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Una Proa que navega en aguas seguras

Hace 17 años, justamente el 1ro de junio, Día Internacional de la Infancia, nació el grupo habanero Teatro La Proa que, como cualquier niño, ha ido creciendo hasta ser ya un vigoroso joven

Autor:

Frank Padrón

El 1ro. de junio, Día Internacional de la Infancia, tuvo lugar, hace 17 años, una función para festejar la importante fecha, pero que dio lugar a algo más duradero: nació el grupo habanero Teatro La Proa que, como cualquier niño, ha ido creciendo hasta ser ya un vigoroso joven. Desde entonces, el colectivo fundado por Erduyn Maza, celebra la fecha con actividades, concursos, exposiciones, temporadas y representaciones especiales.

La situación actual no permite esta vez el encuentro en vivo, sin embargo, desde el 26 de mayo, el aniversario 17 se está festejando por las redes sociales. Incluso en la razón de ser del grupo, las puestas, Teatro La Proa no ha estado inactivo: su estreno más reciente, Entre quesos y ratones, fue transmitido en directo por sus páginas de Facebook, para festejar el Día Mundial del Títere. Y ellos mismos no se detienen: desde sus casas, los actores estudian los personajes de la obra que se encuentra en proceso, mientras la música original y los muñecos del próximo estreno (Amelia sueña mariposas), ya reciben los toques finales para comenzar el montaje cuando las condiciones lo permitan.

Otros integrantes de La Proa mantienen el vínculo con su público: en coordinación con la Uneac han grabado varias clases sobre la especialidad dirigidas a los estudiantes de la enseñanza artística a través del canal de YouTube de la institución, sin olvidar algo muy práctico: la confección de nasobucos y la colaboración que cada integrante brinda a los adultos mayores desde su comunidad.

Con motivo de estos flamantes «17 instantes de una primavera», JR se acercó a Arneldy Cejas Herrera (actor, diseñador y director artístico) y a Erduyn Maza Morgado (actor, dramaturgo, fundador y director general) para indagar acerca del laborioso colectivo y su trabajo.

—¿Cómo surge Teatro La Proa?

—EM: Surge el 1ro. de junio de 2003 en una función por el Día Internacional de la Infancia en el Jalisco Park, donde presentamos el espectáculo Travesuras de Narices Rojas, una variedad interpretada por Kenia Rodríguez y por mí. Claro que en ese momento no tenía conciencia de lo que estaba pasando, pero siempre quise hacer mucho más, los sueños crecieron y llegó Arneldy en 2006 con su gráfica, su dirección artística y sus diseños imprescindibles, que se han convertido en sello del grupo. Más tarde, en 2009, se sumó Blanca Felipe, nuestra primera asesora, quien estuvo con nosotros por siete fructíferos años.

—A lo largo de estos 17 años, ¿cómo valoran la trayectoria del grupo?

—AC: Igual que ha crecido el grupo en número de integrantes (ya somos 19) lo han hecho nuestras expectativas y proyectos. Comenzamos con puestas de dos o tres actores, con pequeñas escenografías y pocos títeres, y aunque mantenemos las obras para espacios flexibles, las de sala han sido superiores en todos los aspectos. Romance en Charco Seco, con cinco actores, una gran escenografía y 52 títeres en escena, es el mejor ejemplo.

«También trabajamos para niños sin amparo familiar, para damnificados por eventos meteorológicos; en las montañas: ese es un público al que amamos y precisamente para el cual hemos creado espectáculos aparentemente sencillos como Aires de fiesta, ¡Cuidado, hay perros!, Burrerías, Regalo de navidad o Entre quesos y ratones. Tenemos espectadores que nos siguen en cada función, lo cual significa una gran alegría, como también lo es trabajar en armonía: nuestro grupo es una gran familia en las que todos “halan” parejo. Es una trayectoria en crecimiento».

—¿Creen entonces que los objetivos trazados se han cumplido hasta ahora?

—AC: Ha sido un buen camino, pero todavía no estamos conformes. Sabemos que ese camino se puede ampliar y podemos hacer mucho más. Cuando llegamos en 2011 a nuestra sede de La Habana Vieja, comenzamos un arduo trabajo en la comunidad para ganar público. En esta zona, de tanto turismo y comercio, los niños no tenían muchas oportunidades teatrales. Poco a poco fuimos enamorándolos, a sus familias y a las escuelas del barrio… Lo hemos logrado, tanto, que siempre tenemos lleno y muchas veces hay que dar doble función.

«Pero existen situaciones que nos preocupan y que no dependen de nosotros, ni de la institución que nos dirige. Cada día nuestro público es mayor y ya no cabe en la sala, como tampoco nuestros muñecos en el espacio donde los almacenamos, todos están amontonados sobre andamios porque cuando llueve el agua corre y los moja».

—He comprobado en varias puestas de La Proa, que la diana de muchas de ellas radica en un público que trasciende el infantil. ¿Esto es inconsciente o deliberado?

—EM: Es plenamente consciente. En todas nuestras obras hay una fábula sencilla que los niños pueden disfrutar, pues siempre tenemos presente sus gustos y necesidades, y por debajo de esa historia, un trasfondo mucho más intenso con subtextos y referencias para estremecer y provocar a los adultos que los van acompañando. En la obra Mowgli, el mordido por los lobos, los más pequeños se identifican con el pequeño protagonista que enfrenta al tigre para salvar su vida, sin embargo, no me gusta subestimar la inteligencia infantil.

«El niño se percata de más cosas de las que creemos. La lectura del rechazo al protagonista por ser diferente y de la necesidad del ser humano de ser amado, de vivir rodeado de personas que lo amen por encima de razas, esa lectura más profunda, ellos la reciben y están siendo espectadores de nuestra manera de ver el teatro. En todos nuestros montajes pensamos lo que queremos y cómo lo queremos decir, tanto el dramaturgo, como el director o los actores».

—¿Cuáles serían las obras que en este lapso destacarían como más conseguidas, aquellas con resultados más satisfactorias para ustedes como creadores?

—EM: Esta pregunta me cuesta responderla, porque cada obra ha tenido un objetivo y todas lo han cumplido. Sería injusto mencionar a Mowgli… por su éxito de crítica y sus premios y no hablar de Burrerías… La primera es un espectáculo de sala, para disfrutar tranquilamente con sus luces, la atmósfera teatral y su hermosa música hindú. La segunda es de variedades, hecha para las montañas, para las comunidades intrincadas de Cuba, de México y de Bolivia; un retablo sencillo, con canciones e historias de burros diferentes. No se pueden comparar, pero el público siempre lo hace. Sin embargo, considero que tanto Mowgli… como Burrerías están logradas, como también siento que sucede con Érase una vez un pato, Cenicienta o Romance

«En cada obra nos trazamos objetivos estéticos, tratamos de no repetirnos en las técnicas, en los temas, en la forma de abordar la puesta. Por eso escogimos el teatro de figuras para expresarnos, por su riqueza y su libertad. No obstante, siendo sincero, Mowgli… resulta una obra que siempre estremece tanto al público como a los actores. Sí, creo que es, por ahora, la de mayor éxito de nuestro repertorio. No la más vista».

—He notado que, aun en los textos originales que montan, generalmente hay referencias y guiños a la literatura universal…

—Erduyn: Es muy difícil ser original: la referencia, la intertextualidad siempre está aunque sea a partir de la observación de la vida real. La literatura es una fuente inagotable de personajes e historias y no dudaré en usarla siempre que pueda dialogar con el presente, pienso que lo interesante es cómo renovamos esas historias. La Cenicienta es de los cuentos más adaptados del mundo y Blanca Felipe escribió la versión que más tarde Arneldy montó. Blanquita tuvo un acercamiento al personaje y al clásico infantil tan bien logrado, a mi juicio, que la obra tiene vida propia, se respira en ella la originalidad de la autora y su propia reinterpretación. Tomó lo esencial para componer un nuevo discurso dramático titulado La Cenicienta alada que fue el punto de partida de nuestra obra ¡Cenicientaaaa!, que ya lleva 11 años en escena».

—¿Cuáles son sus proyectos para esta nueva etapa que inicia Teatro La Proa?

—AC: Son 17 años, el grupo está entrando en la adultez, pero aun así tratamos de mantener la frescura de la adolescencia y de la niñez, arropados por nuestros maestros. La COVID-19 vino a tronchar muchos de nuestros planes, entre ellos nuestro espectáculo más reciente: Entre quesos y ratones, que solo presentó cuatro funciones. Pero lejos de desanimarnos estamos felices, porque no nos hemos detenido. Mantenemos el contacto con nuestros alumnos mediante las redes sociales y también con nuestro público. Trabajar cada día más y mejor. Solo que ahora no somos los mismos: contamos con más amigos, estamos mejor acompañados. Gracias a ellos crece también nuestro compromiso por el teatro».

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