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Africom, malas noticias

África es más violenta e inestable ahora que hace diez años, cuando el comando estadounidense para ese continente inició sus «actividades» en la región. ¿Coincidencia?

Autor:

Marylín Luis Grillo

Muchos estadounidenses conocieron de las operaciones militares de Estados Unidos en territorio africano en octubre de 2017, al morir en Níger un soldado del Comando África (Africom, por sus siglas en inglés) y otros dos resultaran heridos durante un enfrentamiento.

Hasta ese momento, era prácticamente desconocida la presencia castrense bajo órdenes del Pentágono en la región. Justo después del suceso, Africom declaró que los 11 soldados desplegados en el territorio de la emboscada (cifra que se supo luego) se encontraban proveyendo «consejos y asistencia»; más tarde, quedó esclarecido que estaban trabajando con fuerzas nigerianas.

Y aunque la muerte del soldado fuera un punto de alerta para el propio pueblo de Estados Unidos, lo cierto es que el Comando África existe desde varios años antes. Fue creado en 2006 por George W. Bush, y entró en vigor en 2008, cuando Barack Obama estrenaba la Casa Blanca.

Ahora parece que en Washington las miras se ciernen sobre el continente cuna de la humanidad, pues según datos publicados, se desarrollan allí 36 operaciones del ejército estadounidense, muchas más que en cualquier otra área del mundo, incluido el Medio Oriente... y eso es solo lo que aparece sobre el tapete.

Paradoja militar

A finales del pasado mes, el Pentágono tuvo que admitir datos desastrosos. En 2018, hubo más de 3 000 incidentes violentos reportados en África, frente a aproximadamente 1 400 que ocurrieron en 2012.

«En general, la actividad de los grupos islamistas militantes se ha duplicado» publicó el Centro de Estudios Estratégicos de África, afiliado al Departamento de Defensa de Estados Unidos.

La tendencia se incrementa si se observa un tiempo más extendido: el número de eventos violentos en 2009 fue de 288, por lo que en una década creció en un 960 por ciento. ¿Será coincidencia que este incremento se produzca justamente cuando Africom lanza su batalla contra el terrorismo?

Los hechos violentos no fueron los únicos que aumentaron exponencialmente, el total de operaciones, actividades, programas y ejercicios militares de EE. UU. crecieron de 172 a 3 500, entre los que se encuentran ataques con aeronaves no tripuladas (drones).

Africom ha ampliado constantemente sus actividades, así como el número de su personal y de las misiones en el continente. En 2017, su máximo jefe, el general Thomas Waldhauser, dijo que las tropas bajo su mando realizaban un promedio de diez misiones diarias.

En cuanto al personal militar, el incremento alcanzó el 170 por ciento, de 2 600 efectivos y trabajadores de apoyo hasta 7 000, destaca el reporte citado por The Intercept.

¿Y cuál ha sido el resultado? Actualmente, hay «24 grupos militantes islamistas activos» operando en el continente, frente a cinco que existían en 2010. Según el estudio citado por The Intercept, el grupo somalí Al-Shabab —relacionado con Al Qaeda, al que se unió formalmente en 2012—, ha realizado casi la mitad de todos los actos terroristas; también operan otros como Boko Haram y el Estado Islámico (EIIL, Daesh en árabe), en los cuales los militantes en el Sahel se han vuelto más activos.

Un caso: Somalia

«Somalia sigue siendo clave para el entorno de seguridad de África Oriental, y su estabilidad a largo plazo es importante para promover los intereses estadounidenses en la región», dijo el general Waldhauser a los senadores en febrero pasado.

Sigue cercano en el recuerdo la salida precipitada de militares estadounidenses de territorio somalí a principios de la década de los 90. Somalia es un punto estratégico a la puerta del Mar Rojo (frente a Yemen, otro centro neurálgico de las ayudas militares), por donde pasan muchas rutas mercantiles marítimas importantes, entre ellas la del estratégico petróleo.

El reciente informe del Pentágono afirma que las regiones más preocupantes por el incremento de la violencia son, precisamente, el país subsahariano, junto a la cuenca del lago Chad, el Sahel (área al sur inmediato del Sahara) y Egipto.

Desde marzo de 2017, el Pentágono recibió la aprobación de la Casa Blanca para la lucha contra terroristas somalíes, lo cual significa que ya no es necesario realizar un proceso de evaluación para aprobar los ataques en las «áreas de hostilidades activas».

En palabras del general: «nos permiten determinar los objetivos de una manera más rápida», por lo que han aumentado los ataques aéreos y se produjo el primer despliegue público de soldados estadounidenses en tierra desde 1993 para «asesorar y ayudar» a las tropas del Gobierno.

Durante los pasados años, Africom ha realizado miles de bombardeos desde el aire y el número de ataques creció desde 14, bajo la administración de Obama en 2016, hasta 47, con Trump, en 2018.

La publicación Long War Journal —un proyecto del tanque pensante neoconservador Fundación en Defensa de la Democracia, que impulsa la intervención militar de EE. UU. contra Siria e Irán— refiere que forman parte de un patrón más amplio que tiene como objetivos tanto a los principales líderes como a los combatientes que forman la presencia visible sobre el terreno.

Sin embargo, tales maniobras han dado pocos resultados. Fuentes militares afirman que los combatientes extremistas ahora evitan las grandes agrupaciones. Se mueven en grupos de tres o cuatro personas, y solo se juntan para realizar ofensivas, detalla BBC.

Para Estados Unidos, el incremento de la inestabilidad en África es un «reflejo de la creciente fragmentación de la amenaza militante del grupo islamista».

En sus opiniones, varias publicaciones que se han hecho eco del informe del Departamento de Defensa valoran que si bien el aumento observado en la violencia responde a varios factores, el estudio reciente podría considerarse como un cuestionamiento a la efectividad del ejército estadounidense.

Por su parte, el analista de defensa William Hartung, quien dirige el Proyecto de Armas y Seguridad en el Centro de Política Internacional, comentó a The Intercept que el «fuerte aumento de los incidentes terroristas en África subrayan el hecho de que el enfoque demasiado militarizado del Pentágono para el problema ha sido un fracaso absoluto.

«En todo caso, intentar erradicar el terrorismo por la fuerza puede estar exacerbando el problema, provocando una reacción terrorista y sirviendo como una herramienta de reclutamiento para grupos terroristas».

Pero incluso más, ejemplos como Afganistán e Irak demuestran que la lucha de EE. UU. contra el terrorismo esconde muchas otras intenciones y un fracaso absoluto de la cruzada mediatizada.

Otro tanto ejemplifica Adam Moore, experto en el tema y profesor de la Universidad de California, al hablar del mismo: en los pasados cinco años, Estados Unidos ha establecido el que es quizá el mayor complejo militar del mundo en Djibouti, que se ha visto envuelto en guerras en dos continentes —Somalia y Yemen—, y está construyendo una base en Níger. «Ciertamente, para las personas que viven en Somalia, Níger y Djibouti la noción de que Estados Unidos no está militarizando sus países resulta falsa», concluye.

Africom es una mala noticia para África, por más que desde la Casa Blanca, el Pentágono e incluso a pie de guerra se esmeren en reiterar que no tienen intenciones de intervenir, solo «defender los intereses estadounidenses en el continente». Quedan en el aire, claro está, los intereses de los africanos, a quienes  la «ayuda» del Comando les ha deparado únicamente más violencia.

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