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Rápida…y mujer

La corredora sudafricana Caster Semenya acaba de acusar a las principales instituciones del atletismo mundial frente al Tribunal Europeo de Derechos Humanos

Autor:

Lianet Escobar Hernández

Caster Semenya  aprieta el paso en la — estoy seguro — carrera más importante que ha tenido que enfrentar en su trayectoria deportiva.  Quiere competir en Tokio, pero la Federación Internacional de Asociaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) no la deja participar en su prueba favorita, los 800 metros lisos. Para la IAAF, Semenya no es una mujer. ¿O sí?

Desde hace más de una década, por cada carrera que ha disputado, Semenya ha tenido que correr dos: una en la pista, con siete oponentes en los carriles, y otra frente a miles de detractores e instituciones que la acusan de tener una configuración biológica más cercana a lo masculino que a lo femenino. ¿La causa? Una condición llamada hiperandrogenismo, que hace que la corredora produzca muchísima más testosterona de lo normal.

Supuestamente, toda vez que los resultados oficiales de las supuestas investigaciones médicas a las que ha sido sometida la atleta no han sido publicados jamás por la IAAF, la sudafricana sufre (si aplicara el término) una condición intersexual: no tiene útero ni ovarios, sino testículos no descendidos que producen el triple de andrógenos que el nivel típico para las mujeres. Sencillamente, a Semenya se le declaró hermafrodita.  Pero  Semenya se siente mujer. Una mujer con tasas elevadísimas de testosterona, pero mujer.

Ahora bien, lo que resulta estrambótico (risible, si me preguntan), es el hecho de que la IAAF le permita a la atleta competir tanto contra mujeres como contra hombres. La decisión del ente federativo supone que la deportista podría correr frente a mujeres en las pruebas que abarcan distancias de 100 a 400 metros y por encima de los 1500 metros, pero en las pruebas que van desde los los 400 a los 1500 metros, la sudafricana se vería forzada a tener oponentes masculinos sobre el tartán.

La controversial decisión viene dada por la percepción científica de que en estas pruebas —400-1500m— se nota más la diferencia en cuanto a sexos, en términos de resultados y desempeño.

El «sinsentido» se agrava si tenemos en cuenta que para poder correr frente a mujeres en la prueba de 800m, su predilecta, en la cual ha obtenido dos títulos olímpicos y tres mundiales, Semenya tendría que doparse. Fíjense, queridos lectores y lectoras, que no pongo tal término entre comillas. La sudafricana, literalmente, tendría que consumir opiáceos o betabloqueantes, en aras de  mantener sus niveles de testosterona por debajo de los 5 nanomoles por litro que le exige la IAAF,  durante un periodo continuado de al menos seis meses. No obstante, ambas sustancias están prohibidas por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).

Ya la sudafricana perdió un proceso legal ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) y después un recurso ante la Justicia ordinaria de Suiza. Ante tal situación, y con el lema «Soy mujer y soy rápida»,  la atleta ha decidido que llevar la «batalla» legal al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

«Espero que el tribunal europeo acabe con estas largas violaciones de los derechos humanos (…)contra las mujeres atletas», declaró la deportista en un comunicado.

Mientras tanto, hasta que no haya un fallo de la corte, Semenya intentará conseguir la marca mínima para competir bajo los cinco aros en la distancia de 5000 metros. 

«Todo lo que pedimos es que se nos permita correr libremente, de una vez por todas, como las mujeres fuertes y sin miedo que somos y siempre hemos sido»

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