Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

A la música me debo

El joven supertalentoso y pianista fuera de serie que ha logrado imponerse por sí mismo, sin tener que sacar por delante su ilustrísimo apellido

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Se le ocurrió comprar unos cucuruchos para ver si así mitigaba un poco el hambre, sin imaginar que ese simple hecho le cambiaría por siempre el nombre que sus padres le habían escogido. Aquel era un día de «fuego» para él, porque se trataba de su concierto debut con la Charanga Habanera, la primera orquesta profesional en la que tocaba.

«Necesitaba aprenderme bien los temas, de modo que me puse a ensayar con el maestro Sergio David Calzado, y me salté el horario de almuerzo. La presentación era a las cuatro de la tarde en el Mella, y solo me dio tiempo para buscar unos maníes. Me los puse en el bolsillo de atrás del pantalón y lo olvidé. Pero ya sabes que la Charanga es una orquesta espectáculo, que prepara su show, en el cual todos deben salir a bailar, y el pianista no se escapa. Llegado el momento, me puse frente al público y cuando me viré, allí estaban los ´compañeros´.

«La gente rompió a reír y a señalarme. A partir de ahí dejé de llamarme Roberto Carlos Rodríguez Valdés para convertirme en Cucurucho Valdés», le cuenta entre risas a JR el nieto de Bebo, y por supuesto, sobrino de Chucho y de Mayra Caridad, e hijo de Miriam; el joven supertalentoso y pianista fuera de serie que ha logrado imponerse por sí mismo, sin tener que sacar por delante su ilustrísimo apellido.

Pruebas ha dado muchas, pero tal vez la más palpable dentro de una carrera llena de éxitos, haya sido su ópera prima titulada Ni antes ni después, el CD-DVD que grabó con Producciones Colibrí y con el cual consiguió seis nominaciones en la feria Cubadisco 2013, para llevarse finalmente el premio en Música instrumental. Ahora Cucurucho ha vuelto a la carga con el respaldo de la Egrem, la casa discográfica más antigua de la Isla, que halló complicidad en Sony Music para entregarnos Con los pies sobre mi tierra, que será presentado con bombo, platillo y un piano de lujo antes de que finalice 2017.

—Ni antes ni después resultó una grata sorpresa, pero quienes han escuchado Con los pies... aseguran que otra vez habrá que quitarse el sombrero...

—Te mentiría si te negara que Con los pies... me está haciendo muy feliz. Como el anterior, ha sido producido por mi mamá, la luz que me guía, la primera que puso mis manos sobre las teclas de un piano y me estimuló para que no perdiera el interés por estudiar, por superarme, inundándome de melodías. «Escucha esto», me decía, y me atrapaba con la orquesta de mi abuelo, Sabor de Cuba, y sus arreglos para Benny Moré y para Nat King Cole...

—En el caso de Ni antes ni después, todo el mundo esperaba que fuera un disco de salsa, de timba...

—Me pasó algo muy simpático en el Estudio 1 de Abdala, porque René Arencibia, que realizaría el DVD, empezó a colocar micrófonos, cables. «¿Y esto para qué es?», le pregunté. «Para los metales», me respondió. «¡Pero si vamos a ser solo cuatro gatos», le esclarecí: Fabián García Caturla (contrabajo), quien es el corazón y le da vida a mi proyecto, el que pone la experiencia; Edgar Martínez (tumbadoras), Adel Rodríguez (güiro y bongó), José Ángel Blanco «el Negro» (cajón), Jesús Cruz «Jesusín» en la armónica, y Amadito Valdés (timbal)... Ciertamente resultó un disco muy especial, porque también contó con la participación de mi tía Mayra Caridad Valdés, quien interpretó mi bolero Tú me haces falta.

—Con los pies...lo grabaste en el Estudio de San Miguel.

—Ese estudio tiene magia y tiene de to’. Me estaban ofreciendo todos los estudios de Cuba, sin embargo, yo solo quería ese, por el tipo de música que interpreto. Estaba muy deterioradito, pero alquilé la instrumentación. Valía la pena, pues yo quería...

—¿Convocar a los espíritus protectores…?

—Sí, sí…, la gente dice que no pero yo sí sé que existen (sonríe)... Cuando toqué la primera nota no me quedó ni una sola duda. Bueno, se darán cuenta cuando escuchen Con los pies sobre mi tierra, porque la grabación es en vivo, como sucedía en los años 50, con un solo micrófono. Yo deseaba «contaminar» la música con esa sonoridad espectacular que aún mantiene ese sitio, un don que no hay quien se lo quite.  Le agradezco a la Egrem, a Sony Music, a mi mamá, a los fabulosos músicos que me acompañan hasta hoy...

—Hijo de, nieto de, sobrino de... quizá hubiera sido un crimen que te dedicaras a otra profesión...

—Nos quedaremos con esa duda, porque yo estoy convencido de que nací para la música. Como te imaginarás, en casa había un ambiente musical muy rico. Como mi mamá es profesora de piano, desde pequeño escuchaba ese instrumento, de ahí vino la formación, además de lo que uno trae: los genes y esas cosas.

«A los siete años empecé por la Guillermo Tomás, donde fui fundador de la Charanga Infantil de Guanabacoa, creada por el reconocido percusionista Marcos Manuel Valcárcel y más conocida como Los Aragoncitos. Con diez años participé en mi primer concurso nacional, donde conquisté el tercer lugar y en 1986 acompañé a mi tío Chucho en el concurso Adolfo Guzmán, en un mano a mano con el maestro Frank Fernández y su hija Liana, con Irakere ´de fondo´...».

—Estabas «suelto», hasta que llegó el Conservatorio Amadeo Roldán...

—¡Y dilo! El Amadeo Roldán exigió una entrega absoluta. Era muy consciente de la importancia de estudiar profundamente la música clásica. Mira, siempre tuve conciencia de que sería músico popular, pero estaba claro de que aquella debía bebérmela sediento, pues constituye la base, la plataforma que te permitirá no solo enfrentar mejor el género que quieras defender, sino también para tocar decentemente el instrumento que hayas elegido.

—Siempre hablas con admiración del Amadeo...

—No puede ser de otra manera. En primer y segundo años estudié a full, como se dice. Luego me fui a un festival de jazz, un género que comencé a estudiar con mucha curiosidad. Con 17 años viajé a Alemania, a Múnich, con Mireya Escalante, una gran cantante. Gracias a dicho evento me propusieron estudiar música clásica en Colonia, donde permanecí por un año, no aguanté más, el frío me llevaba aprisa. Regresé, con un dominio mayor de la música clásica, y con la música cubana como bandera.

«Apenas tres meses después me estaba llamando David Calzado. Corría el año 1998. Para ese entonces ya estaba muy puesto para los tumba’os, escuchaba con atención a Lilí Martínez, Arsenio, Rubén González, Romeu, a esos pianistas ´salvajes´, y por supuesto a Lecuona, Saumell, Cervantes..., dignísimos representantes de la pianística clásica cubana. «Tras la Charanga Habanera, me uní a la Charanga Forever, Pachito Alonso, Paulo FG y luego a Issac Delgado, con quien grabé Malecón, mi primera nominación al Latin Grammy. Después vino la invitación para integrar los Van Van».

—¡Pertenecer a Van Van después de Pupy Pedroso!

—No lo podía creer. Ya traía un aval estimable. En las orquestas por las que había transitado defendí mi estilo en el piano, pero respetando a quienes me antecedieron. Creo que esas eran las cualidades que un musicazo como Juan Formell andaba buscando. Le estaré eternamente agradecido por dejarme ser parte del Tren, a partir de 2001.

«Desde el ensayo inicial, lo que viví fue impresionante, emocionante. Se trata de una orquesta que suena muy fuerte. Bueno, es que Van Van es Van Van; de esa grandeza yo sí puedo dar testimonio: presentaciones en escenarios de mucho prestigio, en festivales de renombre, al lado de figuras de la talla de Stevie Wonder, Lionel Richard, Whitney Houston; compartiendo cartel con Rubén González y Buenavista Social Club, Oscar de León, Rubén Blades... Quince años que me nutrieron para poder enfrentar mi proyecto.

«En los discos de Van Van que se grabaron en esos 15 años (tres de ellos con nominaciones a los Latin Grammy) aparecen no pocos temas míos, porque el maestro me dio ese voto de confianza».

—Como si fuera poco, también colocaste temas tuyos dentro del repertorio de Van Van...

—En las orquestas por las que he pasado he tratado de dejar una huella, una enseñanza que me entregó mi mamá. Bueno, me refiero a la música (sonríe con picardía)... y en el amor también... (vuelve a sonreír).

«En esos discos de Van Van que se grabaron en esos 15 años (tres de ellos con nominaciones a los Latin Grammy) aparecen no pocos temas míos, porque el maestro me dio ese voto de confianza, por mi entrega y dedicación, porque soy un enamorado de la música y a ella me debo. Son temas de mi autoría o escritos junto a mi tío Jorge Díaz, el popular humorista. Creamos un binomio que el público ha sabido reconocer por canciones como El tren, La buena, Me mantengo, Si no te quieres tú, El trasvesti… Claramente, con la ayuda del maestro y de la orquesta, porque un solo frijol no hace potaje».

—Si todo marchaba tan bien con el Tren de la música cubana, ¿por qué te fuiste...?

—En ese período de Van Van comencé a llevar mis proyectos, y el maestro se percató de que yo andaba en mi propia búsqueda. Coincidió con que mi abuelo, por su edad, no podía viajar con El Cigala, y yo asumí los conciertos en Quito, Bogotá, México, Nueva York…: un rencuentro y renamoramiento de la fabulosa pianística de Bebo. Fue sublime recostarse a ese frondoso árbol para tomar su sombra. Pero esas presentaciones empezaron a chocar con los compromisos con la orquesta, y por decisión familiar la dejé. Llegaba de viaje y no me podía unir a la orquesta, tuve que salir.

«Sin duda, un momento muy triste, es difícil dejar a Van Van, mas los entendía, me necesitaban a tiempo completo. Sin embargo, había llegado el tiempo de recorrer mi propio camino. El éxito de Ni antes ni después fue el empujón, la verdadera motivación para seguir adelante».

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