Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La discriminación, el rival más terrible

El racismo y la discriminación se han convertido en una terrible mancha para el deporte

Autor:

Enio Echezábal Acosta

El pasado fin de semana en la Segunda División B de España tuvo lugar un nuevo episodio de racismo. Esta vez, el detestable hecho no sucedió precisamente en el estadio, sino a través de Twitter, plataforma que usaron dos recogepelotas del club Unión Deportiva Ibiza para ofender al portero cubano Christian Joel Sánchez, jugador del Sporting de Gijón B.

Tras el partido, celebrado en la cancha ibicena de Can Misses, los chicos enviaron al arquero antillano un video en el que escupían una camiseta suya que habían robado durante el encuentro, y además lo llamaban «inmigrante» mientras hacían gestos extremadamente ofensivos.

Aunque la entidad deportiva balear actuó de forma correcta, repudiando inmediatamente el hecho y expulsando de la institución a ambos muchachos, sigue quedando una sensación de impunidad en torno a este tipo de actitudes. El problema es que, más allá de sancionar a los indisciplinados, todavía no se ha dado con una solución para cortar de raíz estos asuntos que constantemente golpean al mundo del deporte.

En la misma España, cuya primera liga es conocida como «la de las Estrellas», tampoco podemos verlo como un hecho aislado. Antes han sido irrespetados cracks mundiales como Samuel Eto’o o Dani Alves, a quienes algunos imbéciles han comparado con primates, e incluso lanzado plátanos al terreno, porque al parecer eso les resultaba una referencia graciosa a sus raíces.

También desde Italia e Inglaterra, por citar dos ejemplos muy mediáticos, hemos tenido noticia de deplorables escenas contra futbolistas afrodescendientes, como es el caso del alemán Antonio Rudiger o el ítalo Mario Balotelli, quienes han mostrado su descontento con tales conductas y manifestado sus ganas de abandonar partidos en que la grada no para de mandarle «dulces recuerdos» a su propia familia.

Ahora bien, si mal lo vemos por parte de los aficionados, peor es cuando un ídolo comete un acto de esta clase.

Así pasó en 2011 cuando Luis Suárez, hoy estrella del Barcelona y entonces del Liverpool, insultó a Patrice Evra, defensa del Manchester United. En esa ocasión, la Federación inglesa investigó a fondo el asunto y dictaminó que el uruguayo había usado hasta en siete ocasiones la palabra «negro», hasta para decirle al francés «yo no hablo con…».

Si por un lado a los atletas de piel oscura es a quienes más se falta el respeto, también los de otras etnias suelen aguantar sus buenas dosis de calumnias.

El mismo Gareth Bale, galés de nacimiento, ha sido comparado con un «mono» a causa de sus rasgos físicos, y así pasa con otros: bosnios, marroquíes, brasileños, argelinos, coreanos o mexicanos, quienes son despreciados por personas que encuentran en la nacionalidad un motivo para creerles inferiores.

Sea como sea, menospreciar o tratar de desconcentrar a un deportista «rival» o a uno de nuestra supuesta simpatía aludiendo a su tez, sus ancestros, su país de origen o su apariencia, viene a ser un acto tan o más sucio que pegar una patada y lesionar a alguien.

Los encargados de impartir justicia deben comenzar a tratar estos temas con mayor dureza, pues lo que comienza con un escupitajo o un improperio, puede convertirse luego en la simiente de una ideología basada en el odio irracional, algo que la humanidad ya ha sufrido bastante.

La tolerancia y el respeto son valores sobre los que debe construirse el deporte, que además de un espectáculo divertido, constituye un referente para miles de millones, sobre todo niños y adolescentes que ven en ello una fuente de inspiración. Démosle entonces un motivo para ser mejores, y no para convertirse en futuros fascistas. ¡A la discriminación… ni un tantico así!

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