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El FMI detrás… y delante de las urnas en Argentina

Las elecciones presidenciales serán el próximo domingo 27 de octubre, y podrían resultar un viraje

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Cuando se refieren a las elecciones del próximo domingo en Argentina, algunos medios no hablan de «elegir» sino de «confirmar» el triunfo que las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) dieron a Alberto Fernández. Así de segura parece esa victoria.

La diferencia de popularidad vista entonces entre él y Mauricio Macri, no ha podido ser descontada por el oficialista. Al parecer, podría haberse ampliado. Todas las encuestas divulgadas hasta hoy reflejan a Fernández con mayoría absoluta que llega hasta los 54 puntos porcentuales, o con 48 por ciento y una diferencia entre casi 20 a diez puntos. Suficiente para evitar segunda vuelta.

Pero lo que mejor ilustra la poca fe existente en torno a una difícil reelección del actual Presidente, es la actitud del Fondo Monetario Internacional.

No se trata únicamente de que sus enviados dieran una mala nota a la gestión macrista durante la visita de control de fines de agosto, que tenía por objeto decidir si la institución desembolsaba o no el tramo que tocaba entregar, de la friolera de 56 000 millones de dólares que suma el más reciente crédito otorgado por el Fondo al país: el mayor que haya dado en toda su historia.

Es que, además, los funcionarios fondomonetaristas consideraron al Presidente «incapaz» de manejar la situación económico-financiera que estalló tras las elecciones  PASO, con los anchos 14 puntos porcentuales de diferencia entre los votos recibidos por el candidato de la oficialista Juntos por el Cambio y el aspirante del peronista Frente para Todos, que fueron los más, y tras lo cual el peso argentino, ya a la baja, se siguió cayendo, y la reserva internacional enflaqueció por la salida de divisas.  

Dos meses después, las medidas de urgencia dictadas por Macri —algunas, solo cosméticas, para tranquilizar a la población, y otras de carácter más profundo para frenar la volatilidad financiera—, ni le han ganado el favor perdido de la gente que le dio el «voto bronca», ni ha logrado sanar las finanzas, y menos ha persuadido al Fondo de entregar el dinero.

Ni siquiera logró destrabar la entrega de los 5 000 millones de dólares —esperados para pagar deuda externa creada por este mismo Ejecutivo— el viaje de urgencia a Estados Unidos, en septiembre, del nuevo ministro de Hacienda argentino, Hernán Lacunza —evidentemente nombrado para salvar del naufragio al barco que se va a pique— y quien se reunió con inversores, con el director gerente interino del FMI, David Lipton, y con el jefe para las Américas, Alejandro Werner.

A punto de abrir las urnas en Argentina, parece obvio que el Fondo no quiere seguir empeñando dinero a un Gobierno que parece tan cerca del cadalso, razón por la cual ha postergado indefinidamente la erogación de esos millones de dólares.

Si emerge, como se espera, un Gobierno «de los Fernández —así llaman algunos a la opositora dupla peronista, pues no hay que olvidar que Alberto va con Cristina de vicepresidenta— le tocaría a este asumir el desastre social y macroeconómico que Macri dejaría y, con ello, el manejo de la relación con el Fondo y con los acreedores, que es bastante.

El empréstito ha sido la causa de los ajustes que jalonan la vida de la ciudadanía —menos gasto social, más desempleo, subida en los precios de los servicios básicos, malnutrición y un amplio etcétera provocado por las recetas fondomonetaristas—, lo cual nos muestra al crédito del Fondo no solo como megacausa del estrepitoso fracaso social —y también económico— del ejecutivo encabezado por Macri, sino como el primer y más importante punto —¿o escollo?— que estará en la agenda de un nuevo… y distinto Gobierno.

¿Adónde fué el dinero?

Para analistas como Julia Segoviano, de la consultora LCG, queda claro que el Fondo está a la espera. «Entiendo que el FMI sabe que el programa monetario está roto (…) El FMI se va a querer sentar con Alberto para ver cómo va a reperfilar la deuda, qué medidas va a tomar, y si va a seguir con el proceso de ajuste fiscal que inició Macri», opinó en un artículo publicado en el sitio web Perfil.

Claro que el Fondo ya tanteó a Fernández. Lo hicieron sus enviados en la visita de agosto, y durante un encuentro divulgado después por medio de comunicados —y no reportado en vivo—, que duró cerca de una hora y 20 minutos.

En su mensaje final, Alberto Fernández fue enfático para subrayar su postura. «El programa económico que impulsa el Gobierno (de Macri) no refleja ninguna de las prioridades establecidas en la plataforma del Frente de Todos. Tampoco existen coincidencias con las recomendaciones de política impulsadas por el FMI. Se trata, en ambos casos, de aproximaciones dogmáticas que no se ajustan a las condiciones objetivas actuales ni resuelven los principales problemas estructurales de la economía argentina», dijo el texto, a nombre del Frente para Todos, según versiones de prensa.

Datos aportados por el propio Fernández en aquella cita demostraron que «los desembolsos efectuados suman un total de 44 500 millones de dólares aproximadamente y representan casi el 80 por ciento del préstamo total». Pero el candidato sostuvo que el dinero solo ha propiciado la salida de capitales del país, y negó que haya resuelto algo.

Fernández alegó coincidir con los cuatro propósitos del acuerdo —recuperar el crecimiento de la economía, generar empleo para combatir la pobreza, reducir la inflación, y hacer disminuir la deuda pública— pero afirmó que «no solo ninguno fue alcanzado, sino que todo empeoró desde la celebración de aquel acuerdo».  

A tenor con sus datos, la economía cayó 1,7 por ciento, la deuda pública subió 29 puntos porcentuales del PIB, el desempleo aumentó al 10,1 por ciento, la pobreza creció a más del 32 por ciento y la inflación se disparó al 53,9 por ciento.

La descripción de lo que Fernández considera un buen hacer, podría ser tomada también como un adelanto de su gestión si gana.

«La recuperación del crecimiento mediante el impulso de la producción y el empleo debe ser el componente central de un modelo económico alternativo. La recuperación de la economía real es, a su vez, una condición sine qua non para estabilizar la economía y rencauzar su situación financiera».

El país que recibirá Fernández

Pero los números exhibidos por Alberto Fernández no solo argumentan la debacle macrista. También retratan al país que a él le tocaría dirigir. Lidiar con ese retroceso en relación con la Argentina que recibió Macri en diciembre de 2015, sería para su ejecutivo una prioridad tan importante como solventar el endeudamiento público y privado, y saldar —o no— las cuentas con el FMI… Y se supone que haría lo primero.

Claro que tampoco deben esperarse giros drásticos que siembren más inestabilidad ni provoquen zozobra, ni un desconocimiento rampante de las transacciones financieras realizadas hasta ahora.

En declaraciones recientes a la emisora radial AM 530, de Buenos Aires, a propósito de las movilizaciones contra las medidas fondomonetaristas en Ecuador, Fernández advirtió que «Argentina no está en condiciones de hacer más ajustes porque lo que Argentina necesita es recuperar la economía».

Pero también aclaró que «hay que resolver el tema de la deuda y hacer frente a las obligaciones», y «no que las sigan pagando siempre los mismos, porque eso no es posible (…) Argentina lo que más necesita es recuperar su capacidad productiva».

La situación se acerca bastante a la que rodeó la llegada a la presidencia de Néstor Kirchner en el año 2003, cuando se halló ante un país endeudado como la Argentina de hoy y, además, privatizado.

El camino, entre otras muchas medidas, fue estimular la productividad reabriendo los negocios de la pequeña y mediana empresa así como las fábricas cerradas por la crisis —se les llamó «recuperadas» y reiniciaron labores con el propio esfuerzo de sus trabajadores—, mientras se renegociaba el pago de la deuda con los acreedores.

En enero de 2006 Kirchner pagó los 9 810 millones de dólares de deuda con el FMI, y también sacó al país de su tutela. Ahora, la gestión entreguista y neoliberal de Mauricio Macri ha vuelto a amarrar a Argentina a los dictados del Fondo.

Con razón, Cristina ha escrito en Twitter: «No se puede seguir con este ciclo de “viene uno desendeuda y viene uno y endeuda”».

Las urnas «confirmarán», como dicen algunos colegas, la disyuntiva que está abierta, según ve las cosas Alberto Fernández: «Hacer los deberes del Fondo Monetario o volver a crecer para que los trabajadores y los jubilados puedan vivir mejor, escribió. En las cosas importantes, la mayoría de los argentinos estamos #DelMismoLado».

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