como este constituye una responsabilidad tremenda. Ellos eran profundamente martianos y no nos perdonarían el olvido, de ahí la importancia de traer hasta acá a pioneros y estudiantes de todos los años», explica Mabel, como todos la conocen.

El Mausoleo acoge círculos de interés, sostiene proyectos educativos con el preuniversitario Eduardo García Lavandero y ha sido el lugar elegido para graduar a miles de abuelos en la Universidad Martiana. Aquí se realizan cambios de atributos a pioneros, graduaciones de médicos, se abandera a deportistas y se reconoce a trabajadores destacados.

 Lo que distingue al mausoleo es el llamado Cubo de la Victoria, que descansa sobre una gran lápida revestida de granito y es la cubierta de la sala funeraria. Tiene un vitral con la célebre imagen de Fidel y un grupo de rebeldes con sus fusiles en alto en la Sierra Maestra.

También la institución cuenta con una sala-museo, con muestras históricas y piezas pertenecientes a los asaltantes a la fortaleza. Tiene en su entrada una frase del líder histórico de la Revolución, extraída de su alegato La historia me absolverá: «Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos: viven hoy más que nunca, y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres el espectro victorioso de sus ideas».

Una gesta de amor

Solemne y majestuoso, el Mausoleo significa la valentía de quienes lucharon por una Cuba mejor. Foto: Otoniel Márquez.

A sus 44 años, el Mausoleo no deja de parecer una estructura moderna. Más allá de ser un campo para honrar la muerte, la luminosidad del monumento hace a los visitantes salir sobrecogidos, optimistas.

Quizá por eso, los descendientes de aquellos valerosos hombres siguen caminando por allí: resulta el lugar de la muerte que trajo vida. Conversan, les cuentan cómo va Cuba, les recuerdan los sueños cumplidos y la inmensidad de tareas restantes, y les hablan también de cuánta falta hacen para su gente.

Además de los nichos donde descansan los restos de los revolucionarios caídos en el asalto, el monumento guarda los de otros hijos de la llamada Villa Roja que sobrevivieron a la acción, pero luego cayeron en combate en la Sierra Maestra o fallecieron después de la victoria definitiva del 1ro. de enero de 1959.

Según Ramón Pez Ferro, uno de los participantes en las acciones del Moncada, «de los 28 artemiseños participantes, 11 murieron en los primeros días después del asalto: dos de ellos durante la toma de la posta 3, y los nueve restantes fueron hechos prisioneros y luego vilmente asesinados».

Ellos arriesgaron su vida por un sueño y algunos no alcanzaron a ver el resultado de la nueva era. Eso hace pensar en cuánto amor hubo en la gesta del 26 de Julio y cuántas miradas nobles fueron cedidas a la historia.

«Siempre pienso en Fidel: tan humilde, tan humano. Aquí el Comandante no venía como el jefe, sino como la persona que había perdido a sus amigos de lucha. Venía a rendir tributo a sus compañeros, y siempre marchaba con lágrimas en los ojos», recuerda conmovida la Directora.

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