Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

He sido un alumno más de mi propia pedagogía

Reflexiones del Premio Nacional de Artes Plásticas 2010

Autor:

Aracelys Bedevia

Una mirada compleja y abarcadora de la ciudad propone la emblemática pieza Taller de reparaciones, de René Francisco Rodríguez. Luego de 22 años de haberse presentado por vez primera en el contexto de la 6ta. Bienal de La Habana, la mencionada obra ha entrado nuevamente en contacto con el público y se expone en el Museo Nacional de Bellas Artes, como parte de la exposición La posibilidad infinita. Pensar la nación.

Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

La 13ra. Bienal de La Habana la trajo de vuelta y se mantendrá en exhibición hasta finales de año. A diferencia de 1997, fecha en que fue mostrada en un espacio cerrado, la obra tiene ahora una visibilidad mayor. El espectador puede verla, incluso, desde afuera.

«Me complace volver a mostrarla. El público puede abrir la puerta y entrar, apreciar detalles, ver las luces que se encienden y apagan, muebles, rejas…», expresó René Francisco Rodríguez.

La entrevista con este maestro de generaciones, heredero del espíritu renovador y cuestionador de Volumen I, y artífice de un ejercicio novedoso y necesario en la educación artística cubana: el grupo Desde una Pragmática Pedagógica (DUPP), transcurrió en su «taller», en Bellas Artes, entre el sonido intermitente que desprenden los teléfonos, que funcionan como llamados sin respuestas y da al lugar un ritmo de trabajo más animado. Una suave melodía rusa brota de un tocadisco viejo y enriquece el ambiente con un halo de nostalgia.

Hay en el «taller» una frase: Reconstruir la ciudad cada 20 años; y de alguna manera René Francisco lo ha conseguido. «Esta instalación tiene la posibilidad de reactualizarse y discursa con el público. Lo viejo reaparece como nuevo. Es una obra que mantiene su vigencia, una especie de reconstrucción necesaria.

«Taller… habla mucho de Cuba, de mi entorno más cercano,  mi intimidad, el barrio, mi Estudio… Es mi cerebro que lo abro para que las personas entren y descubran zonas de mis pensamientos e influencias afectivas, familiares y artísticas», dijo.

¿Por qué trae de vuelta Taller de reparaciones?

—Fue una propuesta de los curadores de la Bienal. En un principio pensé en actualizarla con elementos nuevos porque es una obra abierta, pero yo había conservado todo y lo único que hice fue agregarle los techos y las paredes abiertas que dan al patio del Museo.

«Hay algunas modificaciones tecnológicas porque lo que presenté en aquel momento ya no funcionaba y recurrí a mecanismos más actuales. El resto es original, excepto el dibujo que es una segunda versión bastante cercana al primero porque no lo conservé. Traté de pedirlo a una colección que lo tiene en Portugal pero no fue posible». 

—¿Cómo se inserta el dibujo en un espacio donde lo que prevalece es la instalación?

—Hay un poco de todo. El dibujo es como una carta tecnológica de las cosas que se harían en el taller. Aquí hay obras que tienen que ver con mi familia, con el poeta Andrés Escobar. Son piezas relacionadas con los afectos y que pertenecen a diferentes momentos de mi vida.

«Algunas las hice cuando tenía 15 años y aún no estudiaba pintura. Taller…, incluye elementos de la cultura cubana que son claves a la hora de pensar la nación como una totalidad. La chatarra que empleé procede de los camiones que estaban en desuso en la Escuela Nacional de Arte».

—Ha dicho en varias ocasiones que Deuda, la exposición que hizo en la galería Acacia a finales del año pasado, lo encaminó hacia Taller de reparaciones. ¿Por qué?

—Volví a encontrarme con mi obra. La mayoría de las piezas salieron del olvido al que las sometí. Es una selección de trabajos que nunca había exhibido y muchas veces habían quedado en proceso. Decidí que era el momento de mostrarlos. Son trabajos relacionados con las maneras y medios de abordar el arte que está dentro de la caja de herramientas que es mi cerebro.

Foto: Maykel Espinosa Rodríguez

«Algunas tenían polvo y las presenté como estaban. Deuda me permitió mostrar un trabajo acumulado y me condujo a Taller... que estaba guardado fuera del estudio. Reconstruirlo me ha parecido novedoso. El olvido reconfigura todo».

—Usted es uno de los artistas que cuando las aulas del ISA se quedaron casi sin profesores asumió la docencia y garantizó el relevo. ¿Se mantiene en activo como profesor?

—Enseñar para mí es una necesidad. Lo llevo en la sangre. No puedo vivir sin el intercambio que genera el proceso educativo. En este momento no tengo un grupo fijo pero tutoreo tesis, doy conferencias, talleres.

—En el contexto de la 13ra. Bienal de La Habana se presentó su libro La experiencia DUPP. Desde una Pragmática Pedagógica 1989-2013 que recoge parte de su trabajo como profesor.

—La pragmática fue descubrir la almendra que cada estudiante tiene adentro y hacerla visible. Les abrí ventanas, puertas. Ellos también me las abrieron a mí. No creé el trabajo de ningún alumno ni inventé gran cosa sino que organicé algo para las escuelas de arte. Viví con pasión cada proceso y acumulé cada papelito por vocación.

«Comencé a ser profesor muy temprano y me di cuenta de que estaba dedicado a la pedagogía con una fuerza tremenda. No la separo del proceso artístico porque en mí ha sido una posición humana, a partir del deseo de hacerlo (…). El profesor es como una alfombra por donde caminan muchas personas. Cuando casi crees que estás realizado un estudiante llega y te remueve. He sido un alumno más de mi propia pedagogía. A lo largo de toda la pragmática pedagógica, que es un suceso humano, los profesores que he tenido han sido mis alumnos.

«He dado clases en otras universidades fuera de Cuba y nunca he visto una pedagogía como la que se ha puesto en práctica en el Instituto Superior de Arte. Este libro iba a salir por una editorial española y la Bienal de La Habana asumió los costos, porque es un texto de nuestras escuelas de arte».

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